Jaume Plensa: “La creación artística tiene la obligación de iluminarnos”

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Jaume Plensa: “La creación artística tiene la obligación de iluminarnos”
Jaume Plensa junto a su instalación “Invisibles” (2016) (foto: cortesía de Espacio Fundación Telefónica, Madrid)

Jaume Plensa (Barcelona, 1955) es cada vez más conocido por sus esculturas monumentales de rostros femeninos de piel blanca y tersa y de delicadas facciones. Son rostros límpidos, silentes, estilizados, que invitan a la contemplación y al sosiego. En Madrid ya es famosa Julia, una escultura blanca ubicada en el lugar en que antes estaba la estatua de Colón, una plaza deslucida donde lo que reluce son los fuertes contrastes que se crean entre los distintos elementos que la componen.

Tal vez la misión de Julia en esa desaliñada plaza sea la de aquietar el estruendo del tráfico, o introducir un suspiro de belleza en el tráfago cotidiano de la ciudad. Otras esculturas similares están distribuidas por el mundo. También se muestra una en la exposición retrospectiva del artista catalán en Espacio Fundación Telefónica, y con nombre propio: María. Es de tamaño medio y de piedra blanca, y preside una de las salas.

Sin embargo, el origen de la exposición reside en otra escultura monumental de acero, Iris, realizada por el artista para conmemorar los cien años de la empresa de telecomunicaciones. “Fue un encargo –decía el propio autor– en que no se me pidió nada, simplemente se dio. Y siendo yo, también fui ellos. Yo creo que cuando somos más nosotros es cuando más cercanos estamos al alma de los demás”.

Maqueta a escala de “Iris” (Jaume Plensa, 2024) (foto: cortesía de Espacio Fundación Telefónica, Madrid)

Iris es una dama blanca, una diosa mensajera cuya cabeza emerge del lago del Distrito Telefónica. Allí se halla enraizada, desde su inauguración en abril de 2024, en las aguas del corazón verde de la sede operativa de la empresa. Esta escultura ya forma parte de la Colección de Arte de Telefónica, y recibe visitas, y se alza jubilosa como símbolo del poder de la comunicación y la palabra.

“La cabeza es el palacio del conocimiento, donde todo sucede”

Una metáfora de la diversidad del mundo

En Iris se condensa gran parte del universo poético del artista. Él mismo, cuando se refiere a ella, dice: “La escultura es una cabeza, un elemento muy importante en mi trabajo, porque la cabeza es el palacio del conocimiento, donde todo sucede. Y es una cabeza de mujer por la importancia que siempre he dado a lo femenino como actitud ante la realidad, para transformarla y enriquecerla. Y después… está hecha de alfabetos de muchas culturas, una metáfora de la maravillosa diversidad del mundo en que vivimos”. Es loable que sea una espléndida maqueta de Iris (2024) la que dé la bienvenida a la exposición, la cual reúne quince obras del artista en un recorrido desde los años noventa hasta la actualidad.

En la primera sala del recorrido expositivo se proyecta el documental ¿Puedes oírme? (2020), de Pedro Ballesteros. Un auténtico acierto, porque muestra no solo el proceso creativo, sino también la personalidad y la filosofía del trabajo del artista. Resulta sin duda un modo eficaz de introducir su obra, a la vez que evidencia su alcance a nivel internacional. Entre sus creaciones más conocidas, el documental destaca la Crown Fountain (2004), una gran escultura ubicada en el Parque del Milenio de Chicago. Una intervención pública pionera caracterizada por lograr la participación de los ciudadanos, en este caso de los más pequeños. Algo que resuena con Isamu Noguchi cuando afirmaba que “la razón de ser de la escultura es dotar al espacio de significado”, de modo que la obra pueda interactuar con las personas.

Fragmento de “Glückauf?” (Jaume Plensa, 2004) (foto: APL)

La exposición está organizada secuencialmente y de manera cronológica. Al ver las obras es fácil percibir su itinerario artístico, iniciado con trabajos más abstractos y conceptuales, para desembocar después en otros más figurativos y sensoriales. Algunas de sus piezas escultóricas más emblemáticas van apareciendo en distintas salas: La Neige Rouge (1991), que trasmuta en ligereza (luz y energía) la gravedad y la opacidad del hierro fundido, creando así una nueva relación espacial espectador-escultura; o Glückauf? (“¿Buena suerte?”, 2004), un conjunto de cortinajes de letras metálicas suspendidas, que evocan textualmente la Declaración de los Derechos Humanos de 1948. Tiras de caracteres flotantes, cuyas sombras bailan o parpadean al ser proyectadas sobre el suelo y la pared cuando dan vueltas. Un espacio poético que evoca la fuerza de lo invisible del lenguaje en algo material, palpable y variable.

