(Actualizado el 1 de julio de 2021)
En EE.UU., la Comisión Federal de Comercio (FTC) y 45 estados han presentado sendas demandas contra Facebook por prácticas monopolísticas (*). No es la primera vez que la red social o los otros colosos digitales son sometidos a investigación por sus posiciones dominantes. Pero estas querellas van más lejos.
En palabras de la fiscal general del estado de Nueva York, Letitia James, cuando anunció la demanda de los estados el pasado 9 de diciembre, Facebook “reduce las opciones para los consumidores, asfixia la innovación y degrada la privacidad de millones de ciudadanos”.
Las GAFA (Google, Amazon, Facebook, Apple) no gozan ya de la buena fama que tenían cuando eran dinámicas startups. Desde que han pasado de davides a goliats, son vistos con creciente sospecha por las autoridades. Este año, una subcomisión de la Cámara de Representantes estadounidense llamó a capítulo a los jefes de estas compañías –y al de Twitter– y realizó una investigación. El resultado es un duro informe que denuncia abuso de posición dominante y pide nuevas regulaciones más rigurosas.
En particular, a Facebook –en menor medida, también a Google– se le reprocha la masiva recolección de datos personales para vender publicidad, su contribución a la difusión de bulos, dejarse utilizar por intereses extranjeros para interferir en elecciones. A los cuatro se les acusa también de prácticas contrarias a la competencia, como excluir aplicaciones de terceros que pueden hacerles sombra o forzar que sus propios productos sean la opción predeterminada.
Así, el año pasado, Facebook acordó pagar una multa de 5.000 millones de dólares para que la FTC no la llevara a juicio por violaciones de la privacidad. Amazon ha sido denunciada por relegar a un rincón de su escaparate electrónico artículos de otros vendedores por ser rivales de algunos que vende la propia Amazon. En octubre pasado, el Departamento de Justicia de EE.UU. demandó a Google por tácticas que considera contrarias a la competencia, como pagar a Apple y otros fabricantes de navegadores para que su motor de búsqueda sea el predeterminado. El 16 de diciembre, diez estados norteamericanos presentaron otra querella contra Google: alegan que hizo un acuerdo secreto con Facebook para no competir en el mercado publicitario.
La gran acusación
También las nuevas demandas contra Facebook contienen alegaciones de ese estilo. Una es que bloquea aplicaciones ajenas que ofrecen funciones similares a las propias de la red. Pero esta vez hay además una acusación de otro orden. Se centra en que Facebook se deshizo de incipientes rivales por el procedimiento de comprarlos. En concreto, en 2012 adquirió Instagram por 1.000 millones de dólares, y en 2014 WhatsApp por 22.000 millones. Una y otra aplicación para móvil habían ganado enorme popularidad, mientras que Facebook tenía muy poca presencia en los teléfonos. La FTC y los estados sostienen que merced a esas operaciones, Facebook se ha convertido en un cuasimonopolio del sector de los medios sociales y es necesario obligarla a desprenderse de las dos aplicaciones.
Los monopolios digitales no imponen precios más altos a los consumidores
No deja de ser paradójico que la propia FTC aprobara en su día ambas adquisiciones, que ahora quiere anular. Por eso, Facebook objeta que, si se realizara lo que piden los demandantes, resultaría que una autorización de compra no es definitiva, y así se crearía una peligrosa inseguridad jurídica.
“Es hora de desmembrar Facebook”
La pretensión de las demandas recuerda a antiguos casos antimonopolio, como el que en 1982 ordenó la partición del sistema telefónico Bell, que estaba controlado por AT&T, en varias compañías más pequeñas, las que dieron en llamarse Baby Bells. La comparación fue hecha el año pasado por Chris Hughes, cofundador de Facebook, que luego abandonó la empresa, en un largo artículo titulado “Es hora de desmembrar Facebook”.
Pero los monopolios digitales no son como los de otras épocas. Las demandas contra Facebook difícilmente pueden esgrimir el clásico argumento de que la falta de competencia perjudica al público porque la empresa dominante le impone precios inflados. Facebook, como Google en la búsqueda y otros servicios, no cobra a los usuarios. Amazon suele vender más barato. Los querellantes alegan que los daños son otros: obstáculos a la innovación, menos opciones para consumidores y anunciantes.
Sin embargo, hay que considerar a la vez si acaso en algunos mercados digitales no hay una tendencia “natural” a la concentración. En actividades como las de Facebook y Amazon, el tamaño es un valor. Así como Amazon es más útil porque “tiene de todo”, Facebook es más útil porque “ahí está todo el mundo”. Su posición de domino es ventajosa para los usuarios porque permite entrar en contacto con más gente y acceder a más contenidos; para los anunciantes, porque mediante Facebook llegan a más público y llegan mejor, porque es la red que tiene más datos de los intereses de los consumidores y ofrece, por tanto, una publicidad bien dirigida a los compradores potenciales.
