Un grupo de jóvenes intenta esquivar a las cámaras de TV. Son estudiantes de primer año de la Universidad Complutense, en Madrid, y algunos de los más “veteranos” les han puesto a rodar por una colina con el torso descubierto, por lo que muestran pequeñas heridas y arañazos. “¡Es de jugar al rugby, señora!, ¿qué quiere que le diga?”, contesta uno de ellos, desafiante, a la periodista.
La UBI, de Portugal, ha puesto en marcha un programa para incentivar la auténtica integración estudiantil
Pero el tema no va de deporte: ha empezado el curso y es “temporada” de novatadas, a saber, tiempo de gastar “bromas” a quien no las ha pedido, pero que tiene que aceptarlas como la única vía –establecida arbitrariamente por estudiantes de cursos superiores– para integrarse y que el colectivo le acepte.
Aunque el recién llegado puede tener la tentación de pensar que, al pagar por su matrícula, ya está inserto en la comunidad universitaria, a algunos veteranos les parece que necesita algo más que eso… Para darle el “visto bueno”, lo someten a toda suerte de humillaciones, que van desde lo dudosamente gracioso, como revolcarse sobre excrementos o recibir un baño de agua fría y pasarse una noche a la intemperie, hasta lo directamente letal, que no otra cosa es obligar a alguien a colocarse un embudo en la boca e ingerir enormes cantidades de bebidas alcohólicas.
En efecto, aunque solo muy raramente el resultado último de una novatada es la muerte –datos acopiados por la Universidad de Maryland indican que, desde 1970, cada año fallece un joven universitario en EE.UU. como consecuencia de estas prácticas–, el consumo de alcohol aparece relacionado en buena parte de los casos como causa directa o indirecta del deceso.
“No soy víctima, sino un tipo enrollado”
La Policía española ha alertado sobre posibles conductas delictivas en las novatadas
En esta dinámica “integradora” que pretenden ser las novatadas, ni los agresores se definen como tales ni muchas veces las víctimas admiten serlo, aunque haya secuelas físicas y psicológicas palpables.
El “qué quiere que le diga, señora” del novato sometido a la voluntad de los veteranos, nos revela dos realidades. La primera, que el estudiante ha optado por doblegar su conciencia para aceptar como positivo un acto abiertamente negativo, dañino, y que como víctima, poseído por una suerte de “síndrome de Estocolmo”, termina dando por válido el motivo de los agresores.
Para la psicología del adolescente, la disyuntiva entre no permitir la agresión pero ser excluido, y permitirla aunque la sepa humillante, para ser aceptado por sus iguales, puede resolverse a favor de lo último. En un estudio de 2008, las investigadoras norteamericanas E.J. Allan y M. Madden encontraron que el 90% de una muestra de más de 11.000 chicos que sufrieron novatadas no se identificaban como víctimas. Al parecer, a muchos les valía más “enrollarse” para no desentonar con el grupo, que ser percibido como un delator o un quejica… aunque por el camino quedaran sus propios conceptos éticos.
La segunda realidad es que quien sufre la burla se ve tentado a creer que esta la confiere un “derecho a la venganza”, que no ejercerá contra quienes le han obligado a rodar ladera abajo, sino contra aquellos que aún no se han asomado siquiera por el centro docente: los nuevos del próximo curso.
No hay novatada pequeña
Las novatadas pueden obligar a un joven a revivir pasadas experiencias traumáticas
Entre las novatadas, según se ve, hay abusos abiertamente intolerables y otros, en apariencia, más light. ¿Deben aceptarse estos? La asociación No Más Novatadas (NMN), instituida para crear conciencia social sobre lo nocivo del maltrato entre universitarios, estima que no.
“Las novatadas ‘leves’ abren la puerta a las demás –explica NMN–. No hay novatada ‘pequeña’ porque en todas se establece el dominio de la voluntad de unas personas por parte de otras, y porque permitir que se hagan novatadas, por ‘pequeñas’ que sean, las legitima. Las novatadas no deben formar parte de una diversión sana”.
