Barranquilla.— Corría el año 2021 cuando en medio de la campaña para las elecciones presidenciales de Colombia, Gustavo Petro prometió acabar con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) en tres meses si ganaba. Hoy, transcurridos casi dos años y medio de su mandato, esta guerrilla y algunos otros grupos armados han generado focos de violencia en la región del Catatumbo, con el resultado de 56 muertos y unos 50.000 desplazados, según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) en su informe del mes de febrero.
A finales del año pasado y comienzos de este, la guerrilla del ELN desató una ola de terror en el Catatumbo, al noreste del país, en los límites con Venezuela. En medio de un clamor general por la paz en la región, el presidente ha anunciado medidas de choque, entre ellas la declaración de conmoción interior –figura constitucional que faculta al presidente para tomar decisiones por decreto, sin necesidad de debate en el Senado–, a fin de restaurar el orden. Sin embargo, la violencia continúa, sin que el relevo en el Ministerio de Defensa se muestre como medida eficiente para atajarla.
Una frontera porosa
Catatumbo es el nombre del río que recorre toda esta región fronteriza con Venezuela y llega al lago Maracaibo, en el país vecino. Este territorio tradicionalmente había sido ocupado por comunidades indígenas y gitanas, hasta que el ejército hizo presencia para asegurar la zona y prepararla para la explotación de petróleo.
Los grupos armados comenzaron a llegar al Catatumbo en la década de los 70. Primero se instaló el Ejército Popular de Liberación y luego el ELN, que ha mantenido su presencia en la zona hasta la actualidad, dedicado a la explotación ilegal de petróleo, la extorsión y los cultivos ilícitos.
También se establecieron allí grupos paramilitares, que causaron graves enfrentamientos en la década de los 90 y principios de los 2000. Recientemente se ha desatado la violencia entre el ELN y miembros de las disidencias de las FARC, que luego de la firma del Acuerdo de Paz del 2016 siguieron delinquiendo en la zona fronteriza y se disputan las rutas de narcotráfico y el control territorial con el ELN.
Guerra por el dominio del territorio
A comienzos de 2025, la guerra entre el Frente Nororiental del ELN y el Frente 33 de las FARC alcanzó niveles críticos de violencia, con enfrentamientos directos entre ambos, y la población civil en medio. También se han conocido videos de ataques con drones y otras acciones indiscriminadas en todo el Catatumbo.
El ELN y las disidencias de las FARC se disputan el dominio del territorio y de las rutas del narcotráfico
Según personas expertas, en el Catatumbo se vivía una especie de “convivencia” entre el ELN y las disidencias de las FARC, que desde el 2018 tenían una serie de acuerdos sobre reparto de territorios y negocios. Con el inicio de los diálogos de paz entre el ELN y el Gobierno en el marco de la “paz total” de Gustavo Petro, se presentaron algunos quebrantos de esta convivencia, pero fue con la ruptura de los diálogos a mediados del 2024 que se desató la violencia y aumentaron los enfrentamientos.
La raíz de esta disputa está en qué grupo dominará la zona y tendrá el monopolio de la fuerza y de las rutas del narcotráfico que conectan con Venezuela y el Atlántico. El que se imponga se asegurará una zona con recursos naturales abundantes, bosques que permiten ocultarse y una gran extensión de tierras fértiles para cultivar y procesar coca. De acuerdo a un informe de Naciones Unidas de 2024, se estima que el Catatumbo contaba en 2023 con al menos 43.000 hectáreas de cocales.
Reacción del Estado
Cuando se difundieron las primeras noticias sobre enfrentamientos armados, a mediados de enero, el Gobierno colombiano comenzó un despliegue de fuerzas en el territorio, acompañado también de iniciativas institucionales y de la declaración de conmoción interior. Dentro de los decretos expedidos se destacan medidas como el aumento del presupuesto para proyectos agropecuarios del Catatumbo, junto con alivios financieros en préstamos; priorización de familias y personas desplazadas en la asignación de tierras para garantizar su retorno o permanencia en el territorio, así como una serie de disposiciones de orden público que buscan restringir la importación y circulación de productos químicos relacionados con la producción de cocaína.
Igualmente, una de las medidas más importantes que tomó el presidente Petro frente a la crisis del Catatumbo fue el cambio de su ministro de Defensa, Iván Velásquez, por el general Pedro Sánchez, rompiendo así una tradición, de más de treinta años, de confiar esa cartera a un civil y no un militar activo. Con este cambio, se espera que las fuerzas armadas tengan un enfoque más operacional, destinado a enfrentar directamente las múltiples amenazas de grupos armados en todo el país. En sus más recientes declaraciones, el nuevo ministro ha dicho que no descarta el bombardeo en la región, aunque lo contempla como última opción.
¿Y Venezuela qué?
Venezuela, además de ser garante en los diálogos entre el Estado colombiano y la guerrilla del ELN, se ha convertido, por su cercanía al Catatumbo, en territorio de paso para las guerrillas, por lo que todo lo que suceda, bien sea en el proceso de paz o en el orden público, afecta las relaciones entre ambos Gobiernos.
El Catatumbo podría ser el mayor éxito o el mayor fracaso del Gobierno de Petro
De acuerdo a varios analistas, el orden público en el Catatumbo comenzó a deteriorarse considerablemente luego de las elecciones en el país vecino y la decisión tomada por el Gobierno colombiano de no reconocerlas mientras no se publiquen las actas. El consiguiente enfriamiento de las relaciones se siente en zonas fronterizas y en las dinámicas del conflicto, pues desde hace algunos años, el ELN ha operado abiertamente en los dos países, convirtiendo el Catatumbo en su fortaleza, tanto militar como económica. Mientras siga el distanciamiento entre los Gobiernos y Venezuela mantenga su oficio de garante en el proceso de paz, la situación en el Catatumbo seguirá siendo incierta.
Peligro para la “paz total”
La idea de la “paz total” es tal vez uno de los proyectos insignia del Gobierno de Petro, pues desde que asumió la presidencia subrayó su deseo de generar procesos de paz no sólo con el ELN, sino también con otros grupos armados que operan en el país. Sin embargo, pese a sus ideas de sustitución voluntaria de cultivos ilícitos, acompañada de inversión social en los territorios más afectados por la violencia, a día de hoy no hay un solo proceso de paz en el país que haya tenido éxito. Por el contrario, parece que, tal como las FARC aprovecharon los diálogos de paz en el 2000 para fortalecerse, el ELN ha reforzado su presencia y actividad en el territorio colombiano durante la presidencia de Petro, aumentando la percepción de inseguridad en los ciudadanos y alimentando focos de violencia en diferentes regiones.
En medio de todas estas variables, se encuentra también el nombramiento de un militar como ministro de Defensa, cuyo desempeño también servirá para medir la efectividad del Gobierno y la disposición de la población a apoyar proyectos que se centren más en combatir a las guerrillas que en los programas sociales. Todo ello, en un clima político que ha comenzado a polarizarse fuertemente por el anuncio del presidente de convocar una consulta popular para aprobar reformas sociales que fueron rechazadas en el Senado.
El Catatumbo podría ser el mayor éxito o el mayor fracaso del Gobierno de Petro, pues de mostrar resultados positivos, cumpliría al menos con una de sus promesas de campaña, que era acabar con el ELN (aunque no lo hizo en tres meses). Por el contrario, si no logra contener los enfrentamientos y traer calma a la región, su estrategia habrá servido para fortalecer a la guerrilla y legar al Gobierno venidero un problema agudo de seguridad.