La semana laboral de cuatro días –o la reducción del tiempo de trabajo en cualquiera de sus variantes– está marcando tendencia: en unos países, a modo de programas piloto “a ver qué tal nos va”, y en otros, como aspiración mezclada con imposición –como la del Ministerio de Trabajo español, que desea reducir el monto global de horas sin contar con los empresarios–.
Entre los del primer grupo, el de los que han decidido experimentar sin forzar, hay ahora mismo una iniciativa sui géneris: la de la Autoridad Metropolitana de Tokio, que desde abril de 2025 implantará la semana de cuatro días para los trabajadores de la administración con el objetivo de ver si la nueva variante contribuye a… fomentar la natalidad.
El acortamiento de la semana laboral pretende que las mujeres de Tokio “no tengan que sacrificar sus carreras debido a hitos vitales como el nacimiento de los hijos o su crianza”
La cuestión es crítica: sabido que la tasa de reemplazo poblacional es de 2,1 hijos por mujer, el 1,2 que exhibe Japón, junto con su escasa población de origen inmigrante (2%, en comparación con el 15% de España y similar de EE.UU.), es sencillamente alarmante. En Tokio es aun peor: la tasa de fertilidad fue en 2023 de apenas 0,99 hijos por mujer.
Para mover la aguja hacia arriba se aplicará esta fórmula de los cuatro días, cuyo aterrizaje viene precedido por algunos mecanismos que la administración capitalina ha ido incorporando, como la posibilidad de que sus empleados ajusten de modo razonable sus horarios laborales a sus necesidades, y la de que se tomen un día libre cada mes. Ahora, ese día libre será todas las semanas, de modo que cada “finde” tendrá 72 horas.
Las autoridades se han comprometido a seguir revisando el sistema en cuanto se ponga en marcha, para hacer ajustes que beneficien la flexibilidad y especialmente para echar una mano a las mujeres, de manera que “no tengan que sacrificar sus carreras debido a hitos vitales como el nacimiento de los hijos o su crianza”. De hecho, ya el gobierno municipal permite que parte de su personal trabaje menos horas al día si tiene hijos pequeños que cuidar.
Buenos datos en Alemania
Aunque el enfoque de la potencial incidencia del programa en la natalidad es lo novedoso del experimento en Tokio, hay que decir que cada vez son más comunes las iniciativas de este tipo en varios países desarrollados y que, en no pocos casos, han sido adoptadas de modo permanente. En 2022, una experiencia similar en el Reino Unido con más de 60 empresas arrojó resultados halagüeños –se redujeron los días de baja médica y las renuncias al puesto, los empleados manifestaron menor agotamiento y estrés, la productividad se estabilizó, etc.–, por lo que más del 90% de las organizaciones se animaron a continuar con esta variante.
Uno de los programas más recientes, cuyos resultados se publicaron este mismo año, ha sido sugerido y rastreado por un equipo de la Universidad de Münster, Alemania. Los investigadores, en un acercamiento a la situación general, recuerdan que en el país hay una notable escasez de trabajadores cualificados, lo que se hace sentir fundamentalmente en la construcción, el sector tecnológico, la medicina y el cuidado de menores, a lo que se añade un alza de las bajas y el absentismo relacionados con la salud mental. Solo en concepto de estas ausencias, se calcula que las pérdidas económicas rebasan los 207.000 millones de euros por año. “Consecuentemente –explican– las organizaciones reconocen cada vez más la necesidad de mejorar las condiciones laborales para retener y atraer empleados, mientras mantienen la productividad”.
Un mecanismo en ese sentido sería, pues, el acortamiento de la semana laboral a cuatro días. En el experimento del equipo germano participaron 45 empresas u organizaciones de diverso tipo, y cada una lo hizo a su estilo: unas redujeron el tiempo diario de trabajo, otras dieron un día libre, y de estas últimas, unas cargaron esas horas perdidas sobre las otras cuatro jornadas, mientras que otras optaron por no recuperar ese tiempo.
El 34% de las organizaciones alemanas participantes en el programa piloto decidieron extenderlo, en parte, por su atractivo para reclutar nuevos talentos
Las intenciones confesadas por los empleadores iban desde acrecentar el atractivo de la empresa hasta lograr un mayor nivel de satisfacción del trabajador en su puesto de trabajo, y contribuir a su salud, a su sensación de bienestar y a sus posibilidades de conciliación. Y claro, aumentar –o al menos no reducir– la productividad.
Al terminar el tiempo del programa piloto, se constató que los resultados fueron mayormente positivos. Las empresas –apenas 12 entregaron sus balances– no vieron afectados sus niveles de ingresos, lo cual, bien mirado, fue ya una ganancia: que, con menos tiempo de trabajo, las entradas y los beneficios permanecieran inalterables dejó ver que las horas restadas no eran decisivas, o que los empleados se las habían arreglado para sacar adelante sus deberes con mayor prontitud, en aras de un descanso más prolongado. El 34% de las organizaciones decidió extender el tiempo del programa piloto, pues, además, había funcionado como anzuelo para reclutar nuevos talentos.
