Andrea, capitán de un ferri que cubre el trayecto entre Venecia y El Pireo, narra en primera persona su relación con Edith, diez años menor que él, a la que conoció durante uno de los viajes, cuando ella era aún estudiante. La novela se inicia cuando Edith ya ha fallecido y Andrea vive solo en una isla cercana al Lido.
A partir de ahí se suceden, casi sin distinción, el pasado y el presente, recurso que puede dificultar un poco la comprensión de los hechos por parte de los lectores. Sin embargo, al final –la novela mejora tras algunos altibajos–, el rompecabezas se completa a través de la carta en la que Edith, poco antes de fallecer, pide perdón a Andrea por su conducta y le agradece la perseverancia inquebrantable a lo largo de tantos años.
El narrador es un personaje maduro, leal, con convicciones firmes. Edith, en cambio, es una persona vulnerable, quien detrás de una apariencia de seguridad e independencia, oculta miedos y muchas dudas. En estos contrastes influye el pasado de ambos, que se va conociendo a lo largo de la novela. Entre las páginas más logradas están las que tratan de la enfermedad y de la muerte de la madre de Andrea.
La novela es, además, la historia de la conversión de Edith –en su juventud había sentido atracción por el maoísmo– casi in articulo mortis. En la narración, un tanto enrevesada, con estilo cuidado y diálogos interesantes, se refleja la compleja realidad social en el entorno europeo desde los años setenta del siglo pasado hasta hoy.
