Roma.— El compositor de bandas sonoras y ganador de premios Oscar, Hans Zimmer, fue el invitado de honor de la quinta edición del Concierto con los pobres, un evento que nació en los inicios del pontificado de Francisco con el fin de ofrecer arte y cultura a personas en desventaja social.
La Ciudad Eterna está expectante. El sonido de las obras que a toda velocidad intentan acabarse para recibir a los millones de peregrinos que llegarán para el Jubileo de 2025 no se apaga ni siquiera los fines de semana.
El pasado 7 de diciembre, a unos metros de la Puerta Santa que se abrirá en pocos días, otra puerta se abre y otros sonidos se oyen. Unas 8.000 personas ingresan en el Aula Paulo VI. Entre estas, 3.000 ocupan los primeros puestos. Son los últimos que pasan a ser los primeros: migrantes, personas sin hogar, detenidos con permisos especiales, personas que sufren trastornos psíquicos o condiciones sociales desfavorecidas.
Los “descartados” de la sociedad, como Roma, están expectantes. Gracias a la iniciativa de Nova Opera y al Dicasterio para el Servicio de la Caridad vivirán un espectáculo de alto nivel que anticipa la propuesta del Jubileo: peregrinar hacia la esperanza.
“Vivimos tiempos terribles, sin empatía, con situaciones políticas duras, y es difícil acordarse de los otros”, dijo el afamado productor musical Hans Zimmer durante la conferencia de prensa previa al concierto. En sintonía con Dario Vero, compositor y director de orquesta italiano que lo acompañó en el evento y que resaltó la característica de lenguaje universal que posee la música, Zimmer expresó que esa conexión que supera divisiones y fronteras “nos recuerda que todos somos hermanos y hermanas”.
La variedad de procedencias, historias y condiciones sociales del público confirman lo dicho. Masood Uz Zaman se ubica en la tercera fila y está nervioso, mueve sin parar la pierna derecha. Tiene 45 años y hace 17 huyó de Paquistán dejando allí a su familia. Guarda la ilusión de que puedan ingresar a Italia el próximo año. Para eso trabaja vendiendo pizza y comida árabe en la ciudad de Pescara. Nunca antes estuvo en el Vaticano y llegó al concierto invitado por la comunidad católica de su localidad. Se siente incapaz de definir qué significa la música para él; sencillamente no se imagina vivir sin ella: “Es mi alimento cuando estoy cansado”, dice tímidamente. “Cuando escucho música mi cerebro se siente bien”, añade.
Sentado detrás de Masood está Américo. Es venezolano y vive en Chietti. Llegó al concierto por la invitación de la Comunidad Casa de Bethlehem, que lo acogió luego de vivir cuatro años en la calle. Los años más terribles de su vida. Y aunque no sucederá, porque simultáneamente al concierto se desarrolla el consistorio que creó a 21 nuevos cardenales, ha venido con la esperanza de ver a Francisco: “Para mí este Papa significa todo lo que me da esperanza”, asegura. ¿La música? “La música es vida”.
Estallan la orquesta y las voces que interpretan las composiciones de Zimmer en el Aula Paulo VI. “La fuerza de la música es la fuerza de la dignidad”, dirá hacia el final del concierto Mons. Marco Frisina, principal promotor del encuentro.
Américo llora y sonríe.
Clara Fontan
@FontanClara