Un Jubileo para sacar al mundo del atolladero

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Un Jubileo para sacar al mundo del atolladero
El Papa Francisco inaugura el Jubileo 2025 con la apertura de la Puerta Santa el pasado 24 de diciembre (foto: DPA vía Europa Press)

Cuando hace unos años plantearon al papa Francisco qué hilo conductor debería seguir el Jubileo 2025, viendo el rumbo que estaba tomando la sociedad pidió que fuera un “Jubileo de la Esperanza”. Según su proyecto, por un lado, se trata de que cada católico se pregunte si sostiene su esperanza sobre cimientos equivocados como el éxito, la cuenta corriente o la prosperidad, o si está “construida sobre roca”. Por otro, de movilizar a los creyentes para que con “gestos de esperanza” ayuden a sus contemporáneos a salir de la angustia provocada por las crisis de nuestro tiempo.

Es curioso cómo el tema al que cada Papa dedica el jubileo refleja más la situación del mundo que le tocó vivir que la de la Iglesia. Por ejemplo, con el de 1950, justo después de la II Guerra Mundial, Pío XII propuso la reconciliación y la reconstrucción moral después de que la sociedad occidental hubiera tocado fondo con el conflicto.

Para el siguiente, en 1975, en plena guerra fría y bajo los ecos de la contestación estudiantil del 68 y las protestas contra la guerra del Vietnam, el papa Pablo VI quiso que el Jubileo hablase sobre la unidad en el mundo y la unidad en la Iglesia. Para predicar con el ejemplo, durante una ceremonia el entonces Pontífice besó los pies del representante del patriarca de Constantinopla, líder de la Iglesia ortodoxa.

En el año 2000, con la explosión de la globalización, Juan Pablo II celebró a Cristo como sentido de la vida del hombre, como paradigma que ilumina la antropología humana y explica qué es y quién es el ser humano. Así mostró a la Iglesia que para navegar en el tercer milenio debía colaborar con personas de todas las religiones, apreciar el vínculo con los demás cristianos y pedir perdón por los pecados de los representantes de la Iglesia.

Francisco pide a los creyentes “gestos de esperanza” que ayuden a sus contemporáneos a mirar más allá de las crisis mundiales

Igual que sus predecesores, Francisco, mirando a largo plazo y viendo las nubes negras que se acumulaban ante el panorama, después de la pandemia del COVID19 y con el recrudecimiento de la “tercera guerra mundial”, intuyó que sería decisivo insuflar esperanza a la sociedad.

En la perspectiva del Papa Francisco no se trata de una virtud “pasiva”, –la esperanza “no es un final feliz que hay que esperar pasivamente”, dijo en la apertura del Jubileo–, sino una exigente tarea. Así, en esa homilía mostró que la idea de este año es invitar en primer lugar a los católicos a “llevar esperanza allí donde se ha perdido; allí donde la vida está herida, en las expectativas traicionadas, en los sueños rotos, en los fracasos que destrozan el corazón, en el cansancio de quien no puede más, en la soledad amarga de quien se siente derrotado, en el sufrimiento que devasta el alma, en los días largos y vacíos de los presos, en las habitaciones estrechas y frías de los pobres, en los lugares profanados por la guerra y la violencia”.

El primer Jubileo de la Iglesia católica se remonta al año 1300. Se conserva un fresco de Giotto de aquel tiempo en la basílica de San Juan de Letrán, que muestra cómo Bonifacio VIII lo convoca. En aquel entonces no había “puertas santas”, esta tradición es de dos siglos más tarde, pero sí el elemento fundamental de todo año santo, la “indulgencia jubilar”.

La “indulgencia jubilar” se inspira en una norma de Moisés que recoge el Levítico. El patriarca estableció que cada siete años sabáticos, o sea cada 49 años, fuera celebrado un “año sabático especial” durante el que serían perdonadas las deudas, restituidas las tierras vendidas y puestos en libertad los esclavos. Con el Jubileo, la Iglesia católica aplica ese mismo criterio desproporcionado a las deudas pendientes por los pecados confesados. Como explica el Papa en la bula de convocatoria del Jubileo, “cada pecado deja una huella y supone unas consecuencias; no sólo exteriores, en cuanto resultado del mal cometido, sino también interiores, en cuanto todo pecado, incluso venial, entraña apego desordenado a las criaturas que es necesario purificar, sea aquí abajo, sea después de la muerte, en el estado que se llama Purgatorio. Por lo tanto, en nuestra humanidad débil y atraída por el mal, permanecen los ‘efectos residuales del pecado’. Estos son removidos por la indulgencia”.

