Lo que el debate sobre la desigualdad pasa por alto

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Cincuenta años después de que el presidente Lyndon B. Johnson declarase la “guerra a la pobreza”, demócratas y republicanos tratan de convencer a los votantes de que su partido es el que más se esfuerza por recortar la brecha entre ricos y pobres. Pero la “batalla contra la desigualdad” que unos y otros se disponen a librar cara a las elecciones legislativas de 2014, podría pasar por alto otros factores que están frenando la movilidad social en Estados Unidos.

Actualizado el 20 de enero de 2014

Los principales diarios estadounidenses coinciden en que la desigualdad económica va a ser uno de los temas más importantes en las próximas elecciones legislativas de noviembre de 2014, donde se renovará la totalidad de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado.

El mes pasado, Obama declaró la desigualdad de ingresos como “el mayor problema de nuestro tiempo”, y se piensa que este podría ser el eje de su discurso sobre el estado de la Unión, en febrero. Steve Israel, presidente del Comité de la Campaña Demócrata para el Congreso, expresa su satisfacción al ver la bandera que ha escogido el presidente para 2014: “Defender a la clase media es parte del ADN demócrata. Siempre hemos sido el partido de la clase media”.

Pero los republicanos pueden dar sorpresas. La primera de la temporada llegó el 7 de enero. El Senado tenía que votar si admitía a trámite una medida de emergencia para prolongar las ayudas a 1,3 millones de parados, cuyo seguro de desempleo había expirado el 28 de diciembre. Tanto el Washington Post como el New York Times, entre otros medios destacados, dieron por hecho que los senadores republicanos bloquearían el plan. Pero finalmente salió adelante gracias a que algunos de ellos votaron con la mayoría demócrata.

Contraofensiva republicana
El Partido Republicano sabe que tiene un problema de imagen. La senadora demócrata Kay Hagan jugó recientemente esta baza acusando a los republicanos de “irresponsables y sin corazón” por querer recortar los programas federales de ayuda a los pobres, como el de cupones de comida (cfr. Aceprensa, 18-09-2013).

Pero lo novedoso de este momento político es que los republicanos se han sacudido de encima los viejos fantasmas, y han empezado a contrarrestar la oferta demócrata. La principal propuesta de Obama es lograr que el Congreso aumente el salario mínimo federal (de 7,25 a 10,10 dólares la hora). También quiere mejorar los subsidios por desempleo. El paro acaba de bajar del 7% al 6,7%, el mejor dato desde octubre de 2008. Pero parece que la caída se debe sobre todo a que muchos estadounidenses han dejado de buscar trabajo durante la crisis, según explica el Christian Science Monitor.

Frente a estas propuestas, el Partido Republicano no tiene una estrategia común definida. Pero algunos de sus líderes más populares han tomado la iniciativa. Paul Ryan, candidato a la vicepresidencia en 2012 y hoy representante por Wisconsin, se ha pasado buena parte del año visitando distritos pobres del país. Ahora está aprovechando esta experiencia para defender que los programas contra la pobreza deberían diseñarse sobre el terreno para adaptarlos a las necesidades locales.

El senador Marco Rubio tacha de populistas las propuestas demócratas e insiste en que es preciso crear empleo. De ahí que abogue por potenciar la formación continua de los adultos. También quiere descentralizar los programas federales de ayuda a los pobres, para que sean los estados quienes tengan la voz cantante.

Rand Paul, representante de Kentucky, reivindica la creación de “zonas de economía libre” para que Detroit y otras ciudades deprimidas tengan impuestos más bajos. Eric Cantor, representante de Virginia, defiende la libre elección de escuela como el medio más seguro de romper el ciclo de la pobreza (cfr. Aceprensa, 9-10-2013).

Los hogares de madres solteras representan el 34% de los pobres de EE.UU., mientras que en 1964 eran el 21%

Los nuevos rostros de la pobreza
La “guerra contra la pobreza” emprendida por Johnson hace 50 años ha dado buenos frutos. Uno de los datos más redondos es que el porcentaje de población por debajo del umbral de pobreza ha pasado del 19% en 1964 al 15% en 2012, unos 46 millones de personas según la Oficina del Censo.

