Tras el impacto de la pandemia, la natalidad remonta en EE.UU. y otros países

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De una pandemia como la que “entretiene” al mundo desde 2020 se podía esperar, en cuestiones reproductivas, lo mismo que de un desastre natural de consecuencias duraderas: que convenciera a muchas personas en edad fértil de postergar el momento de tener hijos. Cuando cualquier problema es nada en comparación con la urgencia de preservar la vida, ¿acaso puede pensarse en algo más que en cómo llegar a mañana?

A la luz de los datos, la respuesta es “sí”: en EE.UU., muchos pensaron en tener hijos. De hecho, entre las estadounidenses de origen, en 2021 se incrementaron los nacimientos respecto a 2020 (aunque ojo: aún no se superan las cifras de 2019). Un estudio realizado por investigadores procedentes de varias universidades de EE.UU. y publicado por el National Bureau of Economic Research (NBER), halló que entre ellas se verificó un pequeño baby boom, que comenzó a partir de enero de 2021 (entre nueve y 11 meses después de irrumpir el coronavirus) y que terminó acercando la tasa total de fecundidad a los niveles pre-pandemia.

Al combinar los números de 2020, que muestran un declive de los nacimientos en este segmento poblacional (unos 28.500 menos que en 2019), y los del cierre de 2021, cuando nacieron más de 2.874.000 niños, los autores constataron un incremento neto de casi 46.000 niños para este grupo de madres respecto a 2020.

Como paréntesis, cabe decir que el modesto repunte pospandémico de la natalidad y la fecundidad no se circunscribió únicamente a EE.UU. También pudo apreciarse en varios países europeos. Los centros nacionales de estadísticas de Noruega, Francia y Dinamarca ilustran la tendencia con los siguientes datos:

 

N.º de nacimientos /
Tasa de fecundidad (hijos/mujer)
2019 2020 2021
Noruega 54.000
1,53
53.000
1,48
56.000
1,55
Francia 753.300
1,87
735.200
1,82
742.100
1,83
Dinamarca 61.000
1,69
60.900
1,67
63.400
1,72

 

Cuando el gobierno echa una mano

La remontada es una noticia positiva, por supuesto, pero es algo que, con las lecciones de la Historia en la mano, muy pocos se atrevían a pronosticar uno o dos años atrás. En Brookings, Melissa S. Kearney y Phillip Levine, investigadores de temas de familia, avistaban en junio de 2020 un cielo bastante más gris: “¿Medio millón de niños menos? La próxima crisis de los bebés del covid”.

En su artículo, se remitían a episodios de catástrofes pasadas para ilustrar lo que, en cuanto a natalidad, debía esperar EE.UU. Argumentaron, por ejemplo, con los efectos que ocasionó la gripe de 1918: la tasa de natalidad, usualmente de 24 por 1.000 habitantes en esa época, caía hasta los 21 en los momentos en que más decesos provocaba la pandemia. Los grandes picos de mortalidad, en abril y septiembre de 1918, así como entre el invierno de 1919 y la primavera siguiente, “se correspondieron con grandes descensos de los nacimientos. Determinar la causalidad es siempre difícil, pero la precisión con la que coinciden los picos sugiere fuertemente que se trata de una relación causal”.

De igual modo, Kearney y Levine trazaron un paralelo con la crisis económica mundial iniciada en 2007: ese año, la tasa de natalidad en EE.UU. fue de 69,1 nacimientos por cada 1.000 mujeres de 15 a 44 años, y cinco años después, había descendido a 63. Con los datos de los estados donde se destruyó más empleo, la conclusión a la que arribaron fue sencilla: “El aumento de un punto porcentual en el desempleo reduce la tasa de natalidad en un 1,4%”. Trasladados estos cálculos a la nueva situación del covid –solo entre mediados de marzo y todo abril de 2020 se perdieron 20,6 millones de puestos laborales en EE.UU.–, la presunción era que los hospitales de maternidad recibirían menos visitas que un islote de la Polinesia.

El gobierno federal gastó 650.000 millones de dólares en beneficios por desempleo pandémico, entre marzo de 2020 y septiembre de 2021

El vaticinio, sin embargo, no se cumplió. ¿Por qué? Entre otros factores, por la diferencia en la respuesta gubernamental ante la crisis del covid. Si en crisis pasadas la gente tuvo que arreglárselas por su cuenta lo mejor que pudo, en esta la Casa Blanca implementó fuertes programas de ayuda financiera a quienes habían perdido el empleo, lo que evitó que muchos aparcaran la paternidad sine die.

