El “PISA de los adultos” también trae malas noticias

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El “PISA de los adultos” también trae malas noticias
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Las pruebas como PISA, que miden las habilidades académicas de miles de estudiantes por todo el mundo y que sirven para comparar sistemas educativos, son bastante conocidas. Entre otros motivos, porque los rankings internacionales siempre tienen su morbo.

Pero la educación no se acaba a los 15 años, que es cuando esta prueba toma su “fotografía”. Aunque la formación primaria y secundaria sienta las bases para el desarrollo de las principales habilidades cognitivas, el aprendizaje continúa en la fase de estudios superiores… y durante el resto de la vida. Por eso resulta interesante una prueba como PIAAC (Programme for the International Assessment of Adult Competencies), que mide las habilidades lectoras y numéricas –y, en esta segunda edición, también la capacidad de “resolución de problemas”– de miles de personas de entre 16 y 65 años de todos los países de la OCDE.

El primer informe PIAAC se publicó en 2013, y puso sobre la mesa algunas realidades interesantes; por ejemplo, sobre los hábitos lectores de la población adulta en cada país, la relación entre habilidades cognitivas y desempeño en el mercado laboral, la continuidad o no en la vida adulta de las brechas por sexo observadas a los 15 años (ellas mucho mejor en lectura; ellos un poco mejor con los números), o el mayor o menor impacto de la cantidad de años de escolarización en las capacidades de los adultos. Esta segunda edición, además de aportar más información sobre esos temas, permite comparar las diferentes franjas de edad; en sentido estático (¿Son los jóvenes de entre 25 y 35 años mejores lectores que los que tenían esa edad en 2013?) y dinámico (¿Cómo le ha ido a cada cohorte en estos años?).

Ciertamente, las tres habilidades analizadas no dan el dibujo completo de las competencias que puede tener una persona en su vida profesional o personal –por ejemplo, quedan fuera las destrezas manuales o las sociales–, pero sí forman la base, especialmente la capacidad lectora, de lo que podríamos llamar “vida intelectual” de un individuo… y de una sociedad.

Un empeoramiento generalizado

Si hubiera que sintetizar el informe en un titular, podría ser que, en general, vamos a peor. A pesar de que en casi todos los países participantes ha ido aumentando el porcentaje de adultos con estudios superiores, los resultados medios han empeorado. Y lo han hecho especialmente en lo que se refiere a la habilidad lectora: solo dos de los 27 países han mejorado su puntuación en esta prueba: Finlandia y Dinamarca, mientras que 11 han bajado significativamente. Además, ningún país ha conseguido reducir la proporción de suspensos: en más de la mitad, de hecho, ha aumentado significativamente. La destreza numérica no ha ido tan mal: suben tantos como bajan. No obstante, la proporción de “suspensos” –por debajo del nivel 2 sobre 5– solo se ha reducido en tres países, mientras que ha crecido en nueve. En conjunto, uno de cada cuatro adultos suspende en los tres exámenes.

Los países que salen mejor parados son los de la región del norte de Europa (Finlandia, Noruega, Suecia, Dinamarca y Países Bajos) y Japón. Entre los que peor quedan –por debajo de la media en las tres pruebas– están Corea del Sur, Chile, Croacia, Francia, Italia, Portugal y España.

En el conjunto de la OCDE, se ha ensanchado la brecha entre los que obtienen mejores y peores resultados, y entre los nacionales los de origen extranjero

El caso de Corea del Sur es llamativo, porque en PISA lleva varias ediciones obteniendo muy buenos resultados, lo que sugiere que recientemente su sistema educativo ha evolucionado mucho con respecto al que experimentaron las generaciones mayores. Algo similar, aunque no tan acusado, se observa en Irlanda o Polonia, que también cuentan con poblaciones mayores (de 45 años o más) poco formadas.

El caso contrario –que los mayores están mejor que los jóvenes– se da en Finlandia, Suecia o Alemania, lo que indica un cierto deterioro de la enseñanza. En Suecia, de hecho, la franja de edad con los peores resultados es la más baja, de los 16 a los 24 años. En el conjunto de países, son los de 25 a 35 años quienes obtienen las mejores notas. En España, cuya “historia educativa” se parece más a la de Irlanda o Polonia que a la de Finlandia o Alemania, parece observarse, sin embargo, un cierto estancamiento: la franja más joven no mejora respecto a del anterior informe, mientras que sí lo hace la más sénior.

Dos brechas preocupantes para la unidad social

Al empeoramiento generalizado de los resultados hay que añadir otros dos datos negativos. El primero es que, en el conjunto de la OCDE, se ha ensanchado la brecha entre los que obtienen mejores y peores resultados. Y no por la mejora de los primeros, sino por el empeoramiento de los segundos. Esta brecha es especialmente grande en Estados Unidos, Francia o Alemania; algo que, bien leído, puede tener incluso implicaciones políticas: ¿Cómo crear un clima de diálogo constructivo y de consenso en sociedades donde existen sectores tan alejados en cuanto a esa “vida intelectual”?

España es uno de los países donde la brecha es menor. Pero lo es sobre todo porque los resultados de los mejores son bajos en comparación con la media internacional. Como es normal, existe una relación clara entre la puntuación en las pruebas y el nivel de estudios alcanzado. Sin embargo, la ventaja que supone haber cursado estudios superiores en España no es muy grande. Además, con respecto a la edición anterior de PIAAC, la competencia lectora ha empeorado más entre este tipo de titulados que entre los de nivel inferior, contra la tendencia general.

