Mujeres entre conciliación y renuncia

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Muchas mujeres quieren seguir siendo madres sin renunciar a desarrollarse profesionalmente. Ellas ven una cierta evolución en la sociedad, en el mundo empresarial y en los roles familiares; las leyes prohíben la discriminación y protegen a las mujeres que dan a luz. Pero, ¿cuál es la situación real?

Cuando empecé mi carrera, mi abuela me llegó a decir que no entendía que ahora la mujer trabajara porque, ¿qué iba a pasar cuando tuviera hijos?”. Eva Serna (24 años, consultora del sector aeronáutico, soltera y sin hijos) lleva pocos años trabajando y tiene una visión positiva del futuro cercano. Además, es consciente de las diferencias generacionales: “Ella [su abuela] es una mujer mayor que ha dedicado su vida a su familia y que no entiende que las cosas han cambiado; aun así, lo acepta”.

En apenas dos décadas, la situación ha ido evolucionando de un 32,5% de mujeres laboralmente activas en España, al 53% en 2009, según datos de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos). Y en 2017, las mujeres suponían el 46,59% de la población activa española, el porcentaje más elevado de la década atendiendo a los datos del último Informe del Mercado de Trabajo de las Mujeres del SEPE (Servicio Público de Empleo Estatal), de octubre de 2018.

Ser madre y trabajar

Las mujeres no quieren renunciar a dedicarse a sus hijos, aunque trabajen. Pero esta decisión suele pasar factura.

Begoña Manuel (46 años, dos hijas de 11 y 9 años, graduada social) estuvo trabajando nueve años hasta que se quedó embarazada de su hija mayor, algo que “no le sentó nada bien” a la empresa. Se ha reincorporado hace apenas un año al mercado laboral porque necesitaba “algo más que casa y niñas”. Así que ahora es: casa, niñas y trabajo. “Supone mucho más sacrificio que sin tener hijos”, pero está satisfecha.

“El problema no es si eres hombre o mujer, sino que algunos trabajos no son compatibles con la maternidad o la paternidad”

El lugar de trabajo es clave para tener una buena experiencia –o todo lo contrario– al ser madre. Paula Velasco (38 años, dos hijos de 7 y 4, y a punto de dar a luz al tercero) asegura sentirse “privilegiada” de haber trabajado en la empresa familiar cuando tuvo a sus hijos. Tenía flexibilidad horaria para compaginar trabajo y niños. El que desarrolla actualmente, como autónoma, en parte fuera de casa necesariamente, es algo distinto, pero también con sus ventajas, ahora que va a ser madre de nuevo: “No tengo tantas ataduras como si estuviera trabajando para terceros”; pero, claro, “si no facturo, no como”. Eso sí, parte del trabajo lo puede realizar en casa y estar con los pequeños.

“Siempre he pensado que estaba en la empresa adecuada para tener hijos”, comenta Ester Martín (35 años, con dos bebés de 20 y 8 meses, ingeniera). Por eso, asegura que no le influyó el estar trabajando a la hora de decidir ser madre. Eso sí, “he notado que me he estancado e incluso tengo menos responsabilidad que antes de tener los hijos”. Valora el esfuerzo de su compañía, en la que trabaja desde hace ocho años, por estar al día en temas de conciliación, ya que tiene una cierta flexibilidad horaria y un gran apoyo de los jefes en cuanto a las bajas maternales. Sin embargo, “a mis compañeros –casi todos hombres– les queda mucho por evolucionar y aún se oye algún comentario fuera de lugar”.

También Begoña considera que existe una evolución positiva en cuanto a las posibilidades de acogerse a una reducción de jornada –padres y madres pueden optar por ella– por cuidado de los hijos. “Aunque no cobres lo mismo, las cotizaciones sí son iguales que si estuvieras la jornada completa, y esto beneficia mucho a la mujer que quiere trabajar, pero también tener tiempo para sus hijos”.

Mujer trabajadora vs hombre trabajador

Según distintos estudios, a lo de ser “mujer trabajadora” suelen añadirse las labores cotidianas del hogar y el cuidado de los hijos, cuando se tienen, o de los mayores de la casa. Y es que las tareas familiares siguen sin compartirse de forma equitativa cuando ambos miembros de la pareja trabajan, según la ONU.

