Sentada en el sofá, los pies en alto, el ordenador en una mesilla baja o sobre las piernas… No parece la pose natural de un médico en consulta. Pero para Hanadys Ale, inmunóloga pediátrica del Joe DiMaggio Children Hospital, de Florida, fue lo cotidiano en los días más duros del confinamiento por la pandemia, en 2020. Embarazada en ese momento, la doctora se permitía tal comodidad porque estaba en su casa… y sus pacientes en la suya.
La de esta especialista es una de los millones de experiencias de atención médica a distancia en el último año. La telemedicina, definida por la OMS como la asistencia sanitaria mediante el empleo de tecnologías de la informática y las comunicaciones (TIC), ha estado viviendo su esplendor en estos ya largos meses de distanciamiento físico, como un recurso para entrenar a los profesionales de la asistencia sanitaria, establecer diagnósticos, remitir a los pacientes a una especialidad u otra, reducir de la afluencia a los centros de salud, etc. Y si antes del covid-19 se le veía más como un complemento anecdótico a la atención tradicional, el virus impulsó al sector a ponerse las pilas en este campo.
“En nuestro caso, el incremento fue exponencial –cuenta Ale a Aceprensa–. Teníamos establecida alguna telemedicina en el hospital, pero el desarrollo de la plataforma iba lento. Apenas el 10% de mis consultas eran por esa vía. Pero en marzo de 2020, cuando todo cerró, la plataforma estuvo lista en tres días, y durante los 45 días de cierre en Florida los servicios ambulatorios estuvimos al cien por ciento en esa modalidad”.
Ocurrió en EE.UU., donde el salto general de la telemedicina fue del 80%, pero también en otros países con una buena red de telecomunicaciones. En Francia, por ejemplo, el número de consultas a distancia pasó de 40.000 a 601.000 en el primer mes de emergencia. Pierre Traineau, director general de la red Catel, especializada en telesalud, asegura a Le Monde que la pandemia hizo que muchos saltaran de la silla: “En el espacio de 24 horas, los médicos tuvieron que implicarse y replantearse su forma de trabajar. A veces necesitamos que nos empujen contra la pared para cambiar nuestros hábitos. Esto es válido tanto para la defensa del medio ambiente como para la transformación de la atención sanitaria”.
En España, entretanto, apenas mes y medio después de decretada la alarma, el portal mediQuo documentó el aumento de esas consultas en un 153%. Buena parte de ellas estaban relacionadas con el coronavirus, pero también con temas de pediatría, ginecología, dermatología y psicología. La maquinaria echó a andar aun faltándole algunas “piezas”, como una plataforma para videoconferencias, o para enviarle adecuadamente al especialista fotos o vídeos por el móvil, y con un servicio de atención telefónica desbordado a causa de la insuficiencia de líneas, entre otros problemas recogidos por El País.
Pudo ser peor. De no tener a mano un ordenador o un teléfono, y no haber un médico al otro lado de la línea, muchos se hubieran quedado en el aire, como ocurrió en sitios tecnológicamente más atrasados.
El salvavidas de las TIC
Un estudio realizado por la OMS, publicado días atrás, revela que en el 90% de los países persisten interrupciones en la provisión de servicios de salud, provocadas o agudizadas por la irrupción global del covid en 2020. La atención primaria y hospitalaria se ve lastrada en un tercio de los territorios sondeados por la insuficiencia de personal sanitario, de medicamentos esenciales, de test diagnósticos…
Y el miedo también hace su parte. Hay miedo, por ejemplo, a acercarse al ambulatorio para evitar el contagio. Por ello, dos tercios de los países han reportado interrupciones de cirugías programadas y parones en la atención a pacientes con enfermedades mentales y neurológicas, a toxicómanos, a enfermos de VIH y de variantes más peligrosas de hepatitis, de tuberculosos, entre otros males.
Panorama algo diferente es el de los sitios donde sí se cuenta con los medios humanos y tecnológicos adecuados. El portal de la organización mundial cita como ejemplo los cuidados de salud mental en Corea del Sur. Según explica, un hospital de la especialidad, en la ciudad de Gangdong-gu, se cerró al principio de la pandemia, por lo que en febrero de 2020 se comenzó a aplicar la revisión a distancia, combinada con una primera visita presencial de un enfermero y un médico. Después, cada martes y miércoles se hacía el seguimiento de los pacientes en un cara a cara por medio del portátil u otros dispositivos, facilitados por el hospital.
Desde luego, las posibilidades van mucho más allá del campo de la salud mental. El portal Doctoralia, en un sondeo realizado a profesionales médicos sobre la viabilidad de las teleconsultas en sus respectivas especialidades, halló que la dermatología, la ginecología, la oftalmología, la cardiología, entre otras, se avienen con esta variante de atención.
Sobre la primera, por ejemplo, una experta asegura que es posible diagnosticar alergias y hacer seguimiento de enfermedades como la psoriasis y la dermatitis atópica, para lo que se precisa que el paciente envíe fotos claras de la zona afectada. En ginecología, son habituales las consultas relacionadas con el embarazo, mientras que en oftalmología, una de las fuentes asegura que “cualquier persona que tenga síntomas visibles en la zona ocular, como reacciones alérgicas, enrojecimiento, e inflamación” puede ser atendida a distancia. También, en cardiología, puede atenderse a los pacientes hipertensos o con altos niveles de colesterol para revisiones de rutina.
Jennifer Haythe, cardióloga del Irving Medical Center, de la Universidad de Columbia, ve aun más posibilidades. Según cuenta en el Wall Street Journal, conectar por videollamada con un paciente le permite percibir su respiración, su menor o mayor dificultad para levantarse o caminar, y asimismo tomar nota de cuál es su contexto económico o si sufre soledad. Ello le sirve para hacer ajustes en la medicación, pedirle que haga cambios en algunos hábitos o concertar citas presenciales con él.
