En la mayor parte de los países de la UE, cuando un paciente utiliza los servicios de la sanidad pública no todo el gasto corre por cuenta de las arcas estatales, sino que el usuario aporta una cantidad más bien simbólica. El objetivo no es tanto recaudatorio como disuasorio, para que el paciente sepa que la sanidad cuesta y haga un uso más responsable de los servicios médicos. En España, la fórmula del copago está siempre en debate, en lista de espera, sea el gobierno del color que sea. Ahora, cuando la crisis obliga a inevitables amputaciones en el gasto público, el copago vuelve a estar “en estudio”, según el Ministerio de Sanidad.
En lo que muchos están de acuerdo es que el sistema sanitario español, que ha logrado universalizar unas prestaciones de calidad, no es sostenible al ritmo actual de crecimiento del gasto. Si se miran las cifras, no es que gastemos de modo desorbitado. Nuestro gasto sanitario en porcentaje del PIB (8,5% en 2007) y per cápita no llegan a la media de la OCDE. Sin embargo, el déficit -la desviación entre gastos previstos y reales, lo que suele dar origen a endeudamiento de las Comunidades Autónomas- es ya una enfermedad crónica que se va arrastrando, y que en 2007 suponía ya un 20% del presupuesto total de sanidad en ese año. A este rito, según un estudio de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada y de la consultora McKinsey (cfr. Aceprensa 16-12-09) el déficit sanitario podría alcanzar los 50.000 millones en 2020.
Otros dos datos parecen indicar que el copago ayudaría a responsabilizar más a los usuarios. Los españoles van al médico 8,1 veces al año, mientras que en los países de UE-15 la media es de 5,8 veces. A pesar de todo, la salud de los españoles no debe de ser tan mala, pues gozamos de una esperanza de vida de 81,1 años, en el grupo de cabeza de Europa. Por otro lado, España tiene un gasto farmacéutico per cápita un 40% superior al promedio de los países de la UE-15. Es decir, parece que todo lo arreglamos yendo al médico a por recetas.
La barrera de un euro
Los reacios al copago siempre aducen que “perjudicaría a los más desfavorecidos”. El pago de un euro por visita médica, una de las medidas simbólicas que se han planteado para moderar la demanda, podría llevar a que las personas con menos recursos no acudieran al médico en caso necesario, dicen.
¿Un euro sería una barrera infranqueable? Probablemente es menos de lo que les va a costar el café a la salida del médico. Actualmente en Madrid, con la idea de poner el cine al alcance de todos los mayores de 60 años, está en marcha una campaña que permite ir al cine todos los martes pagando solo un euro, en vez de los seis euros de la entrada normal. Se supone que esto pone el cine al alcance de todos los bolsillos, y las colas de jubilados a la entrada parece confirmarlo. Pero ya se ve que no todos los euros valen lo mismo. Bajar de seis a uno, universaliza el ocio; subir de nada a uno, discrimina a los más necesitados.
Puestos a afinar, siempre se podría dar un trato especial a los enfermos crónicos, si bien por muy crónicos que sean no parece que vayan a ir al médico más de una vez por semana. Además, ya hay mecanismos establecidos para que los enfermos crónicos puedan pedir sus recetas habituales sin pasar por el médico.
Pagar por ir al médico tampoco resulta un gesto extraño en un país donde casi diez millones de personas pagan ya algún tipo de seguro privado, hasta el punto de que el gasto sanitario privado supone ya el 30% del total.
Lo que ocurre es que el gratis total de la sanidad pública se ha convertido en un tabú. Nuestra sociedad, que presume de antidogmática, crea sin pestañear nuevos criterios indiscutibles y prácticas asentadas que los políticos no se aventuran a transgredir. La gratuidad del servicio público es una de ellas, y solo una sacudida como la de la crisis actual nos ha obligado a recordar que no hay nada gratis.
Es verdad que la mayoría de los gastos del sistema sanitario son fijos, y que el ahorro que produzca el copago no va a sanear las cuentas. Pero algún efecto moderador debe de tener, cuando se aplica con diversas modalidades en todos los países de la UE, menos en España y Reino Unido. En Suecia, paradigma del Estado de Bienestar, se paga incluso una cantidad modesta por día de hospitalización. Pero aquí, sin ser tan ricos como los suecos, queremos ser mucho más generosos que ellos.
El resultado es el endeudamiento crónico, que va haciendo insostenible el modelo sanitario. Y ya se sabe que, a falta de cuidados preventivos, al final siempre llega la traumática cirugía.