La maternidad supone una serie de elecciones vitales, como un cambio de turno en el trabajo para compatibilizar los horarios de la pareja. Este fue el caso de Susana Calvo (45 años, madre de una niña de 9, periodista desde hace 20 años). Además de componer el puzle horario con su pareja, quiso –dice– “disfrutar de la crianza de mi hija, ya que con el horario normal de mi trabajo solo podía verla el rato que la llevo al colegio”. El cambio de turno supuso una merma de oportunidades, con una labor menos creativa y más monótona.

Las generaciones más jóvenes suelen ser las más positivas con respecto a la disminución de la llamada “brecha de género”. Marta Gómez (26 años, actualmente preparando oposiciones y sin hijos), opina que “es importante trabajar fuera de casa para sentirme realizada profesionalmente y tener independencia económica”. Cree, además, que familia y trabajo “se pueden compaginar perfectamente”. Tiene conocidas que compatibilizan ambas cosas “sin problema”, aunque, al igual que Eva Serna, también tiene muchos ejemplos a su alrededor en los que la mujer está retrasando la maternidad “por comodidad” o por resultar compleja dicha compatibilización. “En mi caso –cuenta Eva– doy preferencia a mi vida profesional, ya que hoy por hoy no me planteo el hecho de tener hijos. Aun así, creo que recurriría a una reducción de jornada, por lo menos durante los primeros años de mis hijos”.

Sin embargo, al “hombre trabajador” le afecta en escasa medida el hecho de ser padre. Así lo perciben, en general, sus parejas. Aunque existen excepciones, posteriores al momento justo de ser padres, en el caso de las parejas separadas o divorciadas con custodia compartida. En esta situación, ambas partes actúan como núcleo monoparental y en ambas, por separado, recaen las tareas domésticas, el cuidado de los hijos, cuando es el caso, y la carga laboral.

Otra situación, todavía extraordinaria, es la del “hombre trabajador” que asume el papel de padre de una forma comprometida y decide de la misma forma que muchas mujeres: optar por la baja paternal completa, incluso la excedencia por cuidado de los hijos o la reducción de jornada. En muchos de estos casos es la propia sociedad –compañeros de trabajo, jefes– los que consideran desproporcionada esta decisión. Así lo cuenta Ester, de su pareja: “A Iván le influyó para mal el hecho de comprometerse con sus hijos en igualdad de condiciones que yo”, asegura. “En su empresa no entendían que quisiera tener un horario compatible con las responsabilidades familiares y no digamos el hecho de tener que faltar si alguna vez tenía que llevar a los niños al médico”.

Conciliación y techo de cristal

La OCDE recomienda que España, como otros países, “fortalezca sus políticas para combinar el trabajo y la vida familiar”. Hay una percepción social de evolución en la conciliación de la vida profesional y la familiar, en general. Sin embargo, “queda muchísimo por hacer y que concienciar, empezando por las actitudes y terminando por aceptar que las mujeres tenemos una gran capacidad de trabajo y no tenemos por qué estancarnos laboralmente cuando formamos una familia”, asegura Ester Martín.

Las mujeres no quieren renunciar a dedicarse a sus hijos, aunque trabajen; pero esta decisión suele pasar factura

Según Eva Serna, “vamos evolucionando poco a poco”. Empresas multinacionales y administración pública permiten una flexibilidad horaria, que se suma a la asunción de excedencias a las que, por ley, pueden acogerse los padres para el cuidado de los hijos. Sin embargo, “tengo amigas en la hostelería que apenas tienen facilidades por parte de sus empresas para conciliar la vida profesional y la familiar”, puntualiza Eva.

Las posibilidades de reducción de jornada, permisos y bajas maternales y paternales son señaladas por muchas madres como un avance en la conciliación, aunque “hasta cierto punto”, como indica Susana Calvo: “No sé si lo llamaría conciliación o renuncia”. Parece “inevitable” tener que “parar tu desarrollo profesional, independientemente de que sea el hombre o la mujer”, en el caso de querer dedicarte en mayor medida a los hijos, dice Ana Martín (42 años, madre de dos hijos de 11 y 12 años, fisioterapeuta y profesora de universidad). “Lo que es objetivo es que los niños necesitan unos cuidados y unas atenciones –asevera Ana– y en algunos puestos de cierta responsabilidad las horas de trabajo aumentan. Aquí el problema no es si eres hombre o mujer, sino que algunos trabajos no son compatibles con la maternidad o la paternidad”.

