Hay cosas muy difíciles de contar. Como la muerte de un hijo. Y más cuando el niño apenas tuvo tiempo de conocer a sus padres y el mundo que le rodeaba. Hablar de ello, de ese dolor que escasamente tiene espacio en las conversaciones cotidianas, puede ser devastador. Pero también liberador. En Una estrella fugaz, Ignasi Guerrero y Arturo Méndiz han querido dar voz y espacio al sufrimiento y al amor que envuelve esta pérdida.
“Para mí ha sido como una terapia”… Ignasi Guerrero y su mujer Ágata esperaban su segundo hijo y, a pocas semanas del embarazo, supieron que nacería con una cardiopatía y con síndrome de Down. Le llamaron Pep: tres letras, un cromosoma de más y solo cuatro meses de vida que cambiaron la de los que le conocieron. “Sólo nos queda dar gracias, porque nos has descomplicado”, escribía su madre, pocos días después de su fallecimiento. “Nos has ayudado a ver las cosas con más fe y optimismo, has sido una luz en nuestras vidas. Breve pero intensa. Has sido una estrella fugaz que ha dejado un enorme rastro y nos has dejado a todos embobados en tu camino al Cielo”. Y el padre: “Han sido cuatro meses enseñándonos que la alegría no depende de las circunstancias”.
Hoy, diez años después de esa breve eternidad, Ignasi se pone delante y detrás de la cámara para contar su historia. Él, con su compañero de batallas audiovisuales, Arturo Méndiz –experto productor y director de películas, ganador, entre otros, de tres premios Goya–, codirige el documental Una estrella fugaz, que busca convertirse no solo en un refugio para aquellos que atraviesan lo impensable, sino en un faro de luz para quienes quieren entender, escuchar y acompañar. A través de su historia personal y de otros testimonios, Ignasi Guerrero nos abre las puertas a un universo poco visible: el de los padres que enfrentan la pérdida de sus hijos recién nacidos.
– ¿Cómo nace el proyecto?
– Ignasi. La chispa inicial fue una conversación que tuve con Abraham, un padre en la UCI. Él y Sonia tuvieron a Elia que, por desgracia, falleció a los diez días. El día antes, me dijo: “No sabía que existía la posibilidad de que naciera un niño enfermo: no los ves en los parques, no los ves en la tele…”. Me sorprendió mucho. Yo ya conocía ese mundo porque tuve un hermano con parálisis cerebral, pero me impactó darme cuenta de que muchas personas no lo conocieran, de que fuera –y siga siendo– un tabú. Pensé que hablar de esta realidad podría ser algo bueno.
“Lo que realmente es antinatural es no poder hablar de tu hijo”
Arturo. Después fue dar el paso a lo personal. Empezamos recogiendo muchos relatos ajenos, pero nos dimos cuenta de que hacía falta un hilo conductor. Y ese hilo era la propia historia de Ignasi y Ágata. Ningún testimonio iba a conectar mejor que la experiencia personal. Cuando uno habla desde la verdad, desde lo vivido, se llega a los demás.
Ignasi: Al principio me costó, sinceramente, pero ahora veo que tiene sentido. No quería que todo girara en torno a mi experiencia porque emocionalmente es complicado. Pero cuanto más lo hacía, más me servía: hablar de Pep me ha ayudado en mi duelo. Recuerdo que alguien del jurado del festival DOCS Barcelona me dijo: “Has sido un entrevistador privilegiado porque estas personas no se habrían abierto igual con alguien que no hubiera pasado por lo mismo”. Me di cuenta de lo importante que es compartir nuestras vivencias.
– ¿No fue muy difícil rememorar esos meses?
– Ignasi: Mucho más de lo que esperaba. Creía que lo tenía más o menos superado, pero, hace tres años, cuando empecé a reencontrarme con las familias y a escuchar sus testimonios, me afectó profundamente. Se dieron situaciones muy duras. Me costó especialmente no romper a llorar y desmontar la entrevista en un par de ocasiones, mientras grabábamos.
“Cada mensaje que recibo me reafirma que este proyecto valía la pena”
Arturo. Sabíamos que sería un proceso duro, pero era necesario. Y sí, sin la historia personal de Ignasi, este documental no hubiera llegado al nivel que tiene. Su dolor, su verdad, son el alma de la película.
– ¿Ha valido la pena tanto esfuerzo?
– Ignasi: Sí, por supuesto. Desde que publiqué el vídeo en el que hablo del próximo estreno, me escriben muchos padres que me cuentan que ha fallecido su hijo pequeño y, de repente, me empiezan a seguir doscientas personas más. Cada mensaje que recibo me reafirma que este proyecto valía la pena. Yo les animo a que, si lo necesitan, cuenten su historia.
– En la película, de hecho, ponéis un gran énfasis en esta necesidad de hablar…
– Ignasi: Técnicamente, no conozco cuáles son las fases del duelo, pero sí tengo claro –lo he vivido– que un paso muy bestia es cuando puedes hablar de él con naturalidad. A veces siento que, si no damos espacio a estas historias, si no les damos voz, es imposible avanzar. Es así como puedes integrarlo en tu narrativa familiar y, entonces, hablar de ello ya no duele tanto.
Arturo: A veces se dice: “Es que esto es antinatural”. Lo que realmente es antinatural es no poder hablar de tu hijo. Porque esa persona, que a lo mejor no ha llegado ni a nacer, ha existido. La muerte de un niño, especialmente de un recién nacido, es el mayor tabú en nuestra sociedad. Este documental busca romper ese silencio. Que las personas puedan expresar lo que sienten y que encuentren a alguien dispuesto a escuchar.
– ¿Cómo ha sido la recepción del público?
– Ignasi: Por ahora, increíble. En el preestreno, una mujer mayor se nos acercó y dijo: “Ver este documental me ha hecho darme cuenta de que no lo hice bien. Perdí a mi hijo hace muchos años, pero nunca hablé de ello”. Eso es lo que más me impacta, cuando la gente se da cuenta de que, aunque el dolor sigue, es posible hablar y compartir.
– A nivel personal, ¿qué es lo que más os ha aportado esta película?
– Ignasi: Para mí ha sido una especie de terapia. Al principio lloraba cada vez que veía el montaje. Ahora, con el tiempo, veo lo positivo que ha sido para mí, para mi familia y para todos los que hemos participado. Creo que ha sido un espacio para ordenar mis pensamientos y salir reforzado.
Arturo: Siento que este documental ha ayudado y ayuda a muchas personas. Una de las madres que estuvo en el preestreno me dijo: “Hoy he cerrado la herida”. Solo por eso, ya valió la pena hacer Una estrella fugaz.
Jaume Figa Vaello
@jaumefv
Un comentario
Concebir un hijo… Hacerle hueco en el corazón… Mal dicho. Agrandar el corazón porque llega otro,.Y luego vivir la pérdida. Como no hablar de ello!! Precioso artículo Jaume. Gracias.