Chile: ¿Podemos vs. Vox?

publicado
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José Antonio Kast (CC: Biblioteca del Congreso Nacional) y Gabriel Boric (CC: Mediabanco Agencia)

(Actualizado el 22-11-2021)

Santiago.— Después de treinta años de gobiernos de centroizquierda y centroderecha, Chile se ve enfrentado este domingo a una elección presidencial donde probablemente pasarán a segunda vuelta Gabriel Boric, del Frente Amplio (una agrupación que sigue el modelo del Podemos español), en alianza con el Partido Comunista, y el líder derechista José Antonio Kast, comparable a Vox en algunas cuestiones. [*]

Durante el siglo XIX Chile, un país relativamente pobre, alcanzó estabilidad institucional y crecimiento económico con una fórmula promovida por el principal de los intelectuales que ha vivido en esas tierras, el venezolano Andrés Bello (1781-1865): solo puede haber libertad dentro del orden y el orden exige un respeto irrestricto a la ley. La propuesta parece sencilla y su vigencia coincide con los períodos de bonanza de ese país, incluida su transición a la democracia en 1990 después del régimen de Pinochet. Pero Chile es un país sísmico y cada tres o cuatro décadas su paz se ve turbada por convulsiones sociales. La última, cuyos efectos todavía perduran, tuvo lugar en octubre de 2019, con una violencia inusitada: destrucción de decenas de estaciones del metro; quema de iglesias, bienes públicos y supermercados; y graves desórdenes callejeros. A esos hechos delictuales se sumó una amplia protesta social, sin líderes ni banderas definidos, que expresaba un malestar difuso pero masivo, si bien resulta difícilmente comprensible para los miles de inmigrantes que han llegado al país en los últimos años.

Para enfrentar la crisis, los partidos políticos acordaron realizar un plebiscito para contar con una nueva constitución. La idea fue validada por la mayoría de la población (80%) y luego se eligió una convención constituyente donde distintas fuerzas de izquierda, algunas bastante radicales, tienen una representación mayoritaria, si bien la aprobación de un nuevo texto fundamental requerirá el apoyo 2/3 de los constituyentes y luego su ratificación en un plebiscito.

Boric contra la “vieja política”

El escenario anterior ha traído mucha incertidumbre, agravada por la pandemia, dificultades económicas y la próxima elección presidencial y de buena parte del congreso el próximo domingo 21, pero aquí se están produciendo algunas sorpresas. Hace un año, el primer lugar en las encuestas lo ocupaban de manera indisputada dos alcaldes: Joaquín Lavín, el eterno candidato presidencial de la centroderecha, y Daniel Jadue, un comunista. Pero en las primarias del pasado julio ambas figuras quedaron fuera y desde entonces el panorama político chileno ha sido muy volátil. Por algunos meses pareció que el futuro presidente iba a ser Gabriel Boric (35 años), el candidato del Frente Amplio, una agrupación que explícitamente se inspira en el Podemos español, en alianza con los comunistas.

El crecimiento del Frente Amplio ha sido sostenido en los últimos años. Ha ejercido una crítica implacable a la “vieja política”; reniega de los avances económicos y políticos de la transición a la democracia que la centroizquierda llevó a cabo a partir de 1990 gracias a la “democracia de los acuerdos” con la centroderecha; mantiene un discurso progresista radical en materias morales y promueve una economía de corte claramente socialista; además, busca subir los impuestos, limitar la iniciativa privada en materia educativa, restringir la autoridad de los padres y poner la preocupación ecológica como criterio central de la política económica.

La agrupación de Boric tiene un amplio respaldo en las generaciones menores de 35 años, particularmente en los medios universitarios y ha obtenido muy buenos resultados electorales en el ámbito municipal. Sin embargo, su actitud frente a la violencia, que se manifestó con especial crudeza hace unas semanas en el segundo aniversario de los disturbios de octubre de 2019, ha sido particularmente tibia o derechamente complaciente. Muchos de sus seguidores han envuelto a la violencia con un halo romántico y el resto considera que fue un medio necesario para abrir la puerta a las transformaciones sociales que se esperan.