En esta ocasión, recuerdan los autores del estudio del NBER, “el gobierno federal gastó 650.000 millones de dólares en beneficios por desempleo pandémico, entre marzo de 2020 y septiembre de 2021 (Gwyn, 2022). Como resultado de estos programas, la pobreza se redujo en 2020 en todas las razas y grupos de edad (Chen & Shrider, 2021)”.

Con menos incertidumbre en el horizonte, se entiende que muchas estadounidenses no hayan dejado de comprar cunas.

El teletrabajo puede marcar la diferencia…

Una foto anual a la tasa de fecundidad (número de hijos por mujer) en EE.UU. muestra una suerte de montaña rusa entre 2019 y 2021: de un inicial 1,62, cayó en 2020 a 1,56, para en 2021 volver a subir hasta el 1,58 (aún insuficiente, pero…).

Las malas perspectivas que se avizoraron para el sector servicios pudieron incidir en una disminución de la natalidad entre las trabajadoras con mayor presencia en este

La tendencia vuelve a ser positiva, sí, aunque los números globales no son toda la foto. Si se atiende a la natalidad, se ve que no se comportó de igual manera en todos los grupos de mujeres residentes en ese país.

En el caso de las mujeres negras de origen estadounidense se registró un descenso de nacimientos entre 2019 y 2020 (de 455.800 a 442.800), como sucedió en todos los grupos, pero la flecha siguió apuntando hacia abajo en 2021 (431.300). La razón –discutida– de esta caída persistente es que ellas están sobrerrepresentadas entre los trabajadores necesariamente presenciales (en el área de los servicios, en las fábricas, etc.), por lo que el alto nivel de desempleo que conllevó inicialmente la pandemia debido a los cierres empresariales las perjudicó más que a otros grupos poblacionales en los que es más común la posibilidad del teletrabajo. Estadísticas recogidas en un estudio publicado por el National Institute for Occupational Safety and Health revelan que en mayo de 2020 ya teletrabajaba el 41% de los empleados blancos no hispanos, frente a apenas el 31% de los afroamericanos.

Es así que, con la economía de sus hogares menos a salvo de las turbulencias, la idea de la maternidad no habría seducido particularmente a las afroamericanas, algo que sí ocurrió en el caso de las anglosajonas. El saldo de natalidad de estas fue decididamente positivo en 2021, luego del descenso en 2020: de 1.784.000 bebés bajó a 1.720.000, para crecer después a 1.764.000.

En cuanto a las asiáticas y las latinoamericanas, en 2020 disminuyeron los nacimientos en esos colectivos, en buena medida porque el cierre de las fronteras decretado por la administración Trump dificultó –cuando no impidió– la llegada de extranjeras. Pero superado lo peor de la pandemia y ya flexibilizados los controles externos, en 2021 sus números volvieron a subir.

… Y también la educación

Volvamos por último a las estadounidenses de origen –sin distinción étnica– para observar qué peso han tenido la edad y el nivel educativo.

Según el estudio publicado por el NBER, son las mujeres de 25 a 29 años y las de 30 a 34 quienes, en conjunto, representan la mayoría de los nacimientos en 2021. Tras una caída en 2020, a partir de enero del pasado año se incrementaron en ambos segmentos.

Respecto al nivel de educación, señala el estudio que aquellas con algún grado universitario “experimentaron poca o ninguna reducción de la fecundidad en relación con la tendencia prepandémica” durante los primeros nueve meses de azote del covid, y que en 2021 sus tasas de natalidad eran un 5,6% más altas de lo que se esperaba antes de la pandemia.

Particularmente, de aquellas incluidas en el grupo de 25 a 44 años y que se habían graduado de la universidad, se constató que habían registrado un incremento notable en los nacimientos. Los autores creen que la alta probabilidad de que muchas hayan conservado sus empleos y se hayan podido desempeñar en ellos a distancia, no solo les permitió mantener intactos sus ingresos monetarios, sino que, al poder trabajar desde casa, percibieron que podía aprovecharse esa etapa de menor o nula incursión en la oficina para tener un hijo y conciliar horarios.

Al final, poco –o con mayor exactitud: nada– habrá que agradecerle al coronavirus. Pero a muchas familias norteamericanas la mención de la pandemia les recordará siempre que, en esos días de tragedia, supieron tornar el inconveniente en oportunidad. En oportunidad de vida.

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