Respecto al personal, el 90% refirió una mayor sensación de bienestar durante la implementación de la iniciativa, y se redujo ligeramente el número de bajas médicas. “En comparación con el grupo de control –señalan– los participantes dieron más pasos por semana (1.848 más), estuvieron físicamente más activos (24.45 minutos más) y durmieron 38 minutos más”. Los smartwatches (relojes inteligentes) que se entregaron a parte de los trabajadores rastrearon el ciclo biológico diario de cada uno y aportaron esos datos.
Por último, la necesidad de disponer de más tiempo de “relación”, ese que los empleados querían pasar con los amigos y, fundamentalmente, con la familia, se vio bastante atenuada: si, antes del estudio, un 64% manifestaba su deseo en ese sentido, el porcentaje bajó hasta los 49 puntos en plena aplicación del programa. En las entrevistas posteriores, la mitad de los consultados se dijeron ya satisfechos por contar con ese tiempo añadido.
“¡No salte: desde ahora trabajará menos!”
Si en Alemania la experiencia ha ido bien y se agradece estar más libre para poder disfrutar de la familia o atenderla –quizás incluso para extenderla–, una reducción de las horas o del número de días laborales puede ser aun más positiva en Japón, justamente el sitio en que ha surgido el término karoshi: la muerte del trabajador por el estrés que le provoca la exigencia de estar casi “24/7” pendiente del trabajo.
Aunque automáticamente el concepto se relaciona con los suicidios –ha habido empleados que se han quitado la vida tras hacer 140 horas extraordinarias en un mes–, el Ministerio del Trabajo nipón también designa de ese modo los fallecimientos por fallo cardiovascular si la persona ha trabajado 100 o más horas extraordinarias en el período mencionado.
Que se contemple que alguien pueda trabajar más de 100 horas extra dice bastante de lo mal que ha estado la conciliación entre el trabajo y la vida personal o familiar en el país asiático. Según datos del Better Life Index, de la OCDE, los trabajadores japoneses dedican una hora menos que el promedio de los países de ese bloque (14,1 vs. 15 horas) a actividades de cuidado personal, como comer y dormir, y de ocio (socializar con amigos y familiares, dedicarse a sus aficiones, ver la tele, etc.).
Ciertamente, una semana laboral más corta –o, en su defecto, unas jornadas más breves– podrían ser de ayuda para convencer al que está pensando en saltar desde un rascacielos de dejarlo para otro día. Pero de ahí a entregarse a la tarea de la paternidad va un trecho, máxime por los costos y por lo poco que el Estado arrima el hombro. Según el propio índice de la OCDE, el gasto público japonés en servicios de cuidado infantil y preescolar es el cuarto más bajo entre los países de ese grupo. Quizás ese nivel de erogaciones contribuya a explicar por qué las matriculaciones de niños menores de tres años en Japón son del 30%, tres puntos por debajo del promedio del bloque.
Según un sondeo de Nippon Foundation, apenas el 15% de los jóvenes japoneses de 17 a 19 años ven con optimismo el futuro del país
Para más inri, los matrimonios jóvenes no lo tienen fácil para conseguir un techo: a finales de 2023, Reuters se hacía eco de un informe de UBS sobre el tema inmobiliario en ciudades como Tokio y apuntaba que, paradójicamente, el auge de inversiones que experimenta el país “ha hecho que los apartamentos en el centro de Tokio sean inasequibles para los jóvenes profesionales japoneses”. Solo en la primera mitad del pasado año los precios promedio de una vivienda en el núcleo de la capital habían escalado un 60%, hasta los 865.000 dólares. “Para los residentes, el aumento de los precios ha convertido a Tokio en la segunda ciudad más cara del mundo, solo por detrás de Hong Kong”, señalaba la agencia británica.
Por último, habría que estudiar qué efecto concreto puede tener, en ese objetivo pronatalista, el modo en que los jóvenes japoneses perciben el futuro. En abril pasado, el Mainichi Shimbun citó una encuesta de Nippon Foundation a jóvenes de entre 17 y 19 años, de varios países –incluido Japón–, y los números no daban mucho espacio a la esperanza: mientras que el 85% de los chinos y el 80% de los indios se dijeron optimistas sobre el futuro de sus respectivos países, apenas el 15% de los japoneses mostró buena cara cuando se le preguntó por el suyo. Según el rotativo, la respuesta más común fue la incertidumbre (31,5%), a la que siguieron “Las cosas empeorarán” (29,6%) y “Las cosas seguirán igual” (23,6%). No es, ciertamente, el nivel de entusiasmo que se esperaría de quienes en unos años deberían fundar un hogar, una familia…
Quizás, de generalizarse iniciativas como la de Tokio y de enterarse los trabajadores de que su futura vida laboral no implicará forzosamente entregar el último aliento en el altar de la empresa, puedan cambiar el chip.
Un comentario
Lo de Japón con muertes por exceso de trabajo no va a pasar en la España de los bares, terrazas, Netflix y videojuegos…Muy interesantes las experiencias de reducción de horario manteniendo la productividad. Habrá que hacer la prueba voluntaria en Barcelona y Madrid a ver que pasa.