David Graeber fue un antropólogo británico que nos dejó demasiado pronto (falleció en 2020, a los 59 años). La lucha contra una larga enfermedad no fue óbice para que llevara a cabo una intensa actividad de militancia política a la vez que publicaba libros señeros sobre diversos aspectos: desde los sistemas de normas y su utilidad hasta la clase de trabajos que existen hoy. Por su parte, David Wengrow, también británico, es un arqueólogo que no se ha quedado atrás en lo tocante a producción científica, preñada de trabajo de campo de calidad, con excavaciones arqueológicas en África y Oriente Próximo.
El amanecer de todo es fruto del esfuerzo de ambos y de mucha reflexión y debate. Y no puede ser de otra manera, pues intenta explicar de dónde viene la humanidad, qué la conforma y cuáles han sido los principales cambios en su desarrollo. Los autores señalan que durante quizá demasiadas décadas hemos visto a nuestros antepasados humanos más remotos como una recua de seres primitivos, pura ingenuidad teñida de profunda violencia. En consonancia con tales postulados, se nos ha dicho que solo era posible alcanzar la civilización sacrificando libertades o domesticando nuestros instintos, como si fuéramos salvajes sin remedio. Pero esta tesis carece por completo de aval científico, tanto desde el punto de vista antropológico como desde el arqueológico.
El libro se convierte en una suerte de texto combativo que transforma nuestra comprensión del pasado y abre camino para imaginar nuevas formas de organización social. Criticando el pensamiento de tótems intelectuales intocables (Jared Diamond y Yuval Noah Harari), Graeber y Wengrow concluyen que el mantra de que las sociedades se vuelven menos igualitarias y libres a medida que se hacen más complejas y civilizadas es una construcción intelectual sesgada y errónea, nacida de “prejuicios disfrazados de hechos o incluso de leyes de la historia”. El enfrentamiento con los autores más representativos de dicha corriente es lo que ha servido para dar notoriedad al estudio de Graeber y Wengrow.
La gran contribución de esta obra es la forma tan certera y contundente de derribar del pedestal mitos diversos que solo han hecho que nos confundiéramos. Algunos de ellos son pensar que existió una forma original de sociedad humana; que dicha sociedad era o buena o mala; que subsistió antes de que llegara la desigualdad, etc. Además de derribar esas ideas, el libro de Graeber y Wengrow pone de manifiesto la complejidad de la historia humana.
Estamos ante uno de esos ensayos que se recomiendan solos, pues es un ejercicio de erudición intelectual con poso, de los que dejan huella. Puede que algunas de sus conclusiones chirríen, pero merece la pena conocerlas y, llegado el caso, hacer el esfuerzo por discutirlas. A todas estas ventajas, se añade que Nassim Nicholas Taleb, el famoso autor de El cisne negro, lo ha recomendado fervientemente (y Taleb no suele casarse con nadie) con estas palabras: “No estamos ante un libro, estamos ante un festín intelectual, donde no hay un solo capítulo que no tumbe creencias intelectuales bien asentadas”.