La confusa ideología del Partido Conservador británico

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El Partido Conservador británico se encuentra en barbecho ideológico desde la dimisión de David Cameron como primer ministro. Su sucesora, Theresa May, amagó con dar un nuevo rumbo a los tories. Pero el mismo Brexit que hizo caer a Cameron ha bloqueado cualquier intento de renovación.

Tras un dominio laborista de 13 años (1997-2010), el entonces candidato tory a las elecciones generales de 2010, David Cameron, se decidió a meter al Partido Conservador en el debate de las ideas con su propuesta de un nuevo “centro compasivo”, que luego transformó en la visión de la Gran Sociedad. Ganó por mayoría simple y formó un gobierno de coalición con los liberal-demócratas.

La crisis económica y ciertas contradicciones de fondo cortaron las alas al proyecto de una Gran Sociedad, que pretendía impulsar el protagonismo de los ciudadanos y las comunidades locales. El resultado fue mucho más modesto de lo esperado. Pero al menos Cameron logró devolver a los suyos la ilusión por las grandes ideas, un debate olvidado en la política británica desde que Tony Blair lanzó su “nuevo laborismo”.

Pese a los recortes sociales de la primera legislatura, en las generales de 2015 Cameron amplió su mayoría a 330 escaños (cuatro por encima de la absoluta). En su segundo mandato, el premier británico tomó como nueva bandera la igualdad de oportunidades, otro prometedor proyecto que se vio frustrado por las circunstancias políticas. El plan de Cameron pretendía mitigar las desventajas de partida de los hijos de familias pobres, dándoles aquello de lo que ya gozaban los ricos: orientación familiar, educación del carácter, mentores…

Divididos y con pocas ideas

Cuando el primer ministro dimitió por la victoria del Brexit –un proyecto que abrazó de mala gana, más por cálculo político que por convencimiento–, May parecía decidida a recoger el testigo de la igualdad de oportunidades. No fue nada forzado, pues la hasta entonces ministra del Interior llevaba años pidiendo a su partido un nuevo rumbo ideológico , más social y atento a las minorías. El giro anunciado por Cameron le venía como anillo al dedo, para emprender la renovación que ella deseaba para los suyos.

Pero el Brexit volvió a frustrar los debates de fondo. Ante la dificultad de gestionar la salida de la UE por la división entre los conservadores euroescépticos y los europeístas, May convocó elecciones anticipadas en 2017 en busca de una mayoría más amplia. La falta de ideas nuevas fue una tónica que la premier compartió con su principal rival, el laborista Jeremy Corbyn. Si May insistió sobre todo en la oferta de un Brexit duro, con más soberanía y menos inmigración, Corbyn propuso un regreso a las políticas de la vieja izquierda.

Desde entonces, el Partido Conservador no ha levantado cabeza, desgastado por las luchas internas y las negociaciones con Bruselas. Pero tampoco los laboristas están boyantes. Se trata de dos “partidos zombi”, como explica el columnista de Spiked Mike Hume, quien los retrata marcados por tres signos de muerte. Ambos están “divididos” por facciones enfrentadas por el Brexit, “divorciados de sus votantes” tradicionales y “desprovistos de ideas”.

Respecto a los tories, la pobreza de pensamiento se hizo evidente en su último congreso anual, celebrado hace algo más de un mes. Mientras algunos líderes conservadores se limitaron a hablar de impuestos –dice Hume–, otros insistieron en que había que ofrecer algo distinto “sin aportar una sola idea seria acerca de lo que eso podía significar”. Lastrado por un liderazgo tecnocrático, “la única idea ‘radical’ que pareció entusiasmar al gobierno fue la de ‘liderar la guerra contra los plásticos’, en palabras de May a la BBC”.

Para ser justos, hay que decir que en ese congreso, la premier también anunció el fin de las políticas de austeridad, así como medidas para reducir las muertes por cáncer y otras para atajar la crisis de la vivienda.

Crisis existencial

La visión de Hume es similar a la que ofrece Nick Denys, responsable de políticas de Tory Workers, un grupo vinculado al Partido Conservador que vela por los intereses de los trabajadores. En el congreso de septiembre, a Denys le sorprendió que las conferencias más concurridas por los simpatizantes eran las que trataban de responder a la pregunta “¿a favor de qué están los conservadores?”, no las de los ministros, más formales y pegadas al guion del partido.

En su opinión, los tories atraviesan “una crisis existencial”. Y lamenta que estén desaprovechando el voto de confianza que un sector de la clase obrera, tradicionalmente afín al Partido Laborista, les dio con motivo del referéndum sobre la UE. ¿Qué querían estos votantes partidarios del Brexit? Básicamente, dos cosas: “Recuperar el control [frente a la UE] e invertir más en servicios públicos (…). Pero desde las elecciones generales [de 2017], los conservadores no han ofrecido políticas orientadas a cumplir esos deseos”.

Si es verdad que los conservadores están a favor de la libertad, añade, deben comprender “que las comunidades de clase obrera dependen mucho más de los servicios públicos” para prosperar. Y que, sin esos servicios, su libertad se verá mermada. Por los ejemplos que pone Denys, quien critica el deterioro de las bibliotecas y colegios públicos, de la vigilancia policial o de los servicios de limpieza, se deduce que no está pensando en un asistencialismo limitado a las ayudas en especie, sino a la creación de oportunidades para quienes parten con desventaja.

El discurso de Denys va en la línea del último Cameron y de May. De la premier se llegó a decir que había inventado el “mayismo”, un nuevo conservadurismo para la clase obrera. Pero esto es excesivo, como lo fue en su día confiar en que Cameron fuese capaz de alumbrar un “conservadurismo rojo”. Tal y como lo definió su principal ideólogo, Phillip Blond, el Red Toryism es “un conservadurismo que cree en la familia y en las relaciones humanas, que tiene una visión social y que produce una economía transformadora que mejora el bienestar de la mitad inferior de la sociedad”. Pero un debate de ideas como el que proponía Blond (ver Aceprensa, 29-04-2010 y 20-04-2011 ), hoy parece exceder las posibilidades de los tories.

Entretanto, avisa Denys, la división en el seno del partido entre los liberales clásicos y los partidarios de reforzar el Estado asistencial va a más. Y aunque muchos se esfuerzan por mantener la discusión en casa, opina que el cisma no tardará en estallar. “Los principales ministros del gabinete tienen los ojos puestos en este cisma y en una futura batalla por el liderazgo”.

La propia May reconoce implícitamente el problema. Y así, el pasado junio hizo un llamamiento a sus colegas de partido para que presenten sus ideas a una Comisión de Políticas Conservadoras –creada ese mismo mes–, que se encargará de integrarlas en el programa para las próximas elecciones generales, previstas para 2022. El objetivo de la nueva Comisión, dice la primera ministra, es “generar nuevas ideas”.

Pero hay quienes están cansados de tanto proyecto de cambio que se queda en el tintero. Por eso, Alex Wild sostiene en CapX que los tories deberían empezar por recuperar algunas ideas que lanzaron entre 2010 y 2015, y que luego no lograron sacar adelante por sus disputas con sus socios de coalición, los liberal-demócratas. Lo que no le convence a Wild es que los conservadores sigan por la senda de la imitación de las políticas de izquierdas.

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