Lima.— Las banderas en las instituciones públicas del Perú están a media asta, de acuerdo al protocolo por el fallecimiento de un jefe de Estado. El expresidente Alberto Fujimori murió el 11 de septiembre en la casa de su hija Keiko, a consecuencia del cáncer que padecía desde hace años.
Tenía 86 años, y meses antes había alborotado el ambiente político inscribiéndose en el partido de su hija Keiko y pensando en ser candidato a presidente o a senador. Ha publicado el primer tomo –El intruso (648 páginas)– de sus memorias, La palabra del Chino, y un pequeño libro: Chávin de Huantar. El rescate soñado.
Gobernó el país de 1990 a 2000, en dos periodos seguidos. Venció a Mario Vargas Llosa en su primer quinquenio y a Javier Pérez de Cuéllar en el segundo. La eficacia y la popularidad de Fujimori se debían en parte a sus viajes de fin de semana a las ciudades, pueblos y aldeas del país, donde preguntaban qué necesitaban. De las respuestas elegía una o dos y encargaba al ministro del correspondiente sector que las resolviera de inmediato. Después, volvía al lugar y les decía que había cumplido su palabra.
Autogolpe, y mano dura contra el terror
El 5 de abril de 1992 Fujimori dio un autogolpe, en un acto temerario. Pasamos del Estado de derecho a una situación de hecho. Desde el poder ejecutivo, que legítimamente ocupaba, disolvió el Parlamento e intervino en el poder judicial, el Tribunal de Garantías Constitucionales, el Consejo Nacional de la Magistratura y el Ministerio Público. Su autogolpe fue civil, no militar. La libertad y el orden estaban amenazados por Sendero Luminoso. Impuso así un liderazgo autocrático por unos meses, lo que le permitió convocar una Asamblea Constituyente que redactó una nueva Carta Magna, ampliamente ratificada en un referéndum.
El entonces presidente Fujimori propinó fuertes golpes a los dos grupos terroristas que asolaban a la sociedad peruana y dejó al país pacificado
Gracias a ello pudo derrotar el terrorismo de la organización comunista Sendero Luminoso (SL), uno de los más crueles movimientos de violencia homicida, y del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), que asaltó la residencia del embajador japonés en Lima, e hizo rehenes a muchos ciudadanos japoneses y peruanos durante cuatro meses.
El 12 de setiembre de 1992 detuvo al líder de SL, Abimael Guzmán, logró acorralar a los pocos senderistas supervivientes a la zona rural de la sierra central y acabó con el MRTA en la liberación de la vivienda del embajador japonés el 22 de abril de 1997, en una acción audaz y efectiva llamada Operación Chavín de Huantar. Dejó al país pacificado.
Privatizaciones y ajustes
El primer presidente del Consejo de Ministros y ministro de Economía de Fujimori, Juan Carlos Hurtado Miller, anunció el 8 de agosto de 1990 un fujishock para enfrentar la hiperinflación heredada de los gobiernos anteriores. Después de oír el discurso, en que el propio ministro anunciaba sacrificios al cortísimo plazo para ir después a una estabilización de la moneda, concluyó diciendo con una sinceridad que le salía del alma: “¡Que Dios nos ayude!”, y provocó una emoción colectiva, más allá de los datos económicos. La población comprendió que no quedaba otra salida que apoyar las medidas y ajustarse los cinturones. No hubo huelgas ni disturbios.
Bajo el mandato de Fujimori, Perú se reincorporó al sistema financiero internacional, tras negociar su deuda externa
La nueva Constitución fijó la economía social de mercado y la autonomía del Banco Central de Reserva (BCRP), de tal manera que impulsó una economía libre que ha favorecido el desarrollo de la sociedad, a pesar de los pésimos avatares políticos de las últimas décadas. El presupuesto general de la República no puede incluir aportes del BCRP, institución independiente que no otorga préstamos al Estado. La política cambiaria tiene una ínfima devaluación del sol, con respecto al euro o al dólar.