La segunda mala noticia es que también ha aumentado la brecha entre los resultados de los nacionales y los de la población de origen extranjero. En realidad, no todo es negativo: el informe constata que esta diferencia se debe casi únicamente a los inmigrantes de primera generación; los de padres extranjeros pero nacidos en el país apenas muestran diferencias con los nativos.

La distancia más grande se da en Finlandia, y Alemania es donde más ha crecido respecto al anterior informe. La diferencia también es grande y preocupante, por el gran volumen de población extranjera, en Dinamarca y Países Bajos. Al igual que con la brecha por nivel de estudios, esta también resulta poco halagüeña para la unidad social.

De adultos, los chicos ya no son los perdedores

El informe PIAAC ofrece datos muy interesantes sobre la evolución de las principales destrezas en hombres y mujeres. Es de sobra conocido que, durante la etapa escolar, ellas obtienen, por lo general, mejoras notas que ellos, repiten menos, se gradúan más y acceden en mayor proporción a la universidad.

Las pruebas estandarizadas (TIMSS y PIRLS en primaria, PISA en secundaria), confirman a medias esta superioridad de las chicas. Lo hacen para la lectura, donde ellas obtienen puntuaciones claramente más altas ya a los 9 años (PIRLS). Sin embargo, en cuanto a la capacidad numérica, los chicos puntúan por encima de sus compañeras en estas pruebas, lo que contrasta con sus peores notas las asignaturas «numéricas» de la escuela. Esto ha llevado a algunos estudiosos a conjeturar que las malas notas de los varones tienen más que ver con el ambiente escolar (la forma de evaluar, el estereotipo de que “sacar buenas notas es de chicas” o un cierto sesgo “antimasculino” entre los docentes) que con sus capacidades.

Pues bien, el caso es que entre los adultos participantes en PIAAC, la superioridad de las mujeres en lectura –muy abultada en PISA– prácticamente desaparece, mientras que la de los hombres con los números aumenta fuertemente, hasta ser más grande que la de ellas en lectura a los 15 años.

Una investigación publicada en 2018 se propuso usar las “fotos fijas” de las distintas pruebas estandarizadas (TIMSS y PIRLS a los 9-10 años, PISA a los 15 y PIAAC en la edad adulta) para seguir a distintas cohortes de participantes y así elaborar algo así como una cronología de las brechas entre hombres y mujeres.

En la edad adulta, los hombres mantienen la ventaja que en la escuela tenían sobre las mujeres en capacidad numérica, mientras que la de las mujeres en lectura casi desparece

Los resultados son reveladores. La ventaja de los hombres con los números parece aumentar continuamente, sobre todo entre los 15 y los 24 años. Exactamente lo contrario pasa con la superioridad de las chicas en lectura: a mitad de la veintena ya casi ha desaparecido, algo chocante teniendo en cuenta lo abultada que es solo unos años antes.

Al intentar explicar estos fenómenos, los investigadores plantean varias hipótesis. En cuanto al aumento de la ventaja masculina con los números, consideran que puede deberse a su mayor preferencia por itinerarios científicos, tanto en la secundaria superior como en la universidad, y consecuentemente, en el mercado laboral. ¿Y por qué no aumenta de la misma manera la de las chicas en lectura, pues son mayoría en los itinerarios humanísticos? Porque la lectura –señalan– es una actividad mucho más trasversal, y se sigue practicando con independencia de la especialización.

Estas razones pueden explicar, en parte, la evolución de las brechas entre sexos en los primeros años de la edad adulta. No obstante, lo cierto es que los hombres ya están por delante de las mujeres en la habilidad numérica a los 15 años, cuando en la mayoría de los países aún no se ha producido ninguna especialización curricular. Por otro lado, distintas encuestas muestran que hay más mujeres que hombres entre los adultos que leen con frecuencia, al menos literatura, lo que debería contribuir a mantener la ventaja femenina en la habilidad lectora.

En el mercado, el título importa más que las habilidades

Otro apartado interesante del PIAAC es el que cruza los resultados de las pruebas de lectura y números con los datos sobre la vida laboral de los participantes. Resulta que la habilidad numérica es, con respecto a las otras dos, la que guarda una mayor relación con el empleo, y especialmente con la probabilidad de estar activo; también con la de estar empleado y con el sueldo, aunque el vínculo es menos fuerte. En países con una mayor tasa de paro, como España, el impacto de las habilidades en el mercado es más directo.

Se trata, por otro lado, de una relación bidireccional: ser más hábil facilita encontrar trabajo y ganar más, y estar trabajando permite seguir desarrollando esas habilidades. Por otro lado, algunas investigaciones han señalado que cada vez más son las habilidades sociales (y no las cognitivas) las que mayor recompensa económica están ofreciendo.

Con todo, el PIAAC demuestra que los años de escolarización y el titulo alcanzado son mejores predictores del éxito laboral que el nivel de habilidades, especialmente en algunos países, entre ellos España. En otros, como Francia, Inglaterra o Chile, ocurre lo contrario. Algunos llamarían “titulitis” a lo primero, pero lo cierto es que el nivel de estudios alcanzado es una muestra de una serie de habilidades más allá de lo estrictamente académico, como la perseverancia o el orden, muy útiles en cualquier empleo. Por otra parte, los datos del PIAAC muestran que la relación entre las habilidades y el salario va aumentando con la edad, lo que podría indicar que mientras el título supone un importante salvoconducto para acceder al trabajo, las capacidades personales son las que, pasado el tiempo, son más valoradas por los empleadores.

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