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Bizancio Vol. 1: Los primeros siglos. Vol. 2: El apogeo

TÍTULO ORIGINALByzantium: The Early Centuries (vol. 1) — The Apogee (vol. 2)

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNBarcelona (2024)

Nº PÁGINAS528 (cada volumen) págs.

PRECIO PAPEL29,95 €

TRADUCCIÓN

GÉNERO

Bizancio. Los primeros siglos: Comprar

 

La denominación “Imperio bizantino” surge en la Modernidad, tras la conquista de Constantinopla a manos turcas. Es una fórmula que pretende identificar los diez siglos de historia del Estado que tuvo su capital en la ciudad que hoy se conoce como Estambul (nombre que quizá se deriva del originario). Por regla general, se asume que los rasgos definitorios del mundo bizantino son cuatro: la herencia institucional romana; la cultura griega, la religión cristiana; la actitud orientalizante.

El fin de Bizancio se data en mayo de 1453, con la caída de Constantinopla. Sin embargo, los comienzos suelen discutirse: hay quien opta por remontarse al emperador Constantino, otros prefieren Teodosio –el último césar que gobernó un Imperio romano unificado a Oriente y Occidente–, y otros inciden en sus inmediatos sucesores. En todo caso, es una parte íntima de la historia de Europa que apenas estudian los occidentales. Es una Edad Media diferente de la vivida en las naciones que siguieron la cultura latina y que integraron a los pueblos germanos.

John Julius Cooper (1929-2018), más conocido como John Julius Norwich –porque era vizconde de Norwich–, fue un diplomático inglés formado en Oxford y que, a partir de los 35 años, decidió centrarse en su pasión por escribir libros de historia. Una de las obras que más reconocimiento le granjeó, incluso de especialistas, es esta sobre el Imperio bizantino, cuyos dos volúmenes ven la luz por primera vez en español.

El autor no “aspira a la erudición académica” y se enfoca en las relaciones políticas y las biografías de los principales personajes, lo cual incluye abundantes episodios truculentos, y variadas alusiones a excesos de toda índole. La obra apenas aborda el trasfondo sociológico, cultural o económico, y el autor no es muy preciso a la hora de tratar los problemas religiosos y las disputas teológicas que definían una parte significativa de la vida bizantina. En ocasiones se percibe insuficiente formación en estos aspectos y su mentalidad anglicana.

Más allá de estas debilidades, en contrapartida, cabe afirmar que la obra de Norwich cuenta con el acierto de basarse en las fuentes más directas, las crónicas que se escribieron en la Antigüedad tardía y a lo largo de la Edad Media, en especial en aquel mundo griego. Norwich dispone de criterio y el contraste de especialistas para poder interpretar esas fuentes y darles contexto, de modo que ofrece al lector una aproximación compendiada a cuanto nos transmiten los testimonios directos.

En resumen, esta es una obra que disfrutarán quienes prefieren observar las luchas de poder político y quienes deseen buscar los restos de la Constantinopla bizantina en la hodierna Estambul turca; de ahí que sea un acierto la traducción. Pero quizá no satisfaga a quien prefiera indagar hasta qué punto Bizancio era romana o griega. Eso sí: informa correctamente de que la basílica que nosotros llamamos “Santa Sofía” es, en realidad, “Sagrada Sabiduría”, y “Santa Irene” es “Santa Paz”.

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