Hughes aduce en cambio que en los sectores digitales donde hay viva competencia, florecen la diversidad de opciones y la innovación. Frente a los ámbitos dominados por una empresa –las redes sociales (Facebook), la búsqueda (Google), el comercio electrónico (Amazon)–, en productividad y organización del trabajo están Asana, Trello, Slack; en transporte urbano están Lyft, Uber, Lime, Bird. Pero los usuarios de Asana y similares no quieren relacionarse con muchos, sino solo con sus colegas; Uber y demás se emplean para ocasiones determinadas, no para mantener contactos estables.
Defensa no pedida
Por eso, se puede tener la impresión de que la FTC y los fiscales generales salen en defensa de unos usuarios que no tienen queja ni ven peligro que les aceche. Si, como se suele decir, el cliente vota con los pies, los de Facebook no dan muestra de querer cambiar de proveedor, aunque podrían hacerlo: en el último año, la media mensual de usuarios activos ha subido de 2.300 a 2.450 millones. En 2018, la campaña #DeleteFacebook, a raíz de la masiva desprotección de datos en el caso de Cambridge Analytica, duró poco y los indignados acabaron volviendo al redil. Como dice Hughes, no tenían alternativa equivalente en el ámbito de las redes sociales.
“El modelo de negocio de Facebook se basa en captar la mayor cantidad posible de nuestra atención” (Chris Hughes, cofundador)
Lo que, de paso, muestra que la partición de Facebook no sería como la del antiguo monopolio telefónico. Las redes de las Baby Bells eran interoperables, y tras la división, cualquier abonado podía seguir llamando a cualquier otro. Si uno se va de Facebook, aunque se lleve todos sus datos con él, pierde los contactos, a no ser que se vayan también sus amigos. ¿Sería en interés de los usuarios que no hubiera un coloso como Facebook sino solo redes sociales más pequeñas? Pero en realidad, la partición consistiría en separar Instagram y WhatsApp de Facebook. ¿Y eso acabaría con la posición dominante de Facebook en el sector de los medios sociales?
Habría que empezar por preguntarse de qué manera Instagram y WhatsApp eran competidoras de Facebook, pues no hacen lo mismo. Como señala Hughes, las dos eran muy prometedoras pero ninguna tenía ingresos significativos cuando las adquirió Facebook. Fue Facebook la que las impulsó invirtiendo grandes sumas en ellas. De ahí la réplica de Facebook a la FTC y los estados: no pueden probar que Instagram y WhatsApp habrían sido competidoras exitosas suyas si hubieran seguido siendo independientes. Solo con Facebook como dueña, WhatsApp (1.600 millones de usuarios mensuales) ha superado a Facebook Messenger (1.300 millones), que es un servicio comparable.
El usuario paga con su atención
¿En qué competían entonces con Facebook? “El modelo de negocio de Facebook –dice Hughes– se basa en captar la mayor cantidad posible de nuestra atención”. El verdadero peligro era que Instagram y WhatsApp comenzaban a llevarse tiempo que la gente no dedicaría a la red social. Facebook ciertamente impulsó Instagram y WhatsApp, aumentó el tiempo de atención de la gente a ambos y se quedó con él.
Se quedó, a la vez, con más datos, que aprovecha para la publicidad en Facebook, porque los dos servicios están ya estrechamente integrados con la plataforma. En eso consiste en el fondo su posición dominante. “El servicio de Facebook no es realmente gratis”, advierte Hughes: “Pagamos a Facebook con nuestros datos y nuestra atención”. La red social ha recaudado ya una cantidad ingente de una y otra moneda. El monopolio que denuncian la FTC y 45 estados es el monopolio de nuestra atención.
Pero la acusación central de las dos demandas es la más difícil de probar. El caso se prolongará años, y no es seguro ni mucho menos que los tribunales accedan al desmembramiento. Pero es evidente que las autoridades quieren apretar las tuercas a las GAFA: también en Europa, donde la UE las ha expedientado e incluso multado más de una vez. El 15 de diciembre, la Comisión Europea presentó dos proyectos de regulación de los servicios digitales que impondrían más responsabilidades a los gigantes tecnológicos; casi al mismo tiempo, el Reino Unido anunció medidas semejantes. En EE.UU. se ve más lejana una nueva ley más exigente, pero el clima político es claramente favorable.
Aunque las GAFA ganaran todos los juicios y las futuras leyes no les fueran finalmente tan severas, todos estos movimientos ya están teniendo efecto. El caso antimonopolio contra Microsoft no concluyó en condena judicial, pero forzó a la empresa a abrir Windows a programas competidores. También ahora los colosos sienten la presión y empiezan a andar con más cuidado.
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(*) El 29 de junio de 2021, un juez federal desestimó las demandas. Las de los estados, dice, habrían debido ser interpuestas cuando se aprobaron las adquisiciones de WhatsApp e Instagram. Y la FTC no ha mostrado, según el juez, indicios suficientes de prácticas monopolísticas por parte de Facebook; pero tiene 30 días para aportar documentos adicionales que justifiquen las alegaciones.