Ingrid Rojas Contreras nació en Bogotá, aunque emigró a Estados Unidos con su familia cuando era niña. Estudió en el Columbia College Chicago y actualmente es profesora en la Universidad de San Francisco. La fruta del borrachero, su estreno como novelista, le ha supuesto el reconocimiento de público y crítica.
La historia está construida a partir de sus recuerdos durante la década de los noventa, en una Colombia azotada por el narcotráfico. En Bogotá vive la familia Santiago: el matrimonio y dos niñas, Cassandra y Chula, que tiene siete años. A pesar de hallarse en un barrio privilegiado, no faltan incidentes como cortes de luz y agua, y el goteo constante de noticias violentas. En el jardín de la casa hay un bello y exótico árbol llamado borrachero, que da título al libro.
A casa de los Santiago llega Petrona a trabajar como criada. Es una chica de escasos recursos que procede de una zona marginal de la ciudad, duramente atacada por la guerrilla. Petrona cuida especialmente de Chula que, con su simpatía, se gana su amistad. La vida discurre con cierta tranquilidad, con los típicos incidentes domésticos: algún problema matrimonial, leves enfermedades, etc., hasta que por un extraño suceso Petrona es despedida. Mientras, la inseguridad se ha instalado en toda la capital. Para las dos hermanas comienza una angustiosa temporada, aunque Chula, con su imaginación e ingenuidad, es capaz de ver en todo momento el lado más positivo de las cosas. Este traslado será el primero de una serie de viajes que tendrán que emprender.
La curiosidad y la intrepidez sitúan a Chula en grave peligro y, en paralelo, Petrona, enamorada de un guerrillero, soporta en sus carnes el precio amargo de haberse involucrado confiadamente en un ambiente de gente violenta. En la lejanía, y sin saberlo, ambas experimentan el sufrimiento, aunque en el caso de Petrona se trata de un asunto de más envergadura.
La autora construye un relato de gran fuerza narrativa contado a través de dos voces en primera persona: la de Chula, infantil y luminosa, y la de Petrona, en segundo plano. Con maestría, Rojas Conteras engarza la tragedia de un país en el que los narcotraficantes campan a sus anchas con los pequeños detalles normales y felices de una familia, y retrata este drama con ternura y cierto lirismo. La fruta del borrachero es un excelente debut literario, ambientado con el realismo de lo vivido, que dibuja unos personajes cargados de humanidad, con sus alegrías, fracasos y traiciones.