Tren a Pakistán

Libros del Asteroide. Barcelona (2011). 248 págs. 16,95 . Traducción: Marta Alcaraz.

TÍTULO ORIGINALTrain to Pakistan

GÉNERO

Esta novela del indio Khushwant Singh (1915) es una de las rarezas más atrayentes del siempre sugestivo catálogo de Libros del Asteroide. Su autor, un completo desconocido en España, cuenta con una amplia obra periodística, histórica y literaria, y ha sido miembro del parlamento de su país.

Tren a Pakistán se desarrolla en 1947, cuando se proclama la independencia de la India y se procede a su partición, preconizada por Nehru, al frente del gobierno indio, y Jinnah, fundador de Pakistán. Desde entonces, los roces entre ambas potencias son constantes.

Los hechos suceden en el Punyab, una provincia fronteriza en el norte de la India que, tras la división, asiste a un nutrido y bidireccional flujo migratorio: unos seis millones de musulmanes dejaron atrás sus hogares en la India para incorporarse al estado islámico de Pakistán, y un número parecido de hindúes hizo lo propio para emprender una nueva vida.

El equilibrio era muy frágil, y el intercambio derivó en una crisis de fatales consecuencias. Decenas de miles de inocentes murieron, víctimas de una ira cuyo origen nadie podía explicar. Pero Tren a Pakistán es, más que una brevísima relación de la destrucción de la India, una novela sobre la condición humana, sobre sus miserias y heroicidades. En lugar de fijarse en los efectos de la crisis sobre las grandes ciudades, Khushwant Singh refiere la historia de una pequeña aldea, Mano Majra, donde la independencia de la India no significa nada y en la que siempre han coexistido pacíficamente hindúes, musulmanes y sijs.

El asesinato de un prestamista a manos de unos bandidos es el primer episodio de violencia que sacude a la aldea. Un ladrón y un trabajador social que ha estudiado en Inglaterra son detenidos como sospechosos del crimen. Poco después, un tren, procedente de Pakistán y cargado de cadáveres de refugiados hindúes y sijs, se detiene en la estación y paraliza a una comunidad que no está preparada para tanto horror. La religión, hasta entonces cohesionadora, empieza a separarlos tras la llegada de los primeros refugiados, ante la inoperancia y la corrupción de las autoridades.

El cuadro que pinta el autor de ese clima enrarecido por la sed de venganza es sincero y proporcionado; no en vano, él mismo oyó casos parecidos a los que describe. Tren a Pakistán logra explicar a un lector profano las difíciles circunstancias que atravesaba el país, así como su compleja organización social, y defiende, a la postre, que el sacrificio anónimo y desinteresado es el modo más eficaz, tal vez el único, de atajar la sinrazón.