Los chilenos han mostrado que quieren dos cosas aparentemente contradictorias: de una parte, piden cambios; pero de otra desean estabilidad

Orden público, la carta de Kast

En Chile hay en la actualidad tres tipos de violencia: la que responde a los grupos de izquierda radical y el anarquismo; la que ejerce el narcotráfico, que tiene una fuerte presencia en algunos sectores de Santiago, donde cada vez se advierte una mayor actividad de bandas colombianas y mexicanas, y la más grave, la que se ha extendido en el Sur de Chile, en la zona de la Araucanía. Se trata de una región con un alto porcentaje de mapuches, que siempre ha sido el principal bastión electoral de la derecha. Sin embargo, desde hace un par de décadas actúan allí grupos muy radicales que, amparados en la “deuda histórica” que Chile tiene respecto de esa etnia (la expresión es de Gonzalo Vial, un historiador conservador), realizan violentos atentados terroristas: incendios forestales, quema de templos católicos y evangélicos (la abrumadora mayoría de los mapuches son cristianos), cortes de carreteras, quema de camiones y ocupación por la fuerza de propiedades agrícolas. El narcotráfico vio aquí una gran oportunidad y los provee de armas y financiamiento.

Toda esta situación ha traído un resultado inesperado, que es el debilitamiento del centro político. Así, como contrapartida de las posturas de la izquierda de Boric y el auge de la violencia, se ha producido un rápido crecimiento del apoyo a José Antonio Kast (55 años), un candidato que en los últimos años solo había bordeado el 10% de apoyo. Aunque se trata de un político de mucha experiencia, hasta ahora no parece haberse visto afectado por el repudio a la política tradicional. Siempre mantuvo una actitud crítica tanto frente a la izquierda como al gobierno actual, del político-empresario Sebastián Piñera, que sufre un fuerte rechazo de la población, solo atemperado por sus éxitos en la vacunación y el control de la pandemia.

La figura de Kast aglutina grupos sociales muy diversos: de partida, el electorado conservador, particularmente entre los evangélicos, pero también a los partidarios del libremercado y, muy especialmente, a los que buscan orden y el término de la violencia. Esta última razón podría explicar su creciente apoyo entre los sectores más desfavorecidos, que deben sufrir a diario las consecuencias del desorden. Además, ellos miran con buenos ojos sus propuestas de poner límites a la inmigración ilegal. Por otra parte, su tono sereno difiere de las estridencias de otras figuras de la derecha latinoamericana, aunque sus adversarios no pierden la oportunidad de caracterizarlo como extremista, una imagen que se ha visto favorecida por ciertas propuestas suyas de tono autoritario, como ampliar desmesuradamente las facultades presidenciales en ciertos estados de excepción.

Una disyuntiva llena de incógnitas

El hecho es que, en este momento, los chilenos están muy divididos y de manera inevitable un espectador europeo asimilará esta elección a un enfrentamiento entre Podemos y Vox. En todo caso, la tarea del próximo presidente será particularmente difícil. Boric no parece ser consciente de que sus propuestas de reforma social serán imposibles sin ese crecimiento económico que, en la práctica, desalienta. El discurso de Kast a favor del orden, la familia y la libertad económica se verá enfrentado a un parlamento de izquierda que no aprobará sus iniciativas legales. Además, el candidato derechista pone grandes esperanzas en una disminución del tamaño del Estado y una reducción de los impuestos, pero, en las circunstancias actuales, estas iniciativas no parecen muy viables e incluso han sido criticadas por economistas serios de diversas tendencias políticas.

Kast es reconocido como un notable polemista y se esperaba que el último debate presidencial, que tuvo lugar esta semana, fuera su gran oportunidad para consolidar su ascenso. Sin embargo, tuvo un pobre desempeño y no logró salir airoso del ataque de los cinco candidatos restantes y los periodistas que conducían el acto. En una elección tan incierta como esta, un traspié semejante puede costarle caro.

El futuro presidente tendrá a su favor una economía que todavía muestra cierta solidez y una tradición institucional que, al menos en comparación con otros países de la región, es más estable. Con razón o sin ella, las quejas de los chilenos parecen risibles a muchos de sus vecinos. Ahora bien, quien gane en segunda vuelta el 19 de diciembre deberá tener en cuenta que los ciudadanos han mostrado de manera reiterada que quieren dos cosas aparentemente contradictorias: de una parte, piden cambios; pero de otra desean estabilidad. Por eso, desde 2006 han elegido alternadamente a la socialista Michelle Bachelet y al centroderechista Sebastián Piñera, sin que en ningún caso queden conformes. En un escenario tan polarizado como este quizá sea posible llegar a la presidencia sin entender cabalmente esos reclamos de cambio dentro del orden y la legalidad, pero para gobernar el país se requiere mucho más.

Joaquín García-Huidobro
Profesor del Instituto de Filosofía de la Universidad de los Andes, columnista político del diario El Mercurio. Autor de Bencina y pasto seco. La crisis chilena en perspectiva (1990-2020)

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[*] Resultado de la elección: Primer puesto, José Antonio Kast (27,9% de los votos); segundo, Gabriel Boric (25,8%). Ambos pasan a la segunda vuelta.

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