Entre las reformas más llamativas en el campo económico durante el mandato de Fujimori está la privatización de empresas estatales, como la telefonía, que fue entregada a la empresa española Telefónica, y la reincorporación del Perú al sistema financiero internacional, tras negociar la deuda externa.
Paz con Ecuador
Fujimori logró un acuerdo definitivo con Ecuador sobre la frontera común, que venía siendo disputada por más de cincuenta años. El presidente ecuatoriano Jamil Mahuad, que gobernó constitucionalmente del 10 de agosto de 1998 al 21 de enero de 2000, firmó con su homólogo peruano, en Brasilia, el acta de paz entre ambas naciones.
Que yo sepa, solamente se ha hablado de proponer a dos peruanos para el premio Nobel de la Paz. El primero fue José Luis Bustamante y Rivero, que gracias a su prestigio internacional había sido designado mediador en el conflicto fronterizo entre El Salvador y Honduras, agravado tras la llamada Guerra del Fútbol (1969). Este proceso culminó con la firma del tratado general de paz el 30 de octubre de 1980 en Lima.
El otro fue Alberto Fujimori, con Jamil Mahuad, presidente de Ecuador, por haber resuelto el conflicto fronterizo entre ambos países. La idea de postular a ambos mandatarios la sugirió el presidente boliviano Hugo Bánzer, en su gobierno democrático. La mezquindad de los opositores de ambos mandatarios, el uno de origen libanés, y el otro de origen japonés, impidieron llevar a cabo esa propuesta razonable, que casi ni se comentó en los medios de comunicación.
Exiliado, preso, querido, odiado…
La clase política peruana está dividida en fujimoristas y antifujimoristas, hasta el punto de que la hija de Alberto Fujimori ha perdido por pocos votos en la segunda vuelta las tres últimas elecciones presidenciales. Por este motivo se acusó al Jurado Nacional de Elecciones de corrupción, especialmente en la última elección, que ganó Pedro Castillo y fue proclamado sin tener en cuenta las observaciones de Keiko, hija de Fujimori y quien es hoy una de las figuras más destacadas de la política, a pesar de sus tres derrotas. Se ignora si tentará la suerte en los comicios presidenciales de 2026.
El error más grande de la gestión de Fujimori fue promover una campaña de esterilización en el país, algo por lo que fue acusado, especialmente por propiciar esterilizaciones forzadas, algunas de las cuales tuvieron que ser reconocidas y compensadas con indemnizaciones.
Los críticos le acusan igualmente de intentar gobernar un tercer periodo, lo que hubiera sido inconstitucional. Se presentó a las elecciones y las ganó, pero cuando se descubrió que un asesor suyo chantajeaba a los parlamentarios para que votaran a favor del gobierno, su popularidad bajó.
En 2000, aprovechando un viaje a Asia para una reunión internacional, envió desde Tokio su renuncia al cargo de presidente por fax, pero el Congreso lo rechazó y lo vacó como jefe de Estado. Asilado en Japón, viajó a Chile, de donde fue extraditado al Perú. Fue procesado y condenado por siete cargos y cumplió 16 años de prisión. Yo lo visité un vez: estaba en un local policial adaptado para prisión unipersonal, en su calidad de expresidente, con un dormitorio, sala de estar-comedor y baño. Un indulto del presidente Pedro Pablo Kuczynski le permitió recuperar su libertad.
Como los políticos, también la opinión pública peruana está dividida sobre Alberto Fujimori, casi al 50 por ciento. Dependiendo de la edad, de la región y de lo que haya escuchado cada uno en su casa, el difunto mandatario tiene más partidarios o más detractores.
Junto al titular que anuncia la muerte de Fujimori, el diario Expreso se pregunta en gruesos caracteres: “¿Se acabará el odio?”. Fujimori tenía un talante autoritario, con la obsesión por permanecer en el poder, reflexiona el rotativo Gestión, lo que molestó a muchos peruanos. Y el periódico El Comercio termina su editorial haciendo votos para que la polarización que generó su figura no divida más a los peruanos.