Por otra parte, los abusadores no se detienen a pensar que los de nuevo ingreso no son tabula rasa. Son personas con una historia que a veces puede agravar las consecuencias de la “broma”. En el detallado estudio Novatadas. Comprender para actuar, las investigadoras Ana Aizpún y Ana García-Mina advierten sobre ello: “Pongamos el ejemplo de un joven que haya sido maltratado físicamente en su infancia, una chica que ha vivido en su familia el sufrimiento que rodea la enfermedad del alcoholismo, o un chico que durante sus años de colegio ha sido víctima de bullying y vuelve a ser el foco de bromas ‘inofensivas’ o es marginado, humillado e insultado. El efecto puede ser devastador, puesto que ya llueve sobre mojado”.
Todavía muy pocas denuncias
No pocas veces, quien ha sufrido el abuso se siente en el “derecho” de reproducirlo con los de nuevo ingreso
La percepción de que las novatadas no son “cosas de chicos” ante las cuales solo queda encogerse de hombros, ha ido ganando terreno, al punto de que en 2014 el Senado español aprobó una moción en la que instaba al gobierno a colaborar con universidades y colegios mayores (CCMM) en la prevención de estos comportamientos, y a “defender y proteger adecuadamente a las víctimas”.
La moción “ha contribuido a dar importancia al problema, a darle luz, a que se debata en la calle y en los medios”, explica a Aceprensa la psicóloga Loreto González-Dopeso, presidenta de NMN. “A raíz de ella, la Dirección General de Policía puso en marcha campañas en twitter; ha publicado un cartel, junto con el Consejo de CCMM, para informar sobre posibles conductas delictivas en novatadas, y ofrece charlas informativas en CCMM y residencias universitarias”.
“Pero queda mucho por hacer –añade–. Las novatadas se realizan a la vista de todos y también en lugares cerrados u ocultos en las ciudades universitarias a principios de curso. A veces duran uno o dos meses, y no parece que hayan disminuido”.
Respecto a las denuncias, señala que aún hay muy pocas. “Es difícil que alguien tenga fuerzas para denunciar y se sienta amparado si el mensaje que escucha es que son solo unas bromas o unas tradiciones. Falta todavía mucho trabajo de sensibilización, de protección”.
“El estudiantado está dividido, lo que se advierte en distintos foros, reuniones y chats. Generalmente los que ven de lejos las novatadas, los que no han entrado en esa dinámica, son menos permisivos. Ven claro que hay otro modo de recibir a sus compañeros, que nunca en la vida han tenido que beberse un vaso de vinagre, o darse una ducha de agua fría, o comerse una colilla para ser amigo o compañero de alguien. Creo que ese sector de estudiantes es importantísimo como ‘masa crítica’ para frenar y erradicar las novatadas”.
Premiar la verdadera integración
Un grupo de jóvenes intenta esquivar a las cámaras de TV. Son estudiantes de primer año de la Universidad Complutense, en Madrid, y algunos de los más “veteranos” les han puesto a rodar por una colina con el torso descubierto, por lo que muestran pequeñas heridas y arañazos. “¡Es de jugar al rugby, señora!, ¿qué quiere que le diga?”, contesta uno de ellos, desafiante, a la periodista.
Además de en España, en muchos otros sitios se está despertando a la realidad de lo escasamente divertido y, por el contrario, lacerante de estas prácticas. Varias webs estadounidenses, algunas de ellas vinculadas a universidades, como Stop Hazing, creada por estudiantes y directivos de la Universidad de New Hampshire, o Hazing Prevention, de alcance nacional, ofrecen herramientas a los alumnos para hacerles frente a este tipo de acoso, bien desde lo preventivo, bien desde lo judicial.
En Francia, por su parte, la web del Comité Nacional contra las Novatadas insta a los estudiantes a no sentirse subestimados, a no ceder ante el chantaje y a denunciar abiertamente las situaciones de este corte.
La prevención, no obstante, puede acompañarse de incentivos. Y es lo que han entendido en la Universidad Beira Interior, en Portugal. El centro ha puesto en marcha este año el programa Integro, que anima a los veteranos a competir por ver quién desarrolla las mejores iniciativas de integración de los recién llegados. Las actividades de los grupos participantes se filmarán y colgarán en Youtube, y con posterioridad se premiarán monetariamente los planes más originales.
Que se generen ideas únicamente pensando en la recompensa quizás sea lo secundario, y al final, no todas irán por ese camino. Al margen de las intenciones, que los chicos experimenten un modo diferente de proceder puede ser el primer paso para que se desarraigue una “tradición” que nunca debió implantarse. Ya eso, por sí mismo, puede valer la pena.