José Jiménez Lozano: una denuncia melancólica de la cultura actual

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Pocos meses antes de que se cumpla, el próximo mes de marzo, el primer aniversario del fallecimiento de José Jiménez Lozano (1930-2020), han aparecido algunos libros que demuestran la vigencia y la vitalidad de su obra. De manera especial, destacamos la última entrega de sus diarios, Evocaciones y presencias, que abarca desde las últimas semanas de 2018 a las primeras de 2020, en la editorial Confluencias.

Por su parte, Ediciones Encuentro ha vuelto a publicar un ensayo de Jiménez Lozano original de 1966, Meditaciones sobre la libertad religiosa, y Trotta ha editado la correspondencia que el autor mantuvo con Américo Castro durante los años 1967 a 1972. También en Confluencias se están reeditando algunas de sus obras más conocidas, como El mudejarillo.

Los diarios, radiografía de sus inquietudes

El autor abulense comenzó a publicar sus diarios en 1986, Los tres cuadernos rojos, a los que siguieron bastantes volúmenes hasta el anterior, Cavilaciones y melancolías. Sus diarios tienen bastante unidad con sus numerosas novelas, relatos, poemarios, ensayos y artículos periodísticos. Jiménez Lozano, Premio Cervantes en 2002, es uno de los escritores fundamentales de la literatura española de finales del siglo XX y principios del XXI.

En sus diarios y sus artículos periodísticos últimos, como los recopilados en Buscando un amo y otras aprensiones, hay una aguda y persistente crítica del rumbo adoptado por la modernidad. A diferencia de otros autores de diarios, que prefieren volcarse en la esfera íntima y en la observación metaliteraria y personal, Jiménez Lozano utiliza sus diarios para dar rienda suelta a sus preocupaciones existenciales e intelectuales. Son, sobre todo, unos diarios de ideas donde nos encontramos con el Jiménez Lozano más atento al devenir de la cultura occidental, en la que se ha impuesto, como él afirma, un progresismo que ha entronizado al freudo-marxismo como único referente moral y cultural. Estos diarios se encuadran en el género tan francés de las memorias-reflexiones, poco utilizado en España.

Testigo atento de la realidad

En este volumen se manifiestan más el pesimismo y la tristeza que ya eran visibles en sus diarios anteriores, porque al autor le cuesta entender la deriva del mundo actual. “Las noticias del mundo –escribe– son tan desconcertantes que no podemos ni introducir un poco de racionalidad”. Él mismo se pregunta si estas reflexiones no son ya demasiado melancólicas. Y es cierto que algo de esto hay, aunque intenta aportar esperanza a la situación actual, especialmente en lo que se refiere al mundo de la cultura y al futuro del cristianismo.

Aunque por la edad apenas podía salir ya al campo ni acudir a actos u otros eventos, cuando escribe el último volumen de sus diarios, Jiménez Lozano no estaba en fuera de juego en lo que se refiere a la actualidad política y cultural. Para Guadalupe Arbona, autora de la introducción y especializada en la obra del autor abulense, “es un testigo atento de nuestro mundo”. Y esto se nota en este volumen de sus diarios, donde “pasa revista a los totalitarismos del siglo XX, a las más sofisticadas ingenierías humanas perpetradas hoy, a las ideologías opresoras, a las traiciones de los hombres de cultura, a las debilidades de la Iglesia, a la violencia contra los más débiles”.

Sus observaciones se apoyan siempre en noticias, artículos, lecturas, conversaciones. En este sentido, sorprende su conocimiento de la actualidad y de la cultura, especialmente de Francia. En una de las últimas entradas comenta la polémica que provocó en ese país la publicación de la novela de Vanessa Springora El consentimiento (traducida recientemente al castellano).

Un agudo ímpetu crítico

Como hizo a lo largo de toda su vida, Jiménez Lozano nunca fue un escritor complaciente con la realidad que le tocó vivir. Siempre transmitió sin tapujos sus opiniones, sin casarse con nadie. En los diarios se aprecia su “espíritu atento y vigilante” y su “ímpetu critico”, dice Arbona. No está dispuesto a que las circunstancias políticas y sociales exteriores coarten su libertad de expresión, una de las preocupaciones que más se repiten en las entradas de sus diarios. Por eso opina abiertamente sobre la eutanasia y el aborto y otras muchas cuestiones de actualidad, como la vaciedad de la cultura de masas. En sus diarios se muestra un observador muy atento de los últimos movimientos filosóficos y culturales.

Denuncia el clima de intolerancia que se está imponiendo en universidades norteamericanas y europeas, que está dando forma a una nueva inquisición intelectual que padeció, por ejemplo, Roger Scruton, a quien Jiménez Lozano menciona expresamente. Sus dardos señalan también las consecuencias del descenso en el nivel educativo, el deterioro de la familia, la banalización de la cultura y la “idiotización colectiva” al importar costumbres como la fiesta de Halloween.

Lecturas y relecturas

Junto con las noticias de actualidad, el eco de lecturas pasadas y presentes. Destaca el impacto que supuso la lectura de El cero y el infinito, de Arthur Koestler, para calar en la deshumanización perversa del comunismo y los totalitarismos. También sobresale la figura clarividente de Solzhenitsyn, especialmente por su novela La casa de Matriona, una reivindicación de los valores del cristianismo más auténtico.

En sus comentarios salen a relucir autores para él capitales, como Unamuno, Américo Castro, Kierkegaard, Chateaubriand, John Senior. Menciona, además, otros que influyeron en su literatura, como el italiano Giovanni Verga, cuyos cuentos dejaron en Jiménez Lozano una huella apreciable, por ejemplo, en Los grandes relatos, fundamental en su evolución literaria, donde describe en clave biográfica los estertores de un mundo rural en proceso de extinción.

La Iglesia en la cultura moderna

Apasionado defensor de los valores del cristianismo como la mejor medicina para la crisis del mundo occidental, no omite Jiménez Lozano algunas críticas a algunas actuaciones de la Iglesia en las últimas décadas. Escribe, por ejemplo, que “sigue sin entenderse la rapidez con la que la Iglesia se ha apresurado a acompañar a nuestro mundo en su tremendo descenso cultural”. Él lamenta la adopción acrítica de análisis, expresiones y corrientes de pensamiento procedentes de un progresismo que ha puesto la proa a la presencia del cristianismo en la cultura contemporánea. Este ambiente, dice, ha dado forma en la Iglesia a una “conciencia de inferioridad y vergüenza, marginada de la sociedad y de la cultura moderna”. La solución a esta crisis no está en asimilar “lenguajes psicológicos, sociológicos y ecológicos” que no le son propios a la fe.

Con un estilo irónico y reflexivo y con una actitud libre y valiente, en Evocaciones y presencias, con palabras de Gualalupe Arbona, asistimos sobre todo a “una denuncia enérgica y ardiente” de los pensamientos dominantes y más repetidos, actitud que confirma a Jiménez Lozano como un profundo intelectual que ha mantenido contra viento y marea su voz propia y sus convicciones existenciales.

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