Esta percepción se corrobora con cifras nada equitativas. Según se desprende de la Encuesta de Población Activa de 2017, un 2,8% de las ocupadas se encuadran en la categoría de directores y gerentes, frente a un 5% de los hombres ocupados.

“Las mujeres constituyen solamente el 30% del grupo, sugiriendo la existencia de un techo de cristal que les impide acceder a los puestos de mayor poder”, según se recoge en la revista Panorama Social, de Funcas (número 27), dedicado a las brechas de género, que pone de manifiesto las incompatibilidades de un trabajo de dirección, con un carácter competitivo y horarios interminables, y la “escasa sensibilidad de las empresas por la conciliación de la vida familiar y laboral”. Esto reduce el acceso a las mujeres a puestos directivos, o a los hombres que no quieran renunciar a su vida familiar.

Más hijos, menos empleo

Los sectores en los que, mayoritariamente, trabajan las mujeres están lejos de la paridad que algunas organizaciones promulgan. 8 de cada 10 mujeres trabajan en el sector servicios, y también son mayoritariamente femeninas el comercio minorista, la hostelería, la administración pública y privada, la sanidad (atención a mayores, principalmente), el servicio doméstico y la educación. Los contratos son a menudo temporales y una de cada cuatro mujeres tiene una jornada parcial, según el SEPE.

Y eso no es todo. El informe de Eurostat La vida de las mujeres y los hombres en Europa (2018) relaciona la empleabilidad con el número de hijos: “A más hijos, mayor es la diferencia en las tasas de empleo entre hombres y mujeres”, en detrimento de estas últimas. España es el segundo país con la tasa de paro de mujeres más elevada (19% de mujeres frente al 15,7% de hombres), después de Grecia, según datos de la Encuesta de Población Activa de octubre de 2017.

Radiografía de la situación

Haciendo un repaso de la coyuntura de la mujer, se observan las siguientes situaciones:

Reparto equitativo de tareas familiares. Las nuevas generaciones tienen un concepto más equitativo del reparto de responsabilidades familiares. Sin embargo, la mayor parte de mujeres que trabajan siguen llevando el peso de la gestión de la casa y el cuidado de los niños. Y así lo recoge la ONU, que apremia a encontrar “un equilibrio justo en cuanto a la responsabilidad en la prestación del trabajo de cuidado realizado por hombres y mujeres”.

Penalización de la maternidad. La mujer tiene un deseo expreso de disfrutar de su maternidad aunque sea “penalizada” por ello con menores sueldos. Sin embargo, la situación laboral de sus parejas “no varía”. Según un estudio publicado en Harvard Business School Research Paper Series en mayo de 2018, aunque la mujer esté mejor cualificada que el hombre, “la crianza de los hijos juega un papel primordial en la formación de brechas de género”, especialmente “en los cinco años siguientes al nacimiento del primer hijo”.

Coyuntura económica. Además está el hecho de que la jornada laboral reducida, que afecta a la mayoría de mujeres, también necesitaría revisión, según los expertos. “Hay que ser cautelosos a la hora de considerar el trabajo a tiempo parcial como una posible estrategia de conciliación”, destaca la ONG Acción Familiar en La Familia en España. Como se desprende de las encuestas nacionales, muchas mujeres no tienen siquiera oportunidad de trabajar toda la jornada debido a la coyuntura económica existente en España.

Brecha de género. España se encuentra en el puesto 24 del rankingGlobal Gender Gap 2017” del Foro Económico Mundial. Este informe observa cuatro aspectos globales: economía, educación, salud y política, con un total de 144 países analizados, y que lidera Islandia. Según este informe, al actual ritmo de avance, podría llevar 217 años acabar con la brecha económica de género a nivel mundial.

Cambio social. Promover una igualdad entre hombres y mujeres en el mercado laboral pasaría por que los planes trabajo-familia “se destinen tanto a hombres como a mujeres”, que exista un “cambio de percepciones sociales de los roles ‘femenino’ y ‘masculino’” y se active una política educativa encaminada a “reconocer la igualdad de derechos entre hombres y mujeres” (I. Cebrián y G. Moreno en “Desigualdades de género en el mercado laboral”, Panorama Social, nº 27, Funcas). Por otra parte, el gobierno sigue lanzando programas para alcanzar una mayor paridad y tiene pensado ampliar los permisos de paternidad.

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