Para recibirla, a lo largo de los siglos, miles de millones de peregrinos se han aventurado a viajar al Vaticano para atravesar la “puerta santa” durante un Jubileo y obtener la indulgencia. Con esa misma esperanza, más de medio millón de personas han atravesado la “puerta santa” desde que Francisco la abrió la pasada Nochebuena, y lo harán al menos otros 30 millones a lo largo de este año. Para quienes no puedan viajar a Roma, el Papa ha establecido que en cada diócesis haya una “iglesia jubilar” en la que obtener la indulgencia.

La idea de atravesar una “puerta santa” para obtener el jubileo se atribuye a un pontífice español, el valenciano Alejandro VI. Esta puerta se abre sólo en los años jubilares, y el resto del tiempo está cubierta por un muro. Para inaugurar el Jubileo, los papas solían retirar con un pico los últimos ladrillos que la tapiaban, pero ya desde el 2000, el muro se retira unos días antes y el pontífice se limita a abrir la puerta. Francisco la atravesó justo antes de la misa de Nochebuena, acompañado por familias, ancianos y niños de todos los continentes.

La “puerta santa” como meta de peregrinación es un modo pedagógico de recordar que se trata de un “camino” penitencial que no se puede recorrer en nombre de otra persona. Francisco la compara con “la puerta del corazón de Dios”, que “está siempre abierta”. Por eso, no se trata simplemente de pasar bajo su umbral, sino de “peregrinar” para que este camino tenga consecuencias en la propia vida. “Venid, dejémonos reconciliar con Dios, y así nos reconciliaremos con nosotros mismos y podremos reconciliarnos entre nosotros, incluso con nuestros enemigos”, pues “la misericordia de Dios desata todo nudo, abate todo muro que divide, disipa el odio y el espíritu de venganza”, propone.

Además de las “puertas santas” que hay en las cuatro basílicas papales de Roma, Francisco ha establecido que se abriera otra en la cárcel más grande de Italia, la de Rebibbia, en Roma, y fue personalmente a abrirla. A los 200 presos que asistieron conmovidos y orgullosos a la ceremonia les confió que su idea del Jubileo es “abrir los corazones”. “La gracia de un Jubileo es abrir de par en par. Cada uno sabe dónde tiene la puerta cerrada o medio cerrada a la esperanza. Tened el corazón abierto también en las situaciones difíciles, cada uno tiene las suyas, pues la esperanza no defrauda”, les dijo.

En esta tarea, Francisco se ha implicado en primera persona, y ha multiplicado por dos su agenda de encuentros con peregrinos de este año para encontrar al mayor número posible de personas. Hasta el próximo 6 de enero de 2026, cuando clausurará el Jubileo, prácticamente todas las semanas acogerá audiencias especiales y “jubileos” específicos dirigidos a grupos de peregrinos como por ejemplo gobernantes, influencers, policías o catequistas. Además, en el Jubileo de los Adolescentes, en abril, canonizará a Carlo Acutis, tendrá una vigilia ecuménica en el Coliseo para recordar a cristianos de todas las confesiones que han fallecido por dar testimonio de Cristo, y viajará a İznik (Turquía), la antigua Nicea, para conmemorar los 1.700 años de cuando los cristianos compusieron el Credo que siguen rezando y que siguen compartiendo.

También está movilizando a nuncios y cardenales para que ayuden a resolver los conflictos armados, especialmente en Medio Oriente y Europa, e impulsando iniciativas civiles y sociales como amnistías y propuestas de reinserción de exprisioneros, campañas contra el hambre y construcción de hospitales, o medidas para incentivar el empleo o para que los jóvenes puedan comprar una casa y construir una familia. Son también “gestos de esperanza” que mostrarían un nuevo panorama a la humanidad.

@javierMbrocal

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