Preguntarse por el ser humano es sencillo y complicado a la vez. Sencillo, porque la respuesta la tenemos siempre delante de nosotros: soy yo mismo y no necesito que nadie me explique quién soy. Pero ¿soy sólo mi pelo, mi carne, mis huesos? ¿O una consciencia atrapada en un cuerpo? Frente a la dicotomía entre alma y materia –la batalla más antigua en el seno de la antropología–, Javier Aranguren propone una vía intermedia para salvar lo mejor de cada postura.
Podemos ver la solución que propone, por ejemplo, en todos los capítulos que dedica a las cosas del comer, nunca mejor dicho: el hombre disfruta de la buena mesa; los sabores y olores le dicen mucho acerca de su naturaleza, al igual que su carácter festivo o la importancia de la carici…
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