“Las videovisitas no son lo ideal –reconoce–, pero son esenciales. Los pacientes que puedan haber perdido una cita por olvido, por no sentirse bien o por no haber podido desplazarse, disponen así de otro momento para ser atendidos. Una visita virtual es mejor que ninguna”.
El riesgo de la despersonalización
Pasado el momento de la apresurada puesta a punto del sistema, y ya más familiarizados con este, los profesionales piensan que algunas de sus dinámicas se mantendrán una vez superada la pandemia.
“A la gente le encanta no moverse de casa –nos dice la doctora Ale–, por lo que quienes aprueban la telemedicina son más que quienes la rechazan. Algunos me dicen: ‘Yo necesito verte en persona; no soporto la cámara’, pero a los más les gusta, y la app del hospital es muy manejable. Por más dificultades que tengas con la tecnología, todo el mundo tiene un smartphone”.
“Sin embargo –prosigue–, creo que en algunas especialidades la modalidad se desinflará, básicamente en aquellas que precisan la presencia física. Tengo una amiga otorrinolaringóloga y otra neumóloga (*) a las que no les ha ido tan bien, pero en mi área, en la que hay mucho de laboratorio, la telemedicina va a quedar, porque ha recibido buena acogida. A lo mejor no tendrá una frecuencia como la de estos meses, pero sí creo que al menos un día a la semana los pacientes querrán tener esa opción”.
Lo que ha atestiguado el Dr. José M. Moreno Villares, pediatra de la Clínica Universidad de Navarra, es un incremento de los pacientes que llegan con el deseo de ser valorados de modo presencial, tras más de un año de teleconsultas. Su opinión es que habrá que combinar.
“La primera consulta –afirma– debe ser siempre presencial, y también aquella en la que haya que dar información relevante (entregar resultados, explicar tratamientos complejos, etc.). En el caso de la pediatría, la teleconsulta es más bien para resolver dudas o ver seguimientos. A los niños hay que verlos; no vale con que nos refieran los síntomas, y lo mismo ocurre con el paciente anciano. Todos necesitamos sentir el contacto humano”.
La telemedicina ha ayudado a recuperar el ambiente de cuidados intrafamiliares y a disminuir una dependencia excesiva del médico
Según el Dr. Moreno, abusar del tratamiento a distancia puede resultar contraproducente: “Creo que puede ser un riesgo, sobre todo cuando no definimos claramente qué puede resolverse por zoom o por teléfono y qué no. Las consultas no presenciales son más frías, más breves, no permiten los silencios, que son clave en medicina; no hay proximidad…”. En su opinión, “la buena medicina necesitará casi siempre la presencia del que precisa la ayuda y del que escucha la petición de ayuda”.
Por su parte, el Dr. Frederic Llordachs, cofundador de Doctoralia, pone en valor el uso de las TIC como medio eficaz para el control de patologías crónicas, y discrepa de que necesariamente contribuyan a una mayor despersonalización. “Si la relación médico paciente es fluida, y se mantiene en los cauces, la telemedicina también contribuirá a que la medicina siga siendo humana”, nos comenta.
La Asociación Española de Bioética y Ética Médica (AEBI), en un informe de mayo pasado, recogía ya algunas de estas percepciones y preveía una transformación en la mencionada relación. Por una parte, tomaba nota de lo positivo de que, gracias a la telemedicina, muchas personas habían podido cuidar de los suyos en casa, lo cual ayudaba a recuperar el ambiente de cuidados intrafamiliares y a disminuir una dependencia excesiva del médico.
Pero la AEBI alertaba también sobre las connotaciones éticas de la atención remota, en un contexto ya signado por la despersonalización en la práctica médica. Pedía así una reflexión sobre si procede mantener ese tipo de consultas en ciertas circunstancias y si, dado que no encajan en todos los casos, sería aconsejable no utilizarlas como vía de descongestión del sistema de salud.
Cuando el coronavirus sea historia, y ya con la experiencia de estos meses, habrá tiempo de configurar la telemedicina de modo que sirva al interés de profesionales y pacientes. Esperemos que, además de tiempo, haya voluntad.
“Tengo fiebre, Dr. Amazon”Además de para los sistemas de salud pública, la telemedicina ha pasado a ser también un área de interés para los proveedores de servicios privados. La aseguradora Asisa, por ejemplo, dispone de la herramienta Asisa LIVE, que ofrece videoconsultas virtuales en 20 especialidades, al término de las cuales se remite al paciente un informe médico. Sanitas hace de modo parecido con su programa bluaU, en el que dice disponer de más de 3.100 médicos online, listos para brindar atención en cualquier momento. En un mismo día, el interesado puede conectar con profesionales de hasta 10 especialidades. También hay grandes empresas que, enteradas de que en la salud de sus trabajadores va en buena medida la productividad, han articulado sistemas de videoconsulta combinados con atención presencial. Amazon, por ejemplo, ya tiene el programa Amazon Care para sus empleados en el estado de Washington, y desde el verano lo ampliará a los de todo el país (y a otras compañías interesadas). Los beneficiarios disponen de una app para realizar videollamadas y chatear con el especialista, así como para obtener los medicamentos recetados. |
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(*) El artículo de Doctoralia refiere, no obstante, que en otorrinolaringología “la mayoría de los casos se pueden tratar de forma remota” y es posible formular un diagnóstico “adecuado”. En el caso de la neumología, precisa que el asma y otras enfermedades pulmonares crónicas pueden tratarse a distancia, con una buena descripción del estado del paciente.