El 24 de mayo dos periodistas murieron y otros dos resultaron heridos en Sierra Leona en un ataque de los rebeldes. Una de las víctimas fue el español Miguel Gil, cámara de televisión, delegado de Associated Press para África Occidental. En Barcelona, donde vive su familia, el sacerdote nigeriano Austin Ihekweme celebró un funeral por el periodista. Seleccionamos unos párrafos del texto de la homilía, pronunciada en inglés, que fue dirigida especialmente a sus colegas de la prensa internacional.
Todos tenéis un sinnúmero de anécdotas que contar de Miguel. Era un buen amigo, un buen colega y un trabajador infatigable. De hecho, murió haciendo lo que más le gustaba. También era un buen hijo. Sabía que su trabajo hacía sufrir a su madre, pero procuraba llamarle diariamente por teléfono y mostrarle todo el cariño.
Siempre se esforzó por servir a Dios y a su prójimo a través de su trabajo. Miguel encarnó el mensaje evangélico de la llamada universal a la santidad a través de la santificación del trabajo, como recuerda el Concilio Vaticano II y difunde la prelatura del Opus Dei -con la que mantuvo contacto siempre y fue donde lo aprendió-. Cuando su cuerpo fue trasladado a Abidjan desde Freetown, un sacerdote de la prelatura, con el que mantuvo una frecuente dirección espiritual, dijo la Santa Misa por el eterno descanso de su alma.
Pero es necesario hablar de una de las características principales de Miguel. Sabéis bien que Miguel nunca se avergonzó de su fe. Miguel era un periodista católico practicante. Sabía que iba contra corriente pero siempre pensó que eso era lo que tenía que hacer. Uno de vosotros comentaba que, para él, Dios era la prioridad número uno, dos y tres. Después venían los demás y su trabajo. Dondequiera que estuviese, buscaba una iglesia para poder asistir a la Santa Misa los domingos y frecuentaba el sacramento de la Confesión. Tenía mucha devoción a la Virgen y rezaba el Rosario con frecuencia. Su respuesta a los problemas difíciles era rezar.
Recemos por el eterno descanso del alma de Miguel y de su colega Miles, que murió también en Freetown. [En enero de 1999, Miles, un compañero de Associated Press, murió de un disparo, cuando estaba sustituyendo a Miguel. Éste se sintió culpable y dijo que aquella bala llevaba su nombre.] Un colega me comentó que Miguel y Miles estarían compitiendo ahora en el Cielo para ver a quién le tocaba ser el cámara de Dios.
Sus familiares me piden que os diga que imitéis la fe y la coherencia de Miguel, porque ese fue, sin duda, el secreto de su valentía, de su amor desinteresado, de sus grandes logros, de su empeño por sembrar paz y alegría y por promover la justicia.