En un supermercado de EE.UU., leer la etiqueta “Fair Food” (“alimento limpio”) adherida a un tomate puede garantizar al cliente que el producto ha sido cultivado y cosechado en unas condiciones agronómicas inmejorables.
Pero el anuncio pretende ir más allá de la “buena salud” del fruto rojo. Según el deseo de la Coalición de Trabajadores de Immokalee (CIW), organización surgida en la mencionada localidad floridana de la que sale el 90 por ciento de todo el tomate de invierno en EE.UU., la etiqueta buscará hacer saber al consumidor que las circunstancias en que viven y trabajan las 30 000 personas que recolectan la hortaliza responden a estándares dignos, una realidad que, hasta hace muy poco, era bastante remota.
“Tiempo atrás —recuerda The New York Times— los capataces solían intimidar y gritar a los trabajadores, conminándolos a llenar sus cestos de 15 kilogramos más y más rápido (…). Por décadas, los campos de aquí habían tenido la reputación de contar con las condiciones más horribles. Muchos obreros inmigrantes tenían que trabajar sin tomar un descanso, incluso bajo temperaturas de 35 grados, y algunas mujeres se quejaban de que los capataces las acosaban y les exigían tener sexo a cambio de mantenerles el empleo”.
Los testimonios de trabajadores que fueron víctimas de atropellos abundan en la web de la CIW. El escenario tenía ribetes tales que el legislador Bernie Sanders, tras una visita a Immokalee en 2008, declaró en una audiencia del Senado que “la norma es el desastre, y el extremo es la esclavitud”.
Hoy, sin embargo, los campos de Immokalee son llamados “los mejores de EE.UU”., tras una metamorfosis en la que ha pesado tanto el empuje de los trabajadores como la presión de las grandes compañías comercializadoras, que se negaron a poner en sus anaqueles tomates cultivados a precio de humillación.
La etiqueta “Fair Food” quiere garantizar que el tomate se ha cosechado en condiciones dignas
La necesaria presión de los grandes
“Por más de 50 años, Burger King ha sido un orgulloso cliente y apoyo de la industria del tomate en la Florida. No obstante, si esta pretende ser sostenible por mucho tiempo, tiene que ser más socialmente responsable. (…) Reconocemos que los cosechadores de tomate necesitan mejores salarios, mejores condiciones laborales, y respeto hacia la labor que realizan. Y estamos ansiosos por trabajar con la CIW para alcanzar estas mejoras. Animamos a otros compradores y productores de tomate en el estado a involucrarse en el diálogo con la CIW, en apoyo de una más amplia transformación social de la industria”.
Lo dijo John Chidsey, alto ejecutivo de Burger King, y lo han imitado muchos otros, pues la CIW fue pavimentando poco a poco el camino para realizar el denominado Fair Food Program, un acuerdo fraguado en 2010 con productores y comercializadores. Así también McDonald’s y Yum Brands –propietaria de Taco Bell, Pizza Hut y KFC– se vieron convocadas por los trabajadores a presionar a los productores para que mejoraran las condiciones en los campos. Y aunque a una red de supermercados Publix le hizo falta alguna marcha “disuasoria” por parte de los recolectores de tomate, terminó sumándose.
Otros, como WalMart —la mayor cadena minorista de EE.UU. y del mundo—, asumieron el compromiso sin presión alguna, animados a ofrecer a sus clientes alimentos éticamente producidos: “Tratamos de vender alimentos seguros, accesibles, de fuentes sostenibles, y esa es la única manera en que los querremos en el futuro”, han dicho fuentes de la compañía.
La decisión de estas empresas es dejar fuera como proveedores a los que no respeten los derechos de los trabajadores, vigilar que sus estándares de vida y trabajo cumplan parámetros dignos, y aplicar el mismo patrón de selección a productores de tomate en estados como Georgia y Carolina del Sur, además de a los cultivadores de fresa y manzana en Michigan y Washington.
