Relativismo agresivo en la universidad

Fuente: The Wall Street Journal
publicado
DURACIÓN LECTURA: 3min.
Relativismo agresivo en la universidad
Universidad de Harvard (CC Andos_pics)

Harvey Mansfield, profesor de politología en Harvard, se jubiló el año pasado, poco antes de que los estudiantes tomaran el campus por el conflicto en Israel. Tras dejar la docencia, le visita en su casa The Wall Street Journal, que recoge en un interesante artículo sus reflexiones sobre la crisis de las universidades.

Mansfield sostiene que ha disminuido el pluralismo tanto entre el estudiantado como entre los profesores. De hecho, explica que él, un conservador, no tuvo ningún problema en acceder a una plaza en un departamento donde la mayoría –incluido su director de tesis doctoral– eran demócratas marcadamente liberales.

Paulatinamente, sin embargo, el estrato académico se ha polarizado y ahora sería raro, por ejemplo, que su vacante “la ocupara un conservador”. No es de extrañar que este catedrático recuerde con nostalgia su llegada al campus en 1949 y que eche de menos actitudes como la de su mentor, “que no pretendía imponer una concepción partidista, ni siquiera la suya”.

Lo que detecta hoy es una “vergonzosa sumisión de las autoridades administrativas de la universidad a la opinión del estudiantado” y la falta de intereses intelectuales entre este último, más preocupado por politizarse que por adquirir una formación sólida. Además, los campus han perdido su capacidad estimular la inteligencia y cercenado el libre debate de las ideas; ya no son los lugares donde uno se enfrenta a desafíos o se hace preguntas, por desgracia.

El problema “es la inversión de la autoridad”. Así, “los menos sabios, que son los alumnos, gobiernan e imponen su criterio a los que sí saben, los profesores”. Para Mansfield, hay un síntoma claro y sumamente preocupante de todo ello: la inflación de las calificaciones. El profesor pierde autoridad para examinar y juzgar el trabajo de los que aprenden, resultando de ello “un relativismo agresivo”.

Cualquiera que revise los resultados se dará cuenta de que las notas medias se han incrementado excesivamente y que obtener un sobresaliente es hoy más fácil que hace unas décadas. Pero ¿cuál es la causa de esta situación? ¿Cuándo fue el momento en que se comenzaron a regalar las puntuaciones, por decirlo así? El catedrático cree que las cosas empezaron a cambiar a finales de los sesenta y que más que los movimientos estudiantiles de aquellos años, contribuyeron a ello dos hechos: la guerra de Vietnam y la integración racial.

En cuanto a la guerra, “los profesores, que se oponían a la política norteamericana y simpatizaban con los estudiantes, elevaron sus notas” para evitar el reclutamiento, pues era uno de los factores que se tenían en cuenta. “La otra causa fue la llegada a los campus de estudiantes negros sin la preparación académica adecuada. Nadie quería darles una mala nota o suspenderles”, comenta Mansfield. Y si no se suspendía a unos, no tenía sentido que lo hicieran los otros. “El alza de las calificaciones se volvió habitual porque gustaba a todos, a los estudiantes y a sus padres”. La desgracia es que esa indulgencia hizo poco por elevar a los estudiantes negros que sufrían un retraso de partida.

Esa inflación de notas conduce a un descenso del rigor y de la preparación. Explica: “Si le vas a dar un sobresaliente a casi todo el mundo, no puedes ser muy severo e o demandarles mucho trabajo, porque hagan lo que hagan van a obtener una puntuación excelente”. Además, como bajan las exigencias, los alumnos tienen mucho más tiempo. “De repente, sus vidas se llenan de ocupaciones extracurriculares, lo que explica el actual exceso de activismo”.

Pero la repercusión del fenómeno desborda las aulas y genera dos problemas importantes, uno para el mercado laboral y otro más de índole política. La adulteración de los expedientes hace imposible que los estudiantes y los empleadores sepan en qué son buenos y su grado de idoneidad para el trabajo; por otro lado, desde un punto de vista democrático, suscita “el convencimiento de que las desigualdades han desaparecido, lo que no es verdad”, concluye Mansfield.

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.