La situación ha mejorado especialmente entre los negros, tradicionalmente el grupo más vulnerable. En 1966 el 42% eran pobres; ahora lo son el 27,1%, frente al 12,7% de blancos y el 25,6% de hispanos. Pero la otra cara de la moneda son los hogares de madres solteras, que ahora representan el 34% de los pobres de EE.UU. mientras que en 1964 eran el 21%.

Este cambio de escenario sugiere que el debate sobre la desigualdad centrado en las diferencias de ingresos entre ricos y pobres, que es como lo ha planteado el Partido Demócrata, puede ser insuficiente para retirar los obstáculos a la movilidad social.

Para Richard V. Reeves, director de políticas del Center on Children and Families e investigador de la Brookings Institution, la presunción que hace Obama (a más ingresos, mayor movilidad social) no es tan evidente. “Un salario mínimo más alto elevará los ingresos entre los que ganan menos pero no logrará reducir demasiado la desigualdad, ya que los más pobres no trabajan. Y los ingresos del 1% que está arriba del todo, donde tiene lugar la desigualdad real, no se verá afectada”.

“Si el objetivo es atajar de verdad la desigualdad de ingresos, la solución pasa por subir los impuestos a los más ricos y por destinar esas ganancias a créditos fiscales y ayudas sociales. Si hacemos eso, equilibraremos los ingresos pero no conseguiremos distribuir las oportunidades”.

La desigualdad no lo explica todo
El sociólogo Bradford Wilcox, director del National Marriage Project de la Universidad de Virginia, también insiste en que el debate sobre la desigualdad puede distraernos de los factores que hoy están alejando a tantos del sueño americano.

A partir de unos datos del Equality of Opportunity Project de la Universidad de Harvard, Wilcox compara la movilidad social en distintos municipios estadounidenses y llega a tres conclusiones: es mayor donde la renta per cápita del municipio ha crecido más; es menor en aquellos municipios donde hay mayor proporción de hogares monoparentales; y es mayor allí donde el municipio gasta más.

En otras palabras: hay más gente que sube en la escala social donde crecen los ingresos; donde hay más matrimonios; y donde los gobiernos locales gastan más.

En un estudio anterior, publicado en noviembre, Wilcox mostró que los hijos de familias intactas de padre y madre casados tienen más probabilidades de progresar en la educación y la economía que los de padres divorciados o madres solteras. Y los beneficios son mayores entre las familia modestas (cfr. Aceprensa, 5-11-2013).

Fortalecer el matrimonio
Ari Fleischer, exportavoz de la Casa Blanca con George W. Bush, también cree que la “desigualdad matrimonial” es un factor clave para entender por qué unos estadounidenses progresan y otro no. Da algunos datos interesantes. El primero es de la Oficina del Censo: entre las familias de padre y madre casados, solo el 7,5% vivía bajo el umbral de pobreza en 2012. En cambio, ese porcentaje sube hasta el 33,9% entre los hogares de madres solteras.

El segundo, de la Heritage Foundation, reitera esta conclusión distinguiendo entre blancos y negros. En 2009 la tasa de pobreza entre los blancos casados estaba en un 3,2%; y entre los hogares de padres blancos no casados, en el 22%. La “desigualdad matrimonial” se observa también entre los negros: la tasa de pobreza entre los casados estaba en el 7%; y en las familias de padres no casados, en el 35,6%.

Obama puede seguir aumentando los impuestos a los ricos –dice Fleisher–, pero eso no va a ayudar a detener la creciente división del país en dos grandes tribus: la de quienes son criados por familias intactas de padre y madre casados y con título de licenciado, y la de quienes son criados por un padre o una madre solteros sin estudios universitarios o que no completaron la secundaria (cfr. Aceprensa, 19-06-2012). Lo que de verdad puede ayudar a que los más pobres mejoren su situación es incentivar que acaben sus estudios y fortalecer el matrimonio, concluye.

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