De un mundo que ya no está

De un mundo que ya no está

EDITORIAL

TÍTULO ORIGINALFun a Welt Wos Iz Nishto Mer

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNBarcelona (2020)

Nº PÁGINAS320 págs.

PRECIO PAPEL22 €

GÉNERO

Tres escritores hermanos, polacos y judíos llevan el apellido Singer: una mujer, Esther Singer Kreitman; otro, premio Nobel, Isaac Bashevis Singer, y el tercero, el autor de este libro, Israel Yehoshua Singer (1893-1944). Los tres escribieron sus obras en yidis, esa lengua propia de los judíos centroeuropeos.

Israel Yehoshua es sobre todo conocido por dos grandes novelas: Los hermanos Ashkenazi (1937) y La familia Karnowsky (1943). En De un mundo que ya no está pretendía relatar extensamente la vida de su familia y la suya hasta 1933, año en que llegó a Estados Unidos. Sin embargo, estamos ante una obra que quedó incompleta, pues antes de su muerte solo le dio tiempo a escribir el primer volumen, que relata su infancia. De todas formas, se trata de una excelente pieza literaria.

La mayor parte del libro transcurre en el shtetl de Lentshin, cerca de Varsovia. Los shtetl –especie de aldeas– son lugares donde se reúnen judíos para vivir juntos; algunos son importantes, pero este es pequeño y pobre. El padre de Singer ejerce de rabino de esa pequeña comunidad, aunque no lo es oficialmente, pues no había realizado el examen de ruso que era necesario para que le dieran el título en la Polonia bajo dominio de Rusia. Es un hombre perezoso, amable, timorato y justo, al que no le gusta figurar, que atiende a todos, principalmente a los pobres, pero que vive absolutamente fuera del mundo real. De hecho, solo le importa el estudio de los textos sagrados y no tiene ningún sentido práctico de la vida; es la madre, que procede de una familia de ilustres rabinos, quien se tiene que ocupar de todo lo concreto de cada día. Por ello, quizás, se ha convertido en una mujer amargada que no es capaz de relacionarse amigablemente con el mundo aldeano que le rodea.

El narrador y protagonista, aunque le obligan a estudiar la Torá y a vivir en el mundo opresivo de los ortodoxos jasidíes, tiende a todo lo contrario: se junta con los chicos que no debe y le gusta lo que está prohibido (que es prácticamente todo); es un espíritu inquieto que goza con la naturaleza, el paisaje, los animales… Hay una parte de la novela que transcurre en casa de los abuelos maternos, en una población mayor y más rica, y allí se da un contraste de alegría, abundancia y gozo que le permite respirar con mayor libertad.

El libro no se centra solo en la familia del protagonista, sino que también describe los variados personajes que viven en el shtetl. La mayor parte son aldeanos, gente muy pobre, religiosos la gran mayoría, que procuran cumplir escrupulosamente con todas las leyes rituales. Los hombres son los únicos que cuentan, y las mujeres siempre están en segundo plano, casi ignoradas y relegadas a su función hogareña y poco más. El autor destaca la idea de la grandeza del hombre religioso, constantemente rezando y estudiando la Torá, ocupación que era el ideal de muchos judíos.

Como la obra transcurre en Polonia, aparecen muchos cristianos, a los que tratan como herejes, y los cristianos, a su vez, tampoco respetan a los judíos y hasta alimentan un cierto desprecio, aunque en otras ocasiones se ve la envidia de los judíos porque no pueden hacer lo que hacen los cristianos. Pero, en general, lo que resalta es la persecución a los judíos y cómo no se les tiene en cuenta para nada.

Los recuerdos permiten conocer de cerca muchas de las costumbres judías, principalmente de la ortodoxia, que todavía tienen vigencia en muchos lugares, y su influencia en la vida cotidiana. Literariamente, resulta un libro de memorias sumamente agradable y bien escrito, divertido en muchas ocasiones, y sus descripciones ayudan a conocer la situación de los judíos en aquella Polonia y las relaciones entre las diversas etnias que se encontraron en una región conflictiva, en un inestable momento histórico. 

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