Vista esta determinación, varios empresarios productores han firmado un acuerdo con la CIW. Pacific Tomato Growers fue la primera empresa que rubricó el Fair Food Program en octubre de 2010, a la que siguió Lipman Produce, la mayor compañía tomatera de la Florida. Así, poco a poco se fueron sumando otros productores, convencidos de que la cada vez mayor avidez de los estadounidenses por consumir alimentos “del patio”, cosechados por trabajadores bien remunerados, colocará al “estado del sol” en una situación de ventaja competitiva ante, por ejemplo, México, donde la vida y condiciones laborales de los recolectores de la hortaliza dejan bastante que desear.
Las condiciones laborales han mejorado sustancialmente en la zona de Florida de la que sale el 90 por ciento de todo el tomate de invierno en EEUU.
“Más que el dinero, el respeto”
En los campos de tomate de Immokalee se respiran otros aires. No se escuchan ya amenazas verbales. Los incentivos al trabajo son otros: un mecanismo por el que las empresas comercializadoras pagan a cada recolector un céntimo de más por cada libra de tomate –cada semana el trabajador gana por esta vía unos 60 u 80 dólares sobre el salario–, se inserta entre otras muchas mejorías. Pero no siempre el tema es el dinero.
“El aumento es positivo, pero para mí, lo más importante es el respeto”, afirma un obrero, citado en la web de CIW. “Más importante que el dinero –dice otro, al que se le devolvió la paga retenida por su antiguo empleador– es el sentido de la dignidad, cuando mi trabajo –las cestas que lleno y cargo– es reconocido”.
Immokalee, que fue llamado diez años atrás por el Departamento de Justicia la “zona cero de la esclavitud moderna”, ha dejado de ser un problema. Desde la firma del acuerdo en 2010, el Fair Food Program ha garantizado un mayor contacto entre inspectores y trabajadores, que ahora sí pueden manifestar sus quejas con libertad.
Las medidas actuales se orientan a evitar cualquier indicio de retroceso. Así, personas que han sido culpables de abusos contra los recolectores en el pasado no pueden ser admitidas bajo ningún concepto en ningún puesto laboral en el sector. Por su parte, los trabajadores cuentan con una línea telefónica para quejas, que se mantiene operativa las 24 horas, y se ha capacitado a otros obreros para que les instruyan personalmente en materia de derechos laborales.
Además, las palabras “descanso” y “comodidad” ya no son conceptos abstractos para los trabajadores, toda vez que las compañías productoras han debido plantar tiendas con las condiciones elementales para que estos tomen un necesario “break” y se refugien del azote del sol floridano, tan deseado por los bañistas de las playas cercanas como detestado por quienes se doblan a recoger las cosechas en los campos.
Las grandes compañías comercializadoras decidieron dejar fuera como proveedores a los que no respeten los derechos de los trabajadores
¿Palos en las ruedas?
Ninguna conquista es, sin embargo, irrevocable, y el Fair Food Program no está exento de amenazas. Lo ha denunciado la CIW, al advertir intentos de ciertos grupos de vincular al programa con ideas antisistema.
Según el CIW, las pistas llevan al denominado Worker Center Watch, una organización empeñada en desacreditar la labor de los activistas de Immokalee y relacionada con la Cámara de Comercio de EE.UU.., instancia que, en opinión del CIW, es “manifiestamente ideologizada y antiobrera, y que aprecia las relaciones entre empresarios y obreros como un juego de suma cero: Una ganancia de los trabajadores implica necesariamente una pérdida para los empresarios, sin importar las circunstancias”.
Algunos grupos de interés de la Cámara ven con malos ojos la consolidación de estas organizaciones de obreros del campo, por temor a que cunda el ejemplo. Pero cabe plantearse si les será provechoso poner palos en las ruedas en un momento en que los consumidores se preguntan, como nunca antes, sobre el origen de sus alimentos, poniendo especial énfasis en el aspecto del impacto ambiental –la preocupación por la cantidad de metano que expide una vaca le quita el sueño a más de un ecologista–, y también en las condiciones laborales de quienes los produjeron -y hay más un ejemplo de boicot en otras industrias, como la textil.
Con seguridad, en los rojos campos de Immokalee nadie les agradecerá el empeño.