Corea del Sur era conocida por su excelencia educativa, aunque pagaba un precio demasiado caro: infelicidad, suicidios. La competitividad para ingresar en las mejores universidades exigía a los alumnos pasar muchas horas en academias y clases particulares.
En esa feroz lucha, familias pudientes empleaban su influencia de modo poco ético, como acaba de salir a la luz en las acciones judiciales contra Choi Soon-sil, la consejera áulica de la destituida presidente Park Geun-hye. De ahí la promesa del sucesor, Moon Jae-in, de asegurar imparcialidad en el proceso de admisión en las instituciones de más prestigio, tan importantes para la vida profesional y social de los estudiantes.
Hasta ahora, las familias con menos recursos hacían especiales esfuerzos económicos para que sus hijos pudieran preparar el ingreso acudiendo a academias privadas. En cierta medida, esa iniciativa, no exenta de sacrificio, limaba diferencias entre ricos y pobres, en un país que gasta más en ese tipo de complementos educativos que ningún otro de la OCDE. Por eso, ha resultado tan escandalosa la corrupción en una nación obsesionada por la excelencia educativa.
Fraude en la admisión
Según resume The Economist, Choi Soon-sil aseguró un puesto para su hija Jung Yoo-ra en la prestigiosa universidad femenina Ehwa, induciendo a las autoridades académicas a modificar su política de admisiones a favor de la candidata. Ahora, un tribunal ha condenado a las nueve personas involucradas en el subterfugio por subvertir “los valores de equidad que sustentan nuestra sociedad”. A la vez, les reprochan haber provocado en los estudiantes honrados “sentimientos de vacío y deslealtad”. En ese contexto, se pidió a Dinamarca la extradición de Jung, dedicada a la equitación en Aalborg, con unos gastos de varios millones de dólares, procedentes al parecer de subvenciones de Samsung, en el ojo del huracán que provocó el impeachment de la presidente Park.
Los gastos para preparar el ingreso en las universidades crecen año tras año. Según un informe del Ministerio de Educación, en 2016 las familias con ingresos mensuales de siete millones de wones (6.230 dólares) o más, gastaron 443.000 al mes en educación privada, nueve veces más que las familias con un millón o menos. La desigualdad se agravaría por la manipulación del sistema por parte de los más ricos e influyentes, como es el caso de Choi Soon-sil. De ahí el crecimiento de la crítica y el desencanto social. Según una encuesta del Pew Research Center, publicada hace dos años, sólo una quinta parte de las personas de entre 18 y 33 años estima que el éxito depende de un trabajo duro. Lamentan el trabajo sucio y las consecuencias de las camarillas académicas, mientras crece el desempleo juvenil (12% a principios de este año). La decepción ha hecho que baje el número de los candidatos presentados a las pruebas de selección para comenzar estudios universitarios.
El presidente Moon Jae-in ha prometido medidas para evitar que el futuro de un hijo dependa de las dimensiones del bolsillo paterno. Su partido acaba de presentar un proyecto de ley para extender el sistema de “contratación ciega” utilizado en la administración pública y en las empresas estatales: los opositores son juzgados mediante pruebas objetivas, sin tener en cuenta el expediente académico. Otra medida se inspira en lo sucedido en la admisión de Jung: tuvo malas notas en el examen escrito, pero una alta calificación en la entrevista; la ley establecerá que todas las entrevistas universitarias sean grabadas, para asegurar la transparencia del proceso de selección.