En las noticias sobre nacimientos por gestación subrogada, la narrativa suele girar en torno al deseo de las “madres intencionales”, sobre todo si estas son famosas, como en los casos recientes de la actriz Lily Collins o la escritora Chimamanda Ngozi Adichie. Pero, ¿qué ocurre con los niños que nacen por esta técnica? ¿Qué huellas quedan en ellos? ¿Y en las gestantes?
La activista y abogada francesa Olivia Maurel acaba de publicar en su país “Où es-tu, Maman?” (“¿Dónde estás, mamá?”) (Editions du Rocher), un libro donde narra en primera persona su historia y que pronto estará también disponible en español. Olivia descubrió hace tres años, gracias a un test genético, algo que llevaba tiempo sospechando: su madre no era su madre biológica, pues había nacido por gestación subrogada tradicional. Esta revelación le permitió conocer su identidad y reconciliarse con su pasado. Hoy no tiene reparos en hablar del síndrome del abandono y otros trastornos que la han acompañado siempre.
Maurel es ahora portavoz de la Declaración de Casablanca, una iniciativa internacional que aúna a un grupo de expertos que abogan por la abolición universal de la gestación subrogada. El 8 de abril se reunió con la Oficina Permanente de la Conferencia de La Haya. Su mensaje es claro: mientras continúen los vientres de alquiler, miles de niños se encontrarán en una situación de indefensión.
– La publicación de tu libro ha sido una noticia en la vecina Francia. ¿Qué ha supuesto para ti escribir este libro: reabrir heridas o sanarlas?
– Escribir este libro fue un proceso intenso, mezcla de catarsis y confrontación. Por un lado, significó reabrir ciertas heridas, revisitar recuerdos a veces dolorosos. Pero, al mismo tiempo, poner palabras a esas experiencias me permitió darles sentido, domesticarlas y, en cierto modo, superarlas. Fue a la vez un acto de vulnerabilidad y de resiliencia.
– No sé si sospechabas que tu historia personal se convertiría en una causa mundial: ¿por qué decidiste hacerla pública?
– Sinceramente, no pensaba que mi historia tomaría tales proporciones. Al principio, mi enfoque era sobre todo personal: necesitaba poner en palabras lo que había vivido, dar sentido a mi viaje. Pero muy pronto me di cuenta de que mi historia resonaba mucho más allá de mi propia experiencia. Recibí testimonios de personas que se reconocían a sí mismas, que encontraban valor en mi historia. Eso me convenció de que hacerlo público no era sólo un acto personal, sino también una forma de cambiar actitudes y abrir un diálogo necesario.
“Me sentí triste e incomprendida cuando descubrí la verdad sobre mis orígenes”
– Desde entonces, te has hecho portavoz de la Declaración de Casablanca, has escrito un libro, has conocido a parte de tu familia biológica, has viajado a numerosos países; pero también se ha roto la relación con tus padres y has sido criticada por tus declaraciones contra este mercado que mueve miles de millones al año. ¿Ha valido la pena emprender el camino del activismo?
– Es una pregunta que me he hecho muchas veces. El activismo es un camino exigente y a menudo doloroso, y las consecuencias personales no son insignificantes. Perder los lazos familiares y exponerse a críticas y ataques es un precio muy alto. Pero cuando veo el impacto de mi compromiso, los debates que ha abierto, las personas que por fin se sienten escuchadas y apoyadas, sé que merece la pena. Si tuviera que volver a hacerlo, sí, tomaría la misma decisión. Porque el silencio no protege a nadie, y denunciar una injusticia, por poderosa que sea, es una necesidad. Esta lucha va más allá de mi propia historia. Se trata de dar voz a quienes no la tienen.
– Has descubierto que tu madre biológica era una persona con trastornos psiquiátricos. ¿Guardas rencor a tus padres por haberte ocultado la historia de tus orígenes y por haber nacido por maternidad subrogada?
