De la Fuente y las madres

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El seleccionador nacional español Luis de la Fuente, lanzado al aire por los jugadores tras ganar la final de la Eurocopa 2024 en Berlín, el 14 de julio (foto: Tom Weller/dpa/Europa Press)

Que lo mejor que le ha pasado a nuestra malherida España últimamente es la selección del fútbol lo han explicado esta semana muchos. Incluso antes de vencer en la final de la Eurocopa.

Pero para tener una selección así, que, además de ganar partidos, consiga poner de acuerdo a un país, hace falta un padre y una madre… o varias.

Del “padre” se ha hablado bastante estos días. Y con razón. Mientras los veo alzar la copa, no me canso de mirar a ese hombre aparentemente gris, desconocido para muchos –desde luego, para mí– hasta hace un par de semanas, que lleva meses presumiendo de sus chicos y que ahora continúa echándoles piropos… mientras afirma que tienen todavía mucho por crecer. Porque no es incompatible ser el mejor y poder mejorar. Lo que viene siendo la suma de confianza y defensa del esfuerzo de toda la vida. Todo muy tradicional. Y muy verdadero. Como lo de declararse creyente y “rezador” sin importarte quién te sirva el canutazo.

Y si no quito los ojos de Luis de la Fuente –ahora mismo lo veo en segundo plano, aplaudiendo, feliz, pero sin robar un ápice de protagonismo a los que se han batido el cobre en la hierba– me encantaría ver también en el campo a María Althuer y Chari Peña, las madres de Nico Williams y de Fabián.

La primera cuadró a su hijo cuando quiso comprarse un coche que ella no consideró oportuno para un chaval de 18 años, por mucho dinero que tuviese. Seguro que en el consejo pesó el penoso viaje que emprendió desde Ghana, embarazada, para llegar a España buscando un futuro mejor para sus hijos.

La segunda trabajaba para sacar a la familia adelante limpiando las instalaciones donde jugaba un Fabián adolescente. Cuenta el jugador que se prometió sacar a su madre de ese trabajo y que su gran alegría fue conseguirlo… Conseguirlo, con matices, porque su madre es una curranta nata y no es fácil que descanse.

Son solo dos historias. Seguro que hay más. Más madres –y padres– que, antes que el entrenador, confiaron en sus hijos y les inocularon el magnífico y necesario virus de la humildad y el esfuerzo.

Cuando llegó De la Fuente, y sin quitarle ningún mérito, una gran parte del trabajo estaba hecho.

Por eso ayer, de alguna manera, María y Chari estaban también levantando la copa.

Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta

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