Si ha habido una conversación constante en el último año, es la que se pregunta por la posible conexión entre la crisis de la salud mental de los jóvenes y su uso constante de las redes sociales. La comparecencia de Mark Zuckerberg ante el Senado estadounidense en enero, donde se le dijo que “tenía las manos manchadas de sangre”, marcó el tono que asumiría el debate, que ahora busca posibles soluciones públicas. Mientras el mundo se cuestiona si tal conexión existe, cabe preguntarse: ¿Qué piensa al respecto la generación que creció con un móvil en la mano?
Con ayuda de The Harris Poll, Jonathan Haidt, el psicólogo especialista en redes sociales y autor de La generación ansiosa, decidió preguntarle su opinión a aquellos que crecieron con estas plataformas, los adultos de la generación Z. En la encuesta, publicada en septiembre de 2024, se entrevistó a 1.006 jóvenes entre los 18 y 27 años sobre sus hábitos de uso de redes sociales, el tipo de efectos que notan personal y socialmente, así como el tipo de políticas públicas que estarían dispuestos a apoyar. El cometido, señala Haidt en la columna del New York Times donde explica sus hallazgos, es medir el valor de las redes. Dice que “una buena forma de cuantificar el valor de un producto es ver cuántos de quienes lo consumen preferirían que no existiera”.
Y según los resultados del estudio, casi la mitad de esa generación que creció subiendo sus fotos a Instagram desearía que algunas de estas plataformas nunca hubieran sido creadas. El 50% de los encuestados opina esto de Twitter (ahora X); el 47%, de TikTok, y el 43% de Snapchat. El porcentaje es menor respecto a las que dependen de Meta (solo el 34% cree esto de Instagram, y el 37% de Facebook). En cambio, no sienten lo mismo respecto a otros “hábitats” de internet. Solo el 15% reportó querer que YouTube no se hubiese creado; lo mismo sucede con Netflix (el 17%) y las apps de mensajería (el 19%).
El dato se vuelve aún más relevante si se considera la omnipresencia que las redes sociales han tenido en la vida de los Z. Es la generación que a la vuelta del colegio, en vez de jugar con los otros niños del barrio, llegaba a hablar con extraños en Omegle, o a mandarle una foto de un fondo negro a sus amigos reales para mantener los “fueguitos” en Snapchat. Eso es lo que han conocido.
Dos datos paradójicos, o no tanto
El 62% de los encuestados dice pasar en redes sociales más de 4 horas al día. Según otra encuesta, realizada en octubre de 2023 por la casa de estadísticas Gallup, en los adolescentes (13 a 17 años) este porcentaje baja a un 51%. La cantidad de tiempo invertido en estas plataformas que tantos desearían que nunca se hubiesen siquiera inventado es paradójica, pero no sorprendente. Es algo que sucede con frecuencia con los objetos de consumo adictivos, un concepto que el 82% de los entrevistados asocian con las redes sociales.
El 52% de los Z asocian las redes sociales con “aburrimiento”, mientras que el 94% las relacionan con “entretenimiento” y “conexión”
Una segunda paradoja aparece cuando se pregunta a los jóvenes qué efectos tienen las redes en ellos personalmente, por un lado, y cuáles en la sociedad en general, por otro. En cuanto a lo primero, la mayoría reconoce algún efecto beneficioso, especialmente en su conexión con los otros (el 60% señaló que había mejorado su salud social, aunque solo el 45% dijo lo mismo sobre su salud mental). Cabe resaltar que las mujeres son más negativas en su evaluación de las redes que los hombres: solo una de cada tres cree que han mejorado su comportamiento.
En cuanto a los efectos sobre la sociedad en general, 6 de cada 10 dicen que estas plataformas han sido perjudiciales. Esta diferencia en cuanto a la valoración social y personal de las redes puede deberse a que muchos jóvenes piensan que estas plataformas crean o fortalecen algunos fenómenos como la “sextorsión”, la promoción de desórdenes alimentarios o la polarización ideológica, incluso aunque ellos no los hayan experimentado propiamente.
Dejarlas no es una opción; limitar su uso, sí
La mayoría (el 83%) ha intentado, en algún momento, limitar el uso de estos espacios. Como suele suceder con cualquier producto adictivo, los métodos para la “rehabilitación” son muchos, pero en este caso ninguno tiene como cometido dejar del todo eso que a la larga les causa malestar. No es una opción. Lo que buscan es bajar el tiempo de consumo. Para ello utilizan varios métodos, como dejar de seguir a ciertas cuentas (el 42% lo ha implementado), eliminar las apps (el 40%), o desactivar temporalmente sus perfiles (el 43%).
Los Z apoyan políticas públicas que pretenden aliviar el problema, a través de restricciones, no prohibiciones, especialmente para la generación alfa (la que viene detrás de ellos)
Algunos, sin embargo, tienen que recurrir a medidas más extremas. Emma Chamberlain, la influencer por excelencia de esta generación, ha comentado varias veces en su podcast “Everything goes” que tuvo que comprarse un segundo móvil. Así, deja en su casa el que llama “el teléfono malo” (en él tiene todas las apps de redes sociales donde normalmente perdería el tiempo), mientras que sí lleva consigo “el teléfono bueno”, donde solo tiene las herramientas indispensables para su trabajo y las apps de mensajería con los contactos de sus familiares más cercanos. Como sabe que hay quien no tiene la posibilidad de comprarse un segundo teléfono, Chamberlain dedicó todo un episodio de su podcast a dar consejos para erradicar la adicción a las redes. La solución que propone: combatir el aburrimiento. Según ella, muchos recurren al doom scrolling por la sensación de no tener nada mejor que hacer. Así que decidió proporcionarles una lista de alternativas que a ella misma le habían ayudado a bajar el consumo de redes. Entre otras, organizar el closet, pintar acuarelas o “hacer una tarde de autocuidado”.
Que el Estado proteja; y que las familias restrinjan
Chamberlain no estaba equivocada. La encuesta liderada por Haidt señaló que el 52% de los Z asocia las redes sociales con “aburrimiento”, mientras que el 94% las relaciona con “entretenimiento” y “conexión”. Tal vez esta ambivalencia explique que, aunque tantos desearían que no se hubiesen creado estas plataformas, sean una minoría (el 36%) los que apoyen las medidas públicas que pretenden prohibirlas para menores de 16 años.
En cambio, sí respaldan otro tipo de políticas que pretenden aliviar el problema, especialmente para la generación alfa (la que viene detrás de ellos). El 69% apoyaría una ley que obligue a las compañías de redes sociales a desarrollar una opción segura para menores de 18 años (algo que Instagram dice estar ya creando). El 44%, por su parte, secunda las medidas que impliquen que los colegios sean “libres de teléfonos móviles”. El malestar que sienten respecto a una niñez que crezca, como ellos hicieron, con un móvil en la mano, se hace aún más evidente cuando se les pregunta sobre posibles decisiones que pueden tomar los padres y las familias. El 57% señala estar de acuerdo con que se les restrinja a los niños el acceso a smartphones, y el 45% dice que no le dará un móvil a sus hijos antes de los 14 años, para evitar que estos crezcan como lo hicieron ellos, en el mundo virtual.