El director argentino Juan Taratuto dirigió en 2008 una de mis comedias preferidas: Un novio para mi mujer. La he visto muchas veces y no soy yo de repasar películas, pero me sigo riendo con el “quién es sagitario”. Sirva este comentario personal para introducir el miedo que me daba un remake español. Que eso es esta nueva película. El argumento es idéntico y el desarrollo –con muy pequeñas variantes–, el mismo. Diego quiere separarse de su mujer, pero no se atreve a decírselo. Sus amigos le convencen para que contrate a un seductor y, así se quita de líos, pero los planes siempre son más sencillos sobre el papel…
Es cierto que, a la versión española, le falta un poco de la chispa argentina del original. Ese torrente de locuacidad que le viene a la historia como anillo al dedo, porque en el fondo la película habla de lo que se dice, y de lo que no, y de la importancia que al final tienen esas conversaciones que nos exasperan o en las que no nos entendemos, o que no calibramos o que no nos atrevemos. Pon un argentino, en este caso, una argentina –magistral Valeria Bertuccelli–, a desarrollar esta cuestión y prepárate para disfrutar. Nadie como ellos maneja el verbo.
Aquí esa argentinidad está ausente, pero hay que destacar la sabiduría de Laura Mañá para, primero, no tocar un argumento que funciona (y lo que toca, que es un poco el final, está muy bien resuelto) y, después, para acertar plenamente con el casting. Belén Cuesta es una magnífica actriz que, además, borda el registro cómico. Era difícil competir con la Bertuccelli; Cuesta lo hace, y sale más que airosa. El resto del reparto cumple con nota. Y era importante, porque los errores de casting en una comedia se pagan muy caros.
Al final, como la original argentina, es una comedia que entretiene, que hace reír y que aporta ideas interesantes sobre las relaciones y la comunicación en la pareja.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta