Para erradicar la cultura del abuso

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El objetivo de la comisión no es solo aclarar los casos investigados, sino atacar la raíz del problema

La primera ministra de Australia, Julia Gillard, acaba de anunciar la creación de una comisión para investigar “la respuesta institucional a las denuncias por abuso sexual a menores”.

El foco de los medios se ha centrado en las acusaciones dirigidas contra la Iglesia católica. Pero la primera ministra es bastante inteligente para saber que los abusos sexuales no se restringen a una confesión. Las investigaciones iniciadas se extienden más allá de la Iglesia: implican también a instituciones dirigidas por el Estado, colegios públicos, organizaciones sin ánimo de lucro como los Scouts, deportivas, agencias dirigidas a menores e incluso la policía. El asunto promete ser muy emotivo y puede durar hasta cinco años. Otras dos investigaciones de este tipo están en marcha en los estados de Nueva Gales del Sur y Victoria, centradas especialmente en la Iglesia católica.

El primado católico en Australia, el cardenal de Sydney, George Pell, ha dicho que cooperará completamente con la comisión. Piensa que esta investigación ayudará a purificar el ambiente: “Nosotros no estamos interesados en esconder los problemas dentro de la Iglesia. No obstante, nos oponemos a que se exageren. Nos oponemos a que se nos describa como los únicos que los tenemos. Reconocemos, con vergüenza, la magnitud del mal, y quiero asegurar que hemos sido serios en nuestro intento por erradicarlo”.

Pero el propósito de la comisión no es simplemente aclarar los casos investigados o limpiar la conciencia pública, sino atacar la raíz del problema. Por desgracia, atrapar y encarcelar a los abusadores es la parte más fácil: no se trata de una crisis relacionada con la ley y el orden, es una crisis cultural. Asegurar que estos casos no vuelvan a ocurrir –en la Iglesia o en cualquier otra institución– resulta casi imposible en una sociedad inundada por reclamos sexuales.

Pocas razones para el optimismo
Por fortuna, la razón que más comúnmente suele darse para el pesimismo (que el celibato sea una obligación para los sacerdotes católicos) no es razonable. Para los críticos de dentro y fuera de la Iglesia, el celibato produce desórdenes psicológicos. Esto no tiene sentido. También han sido condenados por abusos rabinos casados, jefes scout, profesores y pastores protestantes. Las causas de la paidofilia son oscuras, pero lo cierto es que muchos paidófilos están casados. Eliminar el celibato tendría tan poco sentido como forzar a los solteros a casarse.

El reciente escándalo de la BBC demuestra que hace falta una gran fuerza moral para resistir la tentación de proteger a los compañeros

La segunda razón aducida es de carácter institucional. Los que atacan a la Iglesia la acusan de secretismo, de mirar hacia otro lado en los casos de abuso, y de eludir deliberadamente a la autoridad civil al trasferir a los sacerdotes para mantener sus delitos en secreto. Aunque esto ha ocurrido en el pasado, actualmente existen protocolos para llevar a los abusadores ante la justicia, sin que puedan ser amparados por otros sacerdotes.

Cuando los hechos ocurren en la BBC
El reciente escándalo de la BBC en el Reino Unido demuestra que hace falta una gran fuerza moral para resistir la tentación de proteger a los compañeros. Se ha sabido que Jimmy Savile, un presentador de programas de entretenimiento a quien la BBC convirtió en celebrity durante años, resultó ser un abusador en serie. ¿Alguien sabía algo? Sí, algunos sabían. O al menos tenían sus sospechas. ¿Alguien de la BBC hizo algo? No. En vez de eso, después de su muerte, la BBC retransmitió un programa de homenaje. Ahora están apareciendo artículos que dicen que durante años ha existido en la BBC una cultura del abuso.

¿Y qué pasó cuando se acusó a los dirigentes de la cadena de haber escondido los presuntos crímenes de Savile? Negaron haberlos conocido. Como comentaba mordazmente Joe Nocera, columnista del New York Times: “Parece que Thompson –el entonces director general de la BBC– se había mantenido deliberadamente en la ignorancia, lo que hace que te preguntes qué tipo de organización era la BBC cuando él la dirigía, y qué clase de líder era”. Los periodistas de la cadena británica hubieran defenestrado a un obispo así.

La idea de experimentar con la sexualidad que se inculca a los jóvenes es la menos adecuada para evitar los abusos

Lo que se enseña a los jóvenes
La tercera razón para el pesimismo es cultural. Sin duda hay que juzgar a los abusadores, pero lo más importante es evitar que los jóvenes se conviertan en depredadores sexuales.

En este aspecto, la hipocresía es intolerable. Al mismo tiempo que los políticos australianos pronuncian discursos indignados contra los abusos a niños, el sindicato de profesores del estado de Nueva Gales del Sur está distribuyendo unos “kits de información sexual” que enseñan a los alumnos a experimentar creativamente con su sexualidad, y comprobar si son heterosexuales, gays, lesbianas, bisexuales o pansexuales.

La sociedad hoy en día presenta una “sexualidad a la carta”. Pero, ¿alguien se cree realmente que la mayor experimentación va a disuadir a una nueva hornada de abusadores?

“Debemos hacer todo lo posible para asegurar que lo que ha ocurrido en el pasado no vuelva a suceder”. Bien dicho, señora Gillard. Pero hasta que no se transmita a los niños y adolescentes que el sexo es un potencial valiosísimo que debe ser reservado para una relación de amor dentro del matrimonio, el ciclo del abuso se repetirá una vez y otra.

Este artículo es traducción de uno más amplio publicado en MercatorNet.

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