Madoly Harris, agente del FBI, detiene a Winston, contable de una poderosa organización mafiosa, a quien debe escoltar de Canadá a Nueva York. A cambio de protección, él ha accedido a testificar contra sus jefes. Para ello, sobrevuelan las montañas de Alaska a bordo de una avioneta privada, pilotada por Daryl. Pero en pleno vuelo se descubre que no todo el mundo es quien dice ser y, a 3.000 metros de altura, escapar no es una opción.
Cuando Mel Gibson leyó el guion, lo describió como “terrorífico y absurdo a la vez”, definición que encaja perfectamente con esta película. Amenaza en el aire no ganará ningún premio a la originalidad, pero es entretenida y cargada de suspense al más puro estilo hitchcockiano, aunque se incline más por el exceso que por la sutileza.
El papel de psicópata para Mark Wahlberg –alejado de todo lo que ha hecho hasta ahora– le va, sin embargo, como anillo al dedo, y Michelle Dockery no está mal como dura teniente general, a pesar de que su paso por Downton Abbey la tiene muy encasillada. Por otro lado, Topher Grace recuerda al astuto contable de Huida a medianoche, tan bien encarnado por el fallecido Charles Grodin.
Amenaza en el aire es lo que promete. Se nota la mano de un solvente director, capaz de sacar la máxima tensión al guion, aunque puede decepcionar a los que esperen una obra maestra, como lo fue, por ejemplo, su ya lejana Hasta el último hombre.
Jaume Figa Vaello
@jaumefv