Hombre y mujer: paridad es demasiado poco

Fuente: Avvenire
publicado
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A menudo se plantea la relación justa entre mujeres y hombres en términos de paridad, lo que en el ámbito familiar se traduce en un reparto equitativo de las cargas del hogar. Para Giuseppina D’Addelfio, profesora de Pedagogía y de Filosofía de la Educación en la Universidad de Palermo, eso es insuficiente y reductivo: la cuestión clave es más profunda, dice en un comentario publicado en el diario Avvenire.

La emancipación de la mujer, reconoce D’Addelfio, comenzó, lógicamente, por reclamar la paridad, lucha que ha traído grandes avances. Pero, aunque todavía persisten violencias y discriminaciones contra las mujeres, con la perspectiva de su especialidad, ella ve que “hoy, el verdadero reto está en el varón”. “Hace falta sobre todo encontrar vías de emancipación de los hombres, muchas veces desorientados y privados de modelos alternativos al patriarcal”. Pues actualmente, “la imagen del varón está comprimida entre una masculinidad tóxica y una masculinidad ridiculizada”.

La situación actual es en parte consecuencia de la lucha por la paridad. Tal planteamiento suele responder a una “antropología liberal que entiende el ser humano como un individuo caracterizado por propiedades y funciones, como si fuese una pieza de un puzle, con contornos bien definidos, que le permitiría entrar en relación con el otro”.

Esa antropología entraña el riesgo de “reducir la persona a las funciones que realiza (o no realiza) y reducir el sentido de las relaciones a su utilidad, como en el modelo del contrato social”. Así puede suceder cuando se defiende que hombre y mujer son intercambiables en las tareas de atención a la familia y, por tanto, la necesidad de repartirlas entre los dos. Lo cual está muy bien, pero la cuestión es otra, dice D’Addelfio.

La paridad y aun la complementariedad entre los sexos se queda corta, dice la profesora. Según la lógica de la complementariedad, “mi libertad termina donde comienza la del otro”, y la autorrealización de uno y otro chocan en una competencia de voluntades de poder contrapuestas.

D’Addelfio propone, en cambio, “una lógica no contractual de reciprocidad, según la cual la realización de uno mismo no es posible sin el otro”. Entonces, “mi libertad no termina sino comienza donde se encuentra con la del otro, que al invitarme a responder a ella, la instituye, por decirlo con palabras de Emmanuel Lévinas”. Esta concepción, en contraste con la mera paridad, no anula ni rebaja la alteridad. “Y donde la alteridad es todavía más radical, por estar marcada también por la diferencia sexual, que para la vida humana es la diferencia más fundamental, mayores y más profundas son las posibilidades de libertad y de florecimiento humano”.

Así pues, “en la reciprocidad hombre-mujer, en efecto, se abren posibilidades de humanidad inalcanzables en otro ámbito”. Se manifiestan ante todo en la reciprocidad maternidad-paternidad: “Todo progenitor es siempre tal junto con el otro progenitor, en el el espacio de la relación con él/ella”. Cada uno es distinto, pero con relación al otro. “No se puede pensar la paternidad sin la maternidad, y viceversa”.

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