– No estoy enfadada ni siento odio hacia ellos. Durante mucho tiempo me sentí triste e incomprendida cuando descubrí la verdad sobre mis orígenes, pero, en retrospectiva, creo que hicieron lo que pudieron con la información y las creencias que tenían en ese momento. Lo que lamento no es tanto su elección como el hecho de que no me dieran acceso a mi historia desde el principio. Crecer sin conocer tus orígenes crea un vacío difícil de llenar. Pero hoy, más que resentimiento, siento la necesidad de concienciar sobre la importancia de la transparencia y el derecho de todos a conocer su historia.
– A raíz de tu presencia en medios de comunicación, te han contactado otras personas que también nacieron por la práctica de la subrogación. ¿Hay características comunes en todos ellos? ¿Por qué les cuesta tanto compartir su historia?
– Sí, se han puesto en contacto conmigo varias personas que, como yo, nacieron por gestación subrogada, y lo que me sorprende es hasta qué punto compartimos preguntas similares. Muchos sienten una profunda necesidad de comprender sus orígenes, de conocer la verdad sobre su historia, y al mismo tiempo se topan con un enorme tabú.
Incluso en la forma “altruista”, la subrogación sigue basándose en una ruptura deliberada entre el niño y la mujer que lo ha gestado
Lo que hace tan difícil hablar es el miedo a las reacciones. Expresar abiertamente nuestros sentimientos puede verse como un desafío a la narrativa dominante, que presenta la gestación subrogada como un acto puramente altruista sin consecuencias. También está el miedo a herir a los padres que nos criaron, a que nos reprochen que es una forma de ingratitud. Este silencio pesa y poder hablar con otros que pasan por lo mismo es esencial para sentirnos legitimados y comprender que nuestras preguntas son válidas. Todos compartimos algún tipo de problema mental: depresión, shock postraumático complejo… Todos hemos sufrido.
– La misma polarización que se percibe en otros temas está también presente al tratar la maternidad subrogada. ¿Entre el todo y el nada, el sí y el no, habría un camino intermedio, como la regulación o la llamada subrogación altruista o ética?
– Muchas personas presentan la regulación o la llamada subrogación “altruista” como una tercera vía, un compromiso entre la prohibición total y la mercantilización. Pero en realidad, incluso en estas formas, la subrogación sigue basándose en una ruptura deliberada entre el niño y la mujer que lo ha gestado. En mi opinión, la cuestión clave no es sólo el marco jurídico, sino los derechos fundamentales del niño. Tanto si la subrogación es comercial como “altruista”, el niño no tiene voz ni voto en la transacción. Sin contar con ellos, se decide que serán separados de la persona que los engendró, y a veces incluso que nunca conocerán parte de sus orígenes.
En lugar de intentar regular una práctica intrínsecamente problemática, ¿no deberíamos pensar en alternativas que respeten plenamente los derechos de los niños y las mujeres?
– Dado que naciste por gestación subrogada, hablas mucho de los derechos de los niños, pero yo querría preguntarte ahora por las mujeres donadoras o gestantes. ¿Qué huella deja en ellas participar en una gestación para otros?
– Las mujeres que participan en la gestación subrogada, ya sea como madres de alquiler o como donantes de óvulos, suelen estar ausentes del debate público. Sin embargo, sus experiencias merecen nuestra atención.
Muchas madres subrogadas dan testimonio de un profundo apego al bebé que llevan en su vientre, aunque se las haya preparado para la idea de separarse de él. Este vínculo biológico y gestacional no desaparece simplemente porque un papel disponga lo contrario. Algunas sufren angustia psicológica tras el parto, sensación de vacío o culpabilidad. Otras se dan cuenta, a veces años después, de que se las pidió que ignoraran un vínculo que era muy real.
Comprendo el profundo dolor de la infertilidad, pero la maternidad subrogada tiene un profundo impacto en la persona que nace gracias a ella
En cuanto a las donantes de óvulos, a menudo se las reduce a mero “material genético”, sin que se hable realmente de las consecuencias a largo plazo. Se les asegura que hacen una “donación”, pero no siempre se les dice que de ese gesto nacerán niños y que algún día podrán buscarlos. Algunos descubren con el tiempo que han transmitido una parte de sí mismos a desconocidos, sin poder conocerlos nunca.