A Plensa le interesa especialmente la relación entre cuerpo e identidad, y entre cuerpo y entorno

Por sus obras, Jaume Plensa ha recibido numerosos premios (por ejemplo, el Premio Nacional de Artes Plásticas o el Premio Velázquez). Su trabajo está presente en catorce países y, además de esculturas, ha realizado numerosas instalaciones. En sus obras utiliza dibujos, aguafuertes, maquetas y todo tipo de recursos, a los que une el uso de una amplia gama de materiales: hierro fundido, vidrio, acero inoxidable, alabastro, resina…, a los que sabe infundir nuevos significados con el objetivo de trasformar el lugar en que se asientan las obras. Se vale también de sonidos, luces y especialmente del poder purificador y sanador del agua, elementos fundamentales que relaciona con la vida (cambio y movimiento), la literatura (especialmente la poesía), la filosofía y la música, y también con lugares evocadores, como los sonidos del agua de La Alhambra. La suya es además una apuesta decidida por la palabra (la comunicación y el lenguaje), y los alfabetos del mundo como símbolos del entendimiento humano.

Una reflexión sobre la condición humana

En el trasfondo de sus obras se percibe cómo el artista indaga –en el tiempo y desde distintas perspectivas– en conceptos como la identidad, la condición humana o la comunicación. Le interesa especialmente la relación cuerpo-identidad, y comienza por registrar sonidos corporales como la respiración o el bombeo continuo del corazón. En Love Sounds (1998), una de sus instalaciones, formada por cinco cabinas de alabastro, evoca el sonido del flujo sanguíneo, en un intento de animar también al visitante a descubrir el de su propio cuerpo. Le interesa también la presencia física y la relación entre cuerpo y entorno, conceptos que explora en la serie escultórica Silence (2016), compuesta por siete rostros femeninos colocados sobre vigas de madera. Plensa reflexiona sobre quiénes somos como individuos y como miembros de una comunidad, partiendo de la diversidad y las semejanzas de la identidad humana.

“Love Sounds” (Jaume Plensa, 1998) (foto: APL)

Con ese fin explora la trasformación del ser humano manifestada en nuestra condición de seres inacabados. Impacta su obra Invisibles (2016), instalada en una sala con tres enormes cabezas modeladas con mallas finas de acero, las cuales se hallan incompletas y suspendidas en el aire, como en construcción. Los rayos de luz provenientes del techo de la sala ayudan a crear una atmósfera etérea. La radiación lumínica atraviesa las fisonomías faciales de los tres rostros, y sus pieles de tramas metálicas se subliman con brillos, reflejos y sombras. Un curioso juego, parecido a un compás de espera, que detiene el tiempo en la inmensidad, aunque luego prosiga su camino. “Mi vida y mi obra –dice Plensa– siempre se han ido tocando. Yo no he querido tener éxito como artista, sino como persona. El arte siempre es una consecuencia de tu evolución como ser humano”.

La belleza de la interioridad humana

Sus esculturas femeninas de ojos cerrados, como María (2018) o la famosa serie de rostros femeninos Rui Rui’s Words (2021), expresan esa búsqueda de la belleza de la interioridad humana, de lo efímero, de la espiritualidad, de la importancia de la contemplación y del silencio. De ahí el título de la exposición: “Materia interior”. Lo explica el mismo artista: “Es un título adecuado para mi trabajo, porque siempre los personajes con los que trabajo están con los ojos cerrados; están buscando ese camino interior que todos tenemos, como un paisaje que escondemos y que creo que está cargado de belleza, y a veces nos cuesta comunicarlo a los demás”. Esta exposición diversa y de recorrido largo se abre a todos. El propio artista la ha planteado como una única obra de arte, como un espejo donde todos puedan reflejarse y participar.

Cabeza de “Invisibles” (Jaume Plensa, 2016) (foto: APL)

Plensa es un artista polifacético y de pulsiones mediterráneas. El mar implica contacto, comunicación e intercambio, y eso está presente en toda su obra, que integra espacio, ser humano y paisaje. Valora la medida de las cosas, el contacto físico, la vida experimental y el saber humanista. Y, al mismo tiempo, quiere descubrir la belleza de lo que no se ve. Para él, “la escultura es la relación de lo material con lo inmaterial, de lo visible con lo invisible”. Trabaja con una gran intuición, abierto siempre a los cambios, y sabe aprovechar el poder transformador del arte. Maneja bien la palabra prolongada, la conversación con las manos, la importancia de la contemplación y la belleza de la vida interior. “Una comunidad, una sociedad –dice Plensa–, necesita iluminar esa vida interior que nadie nos ha contado que teníamos; la creación tiene la obligación de iluminarnos”.

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