La Habana. El pasado 3 de julio, un programa de la Televisión Cubana, la Mesa Redonda Informativa —foro en el que periodistas y otros expertos disertan preferentemente sobre temas de actualidad mundial— transmitió la concentración de miles de venezolanos frente el Palacio de Miraflores, en Caracas, para escuchar al presidente Hugo Chávez, recién llegado de Cuba, donde fue intervenido quirúrgicamente en dos ocasiones para extirparle un tumor cancerígeno.
Los televisores de muchos hogares cubanos estaban sintonizados a esa hora de la tarde en el canal Cubavisión, que transmitía el acto caraqueño. Dicho canal es el principal de los cinco nacionales con que cuenta la TV cubana, por lo que, además de pasar las muy seguidas telenovelas brasileñas, es el escogido para, cuando se requiera, interrumpir la programación habitual y trasmitir los principales actos de interés político o cultural del país (el canal de deportes generalmente no se ve afectado).
Ese día, al filo de las 8.30 pm, cuando el noticiario estelar estaba por concluir, el locutor anunció que Cubavisión daría paso inmediatamente a la retransmisión de las palabras del presidente sudamericano en Miraflores, ya televisadas apenas hora y media hora antes. No más comenzar el acto, una señora mayor que pasaba por la calle, en la humilde barriada habanera del Cerro, soltó del alma: «¡Caramba! ¡Pero si yo ya vi lo de Chávez! ¡A saber a qué hora empieza la novela!».
Pendientes de Caracas
Tal vez la queja de la «telenovelera» indicaba más un fastidio por el hecho concreto de que se alterara la programación, que indiferencia ante lo que ocurre en Caracas. Hace ya mucho tiempo que lo que sucede allí no deja impasibles a los cubanos, pues el desempeño económico de la Isla está muy ligado a Venezuela. De hecho, miles de colaboradores cubanos prestan servicio allá, donde son un soporte fundamental a las “misiones” de salud, educación y cultura que lleva adelante el gobierno de Chávez, y raro es el cubano que, en su familia o en su entorno laboral más inmediato, no tiene a alguien que haya estado trabajando por dos o tres años en el país de Bolívar. Un humorista, en una sala teatral, incluso bromea con que ir a Venezuela “no es un vuelo internacional, sino nacional”.
Por otra parte, 100 000 barriles de petróleo surcan diariamente el mar Caribe en dirección a los puertos cubanos. La Isla, que en estos momentos mira esperanzada hacia la explotación de la Zona Económica Exclusiva del Golfo de México, espera tener allí a la mano unos 20 000 millones de barriles de crudo en el futuro, pero hasta que esas inversiones se concreten y rindan fruto, seguirá necesitando combustible venezolano a precios razonables. Inversiones conjuntas en el sector petroquímico, como la ampliación de la refinería de Cienfuegos (centro-sur), confluyen también en el panorama de la colaboración bilateral.
En el análisis que efectúa el cubano común, ese entrelazamiento es posible gracias, más que nada, a los fuertes nexos personales del ex presidente Fidel Castro y el actual mandatario Raúl Castro, con el presidente venezolano. De hecho, en la prensa local aparecen con frecuencia referencias a cómo comenzó esa relación en 1994, cuando Chávez, amnistiado tras dos años de cárcel por su participación en el levantamiento armado de 1992, llegó a La Habana y, para su sorpresa, fue recibido en el aeropuerto José Martí por el propio Fidel Castro. Este siguió después con atención su conferencia en la Universidad de La Habana y “caló” en él al potencial jefe de Estado.
Esperando que siga Chávez
Los cubanos recuerdan la aguda crisis que afectó al país en la primera mitad de los años 90 –época de agobiantes cortes de energía por la escasez de combustible–, y son conscientes de que la estabilidad de Venezuela es un elemento básico para la seguridad del edificio económico isleño. Por eso cubanos vinculan la posibilidad de que los cambios económicos emprendidos por el gobierno de Raúl Castro aporten resultados, con la permanencia de Chávez en el poder. Él es el rostro más visible y confiable del proceso, pues el gabinete venezolano ha sido remodelado en tantas ocasiones, que no ha permitido al público familiarizarse con otras figuras garantes de la perdurabilidad de la “Revolución bolivariana”.
Así como entre el 11 y el 13 de abril de 2002 los cubanos se mantuvieron muy atentos al desarrollo de los acontecimientos —golpe de Estado-movilización popular-regreso de Chávez—, también lo estuvieron en los días de la enfermedad del mandatario. Y notaban la sutileza de que el gobernante venezolano aparecía en pantalla leyendo periódicos del día para alejar sospechas de trucaje y especulaciones sobre una mayor gravedad.
A nadie extrañe, pues, que al regreso a Caracas, Chávez haya volado con lo más granado de la medicina cubana. En la “batalla” que el venezolano ha dicho se libra en su propio cuerpo, la “victoria” es un asunto que trasciende su anatomía e importa más allá de las fronteras venezolanas.