Gerontocracia Sindical Mexicana: ¿Nuevas reglas y mismos rostros?

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Sede del Sindicato Nacional de Trabajadores del Seguro Social en Guadalajara (foto: JRomero04/Shutterstock)

Ciudad de México.— En México resulta interesante observar las características de algunos de los denominados “factores de poder”. Nos referimos, en concreto, a los llamados coloquialmente y casi con ironía “líderes sindicales”, y particularmente a dos variables: su edad y su permanencia en el cargo.

En cuanto a lo primero, se podría hablar de una gerontocracia sindical. Respecto a lo segundo –la permanencia en el cargo–, es frecuente que, “guardando las formas”, los líderes sindicales hagan posesión de las secretarías generales de forma vitalicia. Eso sí, respetando la voluntad de los trabajadores que los eligen o reeligen de forma “auténtica y democrática” y a veces “sin oponentes”. El panorama resultante tiene tintes kafkianos.

Así, los líderes se van haciendo ancianos en los liderazgos a través de elecciones o reelecciones con voto indirecto o a mano alzada. Esto genera un anecdotario abundante sobre su vigor y capacidad para ejercer como secretarios generales de sus agrupaciones, especialmente llamativa ante un modelo laboral que está sufriendo cambios radicales y aspira a encontrar la verdadera democracia y representatividad a través de nuevos mecanismos de votación libre, directa y secreta. La reforma legal que busca romper estas prácticas entró en vigor en 2019, y aún enfrenta la resistencia de las grandes centrales obreras del país, que buscan la forma de cumplir sin alterar el statu quo.

Un vistazo a los números nos permite obtener algunas lecturas interesantes: de los doce sindicatos más importantes de México, que agrupan a unos 24 millones de trabajadores (la población laboral en México es de casi 60 millones), la edad promedio de los líderes es de 70 años, y aunque hay un par de casos notables (dos de 50 años bajos), uno de ellos ascendió al poder por la muerte de su padre y el otro se convirtió de empresario a líder sindical en la administración del presidente saliente Andrés Manuel López Obrador.

En cuanto a los años de permanencia también hay casos que invitan a algunas reflexiones: destaca el líder de los telefonistas con 48 años en el poder, seguido de otros con más de 20 años, que, aunque podrían tener más antigüedad como secretarios generales, han ocupado dichas posiciones después de un largo reinado de sus antecesores.

Junto con estas dos variables (edad y permanencia), es posible encontrar algunos denominadores comunes, por ejemplo en la forma en que llegan a las secretarías generales de su agrupaciones (sean sindicatos, federaciones o confederaciones). Tradicionalmente lo hacen renegando de sus antecesores, a quienes les reclaman obstaculizar la elección democrática y la alternancia; así, llegan… para quedarse. Otras veces se convierten en presidentes del sindicato cuando el anterior muere: bien heredan el cargo, o bien se aprovechan de un efímero espacio democrático para luego eternizarse en el poder.

Pero también hay que reflexionar sobre algunas tendencias de fondo que explican este fenómeno de liderazgos vitalicios y seniles. Por ejemplo, la alta dispersión del trabajo y sus nuevas modalidades, que dificultan la afiliación, o el desencanto de las nuevas generaciones con los sindicatos y el desprestigio de los líderes sindicales, muchas veces ganado a pulso desde la corrupción y el desinterés por sus agremiados.

Aunque la alternancia sindical mexicana, con sus plausibles y previsibles consecuencias de liderazgos más jóvenes y entusiastas, es un camino con mucho trecho por recorrer, el futuro parece más prometedor con la reforma laboral del año 2019, que obliga a los sindicatos a celebrar, paulatinamente, procesos más democráticos que las viejas prácticas que por décadas propiciaron una clase sindical senil y enquistada.

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