La lucidez de Hans Magnus Enzensberger para analizar los fenómenos sociales resulta evidente si se tiene en cuenta que la primera parte de las tres que componen estos Ensayos sobre las discordias es un texto publicado en 1992 con el título “La gran migración”. La actitud de Alemania con lo foráneo es paradójica debido a su propia heterogeneidad cultural, pero es fruto de su “identidad enferma”, afirma este escritor. Al cabo de los años, la situación ha empeorado: hay más inmigrantes, es prioritario dar una solución a la crisis de los refugiados y el populismo lleva ya tiempo capitalizando un descontento que ha polarizado a la sociedad alemana.
Alemania, sin embargo, no es una excepción en Europa, lo que tampoco debería llevar a suscribir una política de puertas abiertas, igual de demagógica que el radicalismo xenófobo que combate. Enzensberger reivindica más responsabilidad: es imprescindible sofocar la violencia en cuanto asoma. En “Perspectivas de guerra civil”, el segundo de los trabajos recogidos, critica la ineficacia de las prédicas políticas y la falta de seguridad que nace cuando el Estado abdica de sus competencias para mantener el orden social.
Las discordias de hoy –violencia callejera, asesinatos indiscriminados, conflicto cívico, terrorismo islamista– son difundidas por los medios, que las empaquetan como entretenimiento. Así se propaga una cultura del odio que barbariza a la masa con argumentos simplistas y la inclina hacia el extremismo.
Pero ¿dónde anida esa violencia que aflora inopinadamente? Según Enzensberger, es la respuesta de lo que llama “El perdedor radical” –así se titula el último de los textos ahora reeditados–, la desesperada reacción de quien no tiene futuro. La violencia no irrumpe por motivaciones ideológicas o religiosas; son aquellos que ven frustradas dramáticamente sus expectativas económicas y sociales quienes más riesgo tienen de enmascarar su decepción existencial con cualquier fanatismo violento. Esta perspectiva se antoja reducida, y también la creencia del escritor alemán en que el sistema económico, tal y como está diseñado, solo puede llevar a que aumente el número de perdedores.
El islamismo radical ha sabido aunar globalmente a muchos de estos perdedores, menos fieles y comprometidos ideológicamente con su religión de lo que se suele suponer. De ahí que la solución a la violencia que promocionan no dependa del diálogo –un diálogo así es una autoengaño, sostiene–, sino de la capacidad de las autoridades y de la justicia por mantener el monopolio de la violencia, sin concesiones paternalistas.
Estos tres ensayos –escritos con una prosa muy directa y argumentada, donde importa más la lógica que la retórica– descubrieron cuando se publicaron esas tendencias más profundas que latían en la sociedad y que hoy han aflorado con especial virulencia. Sin conocerlas, es improbable que se apacigüen las discordias contemporáneas. Con la coda final, que narra la rebelión Taiping, uno de los hitos más importantes en la decadencia de la última dinastía imperial china, Enzensberger ilustra las nefastas consecuencias que la locura del Estado Islámico puede tener para el futuro de los propios musulmanes.