Detrás de la imagen de una elección libre e informada, a menudo hay puntos ciegos, cosas que no se dicen y realidades complejas que preferimos no ver. Sólo escuchando a estas mujeres podremos comprender el verdadero impacto de la gestación subrogada en ellas.
– Tu ahora eres madre de tres hijos. ¿Qué le dirías a una mujer que desea cumplir su sueño de ser madre y para la cual la subrogación parece ser la única posibilidad?
– Le pediría que se detuviera y considerara realmente la perspectiva del niño que espera traer al mundo. Comprendo el profundo dolor de la infertilidad o el deseo de tener un hijo biológico, pero la maternidad subrogada no es sólo un acuerdo médico o legal: es una decisión que tiene un profundo impacto en la persona que nace gracias a ella.
Los niños concebidos por maternidad subrogada no están ahí simplemente para cumplir un sueño; son individuos que crecerán con sus propios pensamientos, emociones y preguntas sobre sus orígenes. Invito a los futuros padres a reflexionar sobre lo que significa crear intencionadamente un hijo en virtud de un contrato que prevé su separación de la mujer que lo gestó. El embarazo no es sólo un proceso biológico: es una profunda experiencia relacional que da forma tanto a la madre como al bebé de una manera que no puede transferirse simplemente a otra persona al nacer.
También las animaría a escuchar las voces de las personas nacidas a través de la gestación subrogada, y no sólo de las que dicen estar contentas con ella, sino también de las que sufren sentimientos de pérdida, mercantilización o confusión sobre su identidad. Con demasiada frecuencia, estas perspectivas se descartan o ignoran porque desafían la narrativa dominante de que la gestación subrogada es un acto de amor.
En última instancia, yo plantearía esta pregunta: ¿justifica el deseo de tener un hijo crear una situación en la que ese hijo pueda sentir un día una profunda pérdida? El amor nunca debe construirse sobre los cimientos de la separación y los contratos. Hay otras formas de construir una familia que no convierten las relaciones humanas en meras transacciones.
– El negocio de la maternidad subrogada crece en cifras de año en año, y los pasos que se dan para su regulación o prohibición en la legislación internacional son lentos. ¿No te sientes como un joven David luchando contra el gigante Goliat? ¿Cómo encuentras la motivación o la inspiración?
– Es cierto que, ante la magnitud de la industria de la gestación subrogada, con sus colosales recursos financieros y su influencia en el discurso público, es fácil sentirse diminuto. Pero la historia de David y Goliat nos recuerda algo esencial: no es el tamaño lo que determina el resultado de una batalla, sino la determinación y la justicia de la causa.
Mi motivación viene de todas las personas que me escriben, que me dicen que se reconocen en mi testimonio, que por fin se atreven a poner en palabras sus propias experiencias. También viene de las mujeres que se sienten utilizadas y reducidas a su papel reproductivo. Mientras estas voces sean silenciadas o ignoradas, seguiré luchando para que sean escuchadas.
El cambio es lento, es cierto, pero se están produciendo avances. Cada vez son más las personas que abren los ojos a las realidades de la subrogación y cuestionan el modelo que se les presenta. La historia nos demuestra que las batallas por los derechos fundamentales llevan tiempo, pero acaban triunfando. Esta convicción es la que me da fuerzas para continuar.
– ¿Qué acogida ha tenido tu testimonio en los países de habla hispana? ¿Tendremos la alegría de ver prontamente una edición española de tu libro?
– Mi historia fue recibida con gran interés en los países de habla hispana, en gran parte gracias a los expertos de Casablanca que trabajan ahí por nuestra causa. Tuve la suerte de ser entrevistada por algunos medios y ser invitada a dar una charla en una universidad en Barcelona. La respuesta ha sido cálida y comprometida, lo que me conmueve profundamente. Me da mucha alegría anunciar que participaré como conferenciante en la Conferencia sobre la abolición de la maternidad subrogada que tendrá lugar en Lima, Perú, en junio de 2025 y compartir que la edición en español de mi libro verá pronto la luz gracias al Grupo de Comunicación Loyola.