No hace falta interesarse por la lucha libre para entender y disfrutar de esta película, a sabiendas de que es un drama. Fritz Von Erich fue un deportista que no consiguió el triunfo que –según él – merecía, y crió a un puñado de musculosos chavales para que le dieran el anhelado título, aunque con ello los convirtiera en unos desgraciados.
La historia de los Von Erich es una tragedia americana: la ambición del padre –y su escasa inteligencia– dio fama a su clan y lo condujo al desastre. La historia se centra en las relaciones familiares. La voz cantante la lleva, lógicamente, Kevin, el hermano mayor, hombre sencillo y noble, preocupado por los suyos: obediente a su padre y deseoso de obtener para él el ansiado título, y pendiente de sus hermanos.
La película, a pesar de numerosas secuencias en el ring, no es excesivamente violenta. Los momentos duros vienen al contemplar cómo los hermanos pagan la ambición paterna, ante la indiferencia de su progenitor. La ambientación es excelente y las interpretaciones, particularmente la de Zac Efron –que luce el cuerpo de The Hulk– en el papel de Kevin, y la de Jeremy Allen White como su hermano Kerry, más que notables.