Receta francesa contra la desinformación: formación en las aulas

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Francia ha plantado cara a las noticias falsas y a la desinformación. Las batallas se libran en el frente político, legislativo, cultural y educativo. Desde la sociedad civil, los profesionales de la información proponen iniciativas. Con buen tino. Un ejemplo es la asociación Entre Les Lignes (Entre líneas), liderada por Sandra Laffont, periodista de la veterana agencia France-Presse.

Los franceses se han tomado particularmente en serio los problemas de la desinformación y la polarización de opiniones, incrementados por el mal uso de las redes sociales. Su estrategia es “bastante única” y “absolutamente notable”, explica al New York Times Renee Hobbs, profesora de la Universidad de Rhode Island y especialista en alfabetización mediática. ¿Cómo ha conseguido Francia coordinar esfuerzos para crear un programa de educación nacional?

La idea de Laffont y sus colegas creció en un terreno bien preparado. En los años setenta ya estaban sentadas las bases del CLEMI (Centro de Educación en Medios e Información), un organismo que depende del Ministerio de Educación. Dirigido por un veterano periodista y con la orientación de profesionales de la educación, ofrece recursos para profesores y organiza concursos de periodismo en los colegios. Su web alberga contenidos prácticos y gratuitos sobre comunicación; por ejemplo, unas pautas para distinguir cuáles son los tipos de publicidad encubierta.

Talleres en secundaria

En 2015, bajo el gobierno de François Hollande, Francia empezó a subvencionar cursos sobre información, veracidad e Internet. Hoy, con un presupuesto de 6 millones de euros, financia asignaturas optativas en la enseñanza secundaria. Otra muestra del interés del gobierno por ilustrar a sus ciudadanos es el requisito que deben cumplir los destinatarios de ayudas sociales en algunos casos, como acreditar el buen uso de Internet. En ese contexto, ¿qué valor aporta Entre Les Lignes?

La Comisión Europea ha sugerido que se incorpore este tipo de formación a los planes de estudio y a las mediciones que determinan los rankings escolares, especialmente PISA

Fundada en 2010, esta organización está constituida por periodistas que ofrecen de forma voluntaria talleres para jóvenes, así como apoyo a educadores. En 2016, empezó a recibir a colaboradores de la agencia France-Presse y se vinculó con CLEMI. Un año más tarde, se sumó a la iniciativa el comité editorial de Le Monde, y empezaron a recibir importantes ayudas del gobierno. Aquí está quizás lo más sorprendente: que el gobierno hiciera suyos los objetivos de una organización civil. Y qué objetivos…

Un plan incubado en las redacciones

El propósito fundamental de Entre Les Lignes es promover el pensamiento crítico entre los jóvenes. “No se trata de hacer que nuestros estudiantes sean periodistas en ciernes –se lee en su web–, sino ciudadanos ilustrados, capaces de clasificar la información y las imágenes que reciben diariamente, de dudar de la fuente de una publicación, de entender el contenido”.

También se preocupan de hablar del necesario pluralismo en la prensa, así como de las teorías de la conspiración. En palabras de Laffont, no hicieron más que dar cauce a un movimiento que surgió en las redacciones: “Más que nunca, los periodistas están dispuestos a transmitir sus valores de libertad de prensa y libertad de expresión, y a recuperar la confianza de los jóvenes”. Aunque recurriendo a un tópico, cabe preguntarse: ¿qué mejor cuna para este proyecto que el país de los grandes ideales: Liberté, égalité, fraternité?

¿Alguien interesado en emular a Francia?

Fue un catedrático español, José Manuel Pérez Tornero, el encargado de coordinar el proyecto EMEDUS European Media Literacy Education Study (2014), sobre educación en medios en Europa. El balance era, en sus palabras, “decepcionante, en España especialmente”. ¿Una afirmación demasiado rotunda? No, si Tornero buscaba programas centralizados, institucionalizados y extendidos por todo el territorio. En ese sentido, hay que reconocer el valor de la iniciativa francesa.

Los periódicos españoles han acreditado –ya desde los años 80– su interés por hacerse presentes en las escuelas. El objetivo que comparten es fomentar la lectura de la prensa. Como explica María del Carmen Yunta Hidalgo, “el Programa Prensa-Escuela del Ministerio de Educación de los años 1985 hasta 1990 ha tenido mucho que ver en los programas que ahora se están desarrollando. Si bien los objetivos no coinciden, porque el Ministerio abogaba por la pluralidad a partir de la lectura de varios periódicos, y los programas actuales apuestan por su propia cabecera”. En nuestro país, recae sobre los profesores el desafío de explicar las líneas editoriales y dotar de herramientas críticas.

La investigación de Yunta Hidalgo muestra que hay apoyo institucional a la alfabetización mediática en las escuelas españolas, pero la continuidad viene garantizada por la inversión privada, los ingresos publicitarios del medio y –sobre todo– el tesón de los periodistas.

En España, en los años 90 hubo un intento de imitar ejemplos extranjeros como el CLEMI francés. Los expertos explican así las razones de su fracaso: “Ya era demasiado tarde, porque el currículo estaba cerrado, las transferencias en marcha y los libros de texto elaborados. Aunque la LOGSE permitía la elaboración de programaciones personalizadas en los centros, habría sido necesaria una mayor formación de todo el profesorado y una voluntad férrea por parte de este para contrarrestar condicionantes tan poderosos asociados a las propias inercias de la institución escolar”.

Llamando a las puertas de PISA

En la Unión Europea (UE) hay conciencia de la importancia de dotar a los jóvenes de herramientas para comprender la actualidad y actuar con responsabilidad en las redes sociales. Y, de hecho, no faltan iniciativas más o menos ambiciosas. En un informe de 2016, el Observatorio Audiovisual Europeo identificó 547 proyectos en toda la UE relacionados con la alfabetización mediática.

“No se trata de hacer que nuestros estudiantes sean periodistas en ciernes, sino ciudadanos ilustrados”, afirma Sandra Laffont

El pasado marzo, un grupo de expertos convocado por la Comisión Europea para investigar las noticias falsas propuso fomentar la educación de los ciudadanos. Y recomendó que se incorpore esta formación a los planes de estudio y a las mediciones que determinan los rankings escolares, especialmente PISA. Esto ya son palabras mayores, pero de momento no son normativas.

Belén Huertas Valverde 
@belenhache

Pedagogía o mano dura

En Francia, la “publicación, difusión o reproducción por cualquier medio de noticias falsas”, entre otros delitos, es punible bajo una ley de 1881. Pero en la práctica suele primar la libertad de prensa, y raramente se abren procesos judiciales contra periodistas.

El presidente Emmanuel Macron tuvo que pronunciar su discurso de año nuevo en medio de las protestas de los chalecos amarillos. Alertó contra las noticias falsas, pues “sobre la mentira no se puede construir nada”. Pero no parece contentarse con facilitar recursos formativos. Ya ha impulsado dos proyectos de ley contra la desinformación en períodos electorales y ambos salieron adelante en la Asamblea Nacional, con la fuerte oposición del Senado. Para saber cómo se aplicará la ley y cuáles serán sus consecuencias para el trabajo diario de los periodistas, hay que esperar a las próximas elecciones. B.H.V.

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