En 2004, los cineastas vascos Aitor Arregi y Jon Garaño escribieron y dirigieron juntos el documental Sahara Marathon. Después, Arregi dirigió con Iñigo Berasategui los largometrajes de animación Glup, una aventura sin desperdicio y Cristóbal Molón, y con Jose Mari Goenaga, el documental Lucio. Mientras tanto, Garaño dirigió con Goenaga el melodrama Loreak. Y, finalmente, Arregi y Garaño comenzaron a ganar numerosos premios como codirectores y coguionistas de los largometrajes Handia y La trinchera infinita, y de la reciente serie televisiva Cristóbal Balenciaga, también creada y dirigida por Goenaga. Ahora, todos ellos consolidan su relevante posición dentro del cine español con Marco, dirigida por Arregi y Garaño, y también coescrita por Goenaga.
En 1978 y 1979, el barcelonés Enric Marco Batlle (Eduard Fernández) fue Secretario General de la anarquista Confederación Nacional del Trabajo (CNT). A partir de 2000, fue secretario y presidente de la asociación Amical de Mauthausen y otros campos, dedicada a mantener la memoria de los españoles internados en campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Marco comenzó a recibir premios –como la Creu de Sant Jordi, la máxima distinción civil de Cataluña–, concedió numerosas entrevistas e impartió decenas de charlas –sobre todo en centros de enseñanza– como superviviente del campo de concentración de Flossenbürg (Alemania), hasta que se descubrió la verdad.
Dos meses después de su interpretación magistral en El 47, el barcelonés Eduard Fernández dicta una nueva lección magistral en Marco, exprimiendo sutilmente pero hasta el patetismo todos los matices dramáticos de su narcisista personaje, que nunca muestra arrepentimiento. Obliga así al espectador a enfrentarse a los afilados dilemas morales que plantea el filme, especialmente sobre el valor de la verdad en un mundo de apariencias, avatares y corrección política, donde a menudo se asume que el fin justifica los medios y que lo importante en realidad es el propio relato, no si esa historia es verdad o mentira.
Ciertamente, el guion deja de lado el paso de Marco por la CNT y quizás desaprovecha la lastimosa subtrama de él con su esposa (Nathalie Poza) y su familia. En cualquier caso, Arregi y Garaño dosifican muy bien la progresión de la intriga a través de ágiles idas y venidas del presente al pasado, reforzadas con valiosos fragmentos documentales y con la inquietante partitura de Aránzazu Calleja. Además, como siempre, dotan a la película de una esmerada puesta en escena, en la que sobresale la fotografía de Javier Agirre Erauso, colaborador habitual de los dos directores. Elogio especial merece la genial mezcla de documental y ficción con que solucionan el encuentro real en 2014 entre Enric Marco Batlle y el escritor cacereño Javier Cercas, durante la presentación de su novela El impostor, que también recrea la falsa vida de Marco.
Jerónimo José Martín
@Jerojose2002