En las próximas décadas, la baja producción de alimentos combinada con el aumento de la población, especialmente en lugares pobres, plantea un escenario poco halagüeño: el número de personas que pasan hambre aumentará dramáticamente. Pero podemos evitarlo. Este es, en esencia, el contenido de una carta conjunta firmada por más de 150 personalidades del mundo científico, muchos de ellos ganadores del Premio Nobel en las categorías de Física, Química y Medicina.
Según pronostican, distintos fenómenos asociados al cambio climático –aumento de los fenómenos meteorológicos extremos, escasez de agua, pérdida de biodiversidad, degradación del suelo, entre otros– reducirán drásticamente la producción de alimentos. A esto hay que sumarle el perjuicio causado por los conflictos bélicos y la existencia de políticas que, en vez de fomentar la investigación o la distribución de mercancías, suponen un freno para el progreso.
Ante la complejidad para abordar los dos primeros factores (el cambio climático y las guerras), los firmantes centran sus peticiones, y la esperanza de evitar el escenario descrito, en la investigación y el desarrollo de técnicas agrarias. En concreto, mencionan “la potenciación de la fotosíntesis en cultivos como el trigo y el arroz, la fijación biológica del nitrógeno en los principales cereales, la transformación de cultivos anuales en perennes, el desarrollo de nuevos cultivos, la mejora genética de frutas y hortalizas para aumentar su conservación y seguridad alimentaria, la creación de alimentos ricos en nutrientes a partir de microorganismos y hongos”, entre otros. Además de las técnicas genómicas, los signatarios confían en que la inteligencia artificial y la biología computacional puedan acelerar estos desarrollos.
Se trata, como ellos mismos reconocen, de apuestas arriesgadas (“moonshots”, lanzamientos de naves a la luna), pero son necesarias la ambición y la imaginación si se quiere cambiar el rumbo en la producción alimentaria. También hace falta dinero, obviamente. De ahí que en la carta se pida a los poderes públicos generosidad para financiar estos proyectos, y políticas que, al menos, no los dificulten.