Este ensayo, advierte Luis Suárez, es la síntesis de los dos volúmenes iniciales de su extensa obra Franco, crónica de un tiempo. Con este libro, el autor ha intentado “superar odios y rencores ateniéndonos a la verdad” y adentrarse en las relaciones bilaterales entre España y el régimen nazi. Desde el comienzo se introduce al lector en la geoestrategia del momento, sin descuidar las relaciones exteriores entre España y las distintas cancillerías europeas: un punto clave para entender la posición adoptada por el gobierno de Franco en cada coyuntura.
La progresiva construcción del sistema político español, que Suárez define como autoritario, por contraposición al totalitarismo nazi, no pretende avivar antiguas controversias. Más bien se confirma una categoría aceptada por la inmensa mayoría de especialistas. Sin negar la influencia totalitaria en ciertos grupos de Falange, Suárez deslinda el empeño de Franco por recuperar las esencias católicas. Para ello, el autor se ha valido de la documentación del general que clasificó en su día, posibilitando un examen cuando menos aproximado de su pensamiento. En opinión de Suárez, una cosa queda clara: el catolicismo de Franco y su identificación con la monarquía (entendida como sucesora y no sustituta de su régimen) actuarían como freno a las tentaciones totalitarias.
El ascendiente de la Iglesia, que condenaría el contenido del nazismo en la encíclica Mit brennender sorge de Pío XI, resultaría crucial para la articulación del régimen español. Así lo destaca Suárez, que no duda en atribuir a Franco una clara opción en favor de la neutralidad en la conflagración mundial. Tanto por el perjuicio que implicaba a un país agotado por la guerra civil, como por el peligro que suponía para la conservación de su poder personal. El temor a una invasión alemana, sorteada por la apertura del frente oriental, explicaría la táctica de Franco de ganar tiempo. Para Suárez, la defensa de los valores de la civilización cristiana constituiría el principal exponente de la política exterior española. De ahí los intentos del gobierno por alentar una solución negociada al conflicto entre las potencias occidentales. El objetivo consistía en sumar esfuerzos para combatir la amenaza del expansionismo soviético.
La labor humanitaria desplegada por España, sobre todo la protección de los judíos sefarditas, es un tema que no podía eludir un experto en la materia. Aquí Suárez desmonta la versión que no reconoce la implicación oficial de las autoridades españolas. El libro concluye con las presiones de la izquierda occidental y del comunismo ruso, que condenarían al régimen español. No sin antes apuntar la previsión de Franco en la redefinición de la geoestrategia mundial, que le confirmaría en el poder hasta su muerte en 1975.
Se trata de una lectura que no incurre en interpretaciones sesgadas, a pesar de algunos equívocos puntuales como el que niega que Franco jamás tuviera el retrato de Hitler en su despacho. También parece inconveniente adelantar el hecho de que las leyes fundamentales del régimen no fueran obstáculo para reconocer mucho después la libertad religiosa de los grupos no católicos. Son matices que no desmerecen el conjunto de una publicación rigurosa y amena, que nos sumerge en el conocimiento de un tiempo apasionante.