El pasado 11 de octubre, el Parlamento australiano bloqueó un proyecto de ley para celebrar un referéndum en febrero de 2017 sobre el matrimonio homosexual. La paradoja está en que los líderes de los dos principales partidos, el Liberal (en el poder) y el Laborista (que encabeza la oposición), están a favor de cambiar la ley, y lo único que los separa es el “cómo”: para el primero, es indispensable consultar al soberano; para el segundo, el plebiscito dispararía el número de actos homofóbicos y afectaría la sensibilidad del colectivo LGTBI.
Según el líder laborista, Bill Shorten, plantear un referéndum sobre el tema sería, además de costoso, divisivo, y en sentido figurado, como obligar a una pareja gay a ir puerta por puerta a preguntar a 15 millones de australianos qué opinan de su unión.
“Estamos en una era en que los debates, especialmente aquellos sobre temas sociales acerca de la identidad, colapsan antes de comenzar, a causa del insulto y la deshumanización del ‘otro’ como fanático, misógino, racista u homófobo”
Por su parte, el primer ministro Malcolm Turnbull, jefe de los liberales, no ha querido dar vía libre al matrimonio gay de un plumazo, pero no por falta de voluntad, sino por su promesa electoral de convocar un referéndum. Ahora, con el rechazo de los laboristas y la amenaza de algunos diputados liberales de votar lo mismo que la oposición, Turnbull deja en suspenso el asunto y lo traslada a quien gane las elecciones en 2019. La cuestión queda como está desde la reforma legal introducida por el gobierno laborista de Kevin Rudd a finales de la pasada década, que igualó a las parejas homosexuales con los matrimonios en cuanto a prestaciones sociales y otros derechos.
Esto supone un cambio de postura por parte de ambos partidos. En 2004, tanto liberales como laboristas coincidían en que el matrimonio solo puede ser entre una mujer y un hombre (ver Aceprensa, 2-06-2004).
“Peligro de suicidios”
La corriente contraria al plebiscito adujo el peligro de que el referéndum desatara un clima de “odio” contra el colectivo LGTB, algo que no ocurrió en otro país donde tuvo lugar un plebiscito sobre la materia –con resultado favorable al matrimonio homosexual–: Irlanda.
El “odio”, sin embargo, no fue la pauta. De hecho, una de las primeras reacciones al triunfo de los simpatizantes del gay marriage vino precisamente de una de las columnas del No, el Iona Institute, que felicitó a los LGTB por su victoria: los del Sí “hicieron una campaña muy profesional que realmente comenzó mucho antes que la campaña oficial. Por nuestra parte, estamos orgullosos de haber ayudado a representar a muchos cientos de miles de irlandeses que de otra manera no hubieran tenido voz en este referéndum, pues todos los partidos políticos apoyaban el Sí”.
Los laboristas se han ocupado de cultivar las simpatías hacia el “matrimonio” homosexual con su apelación al “matrimonio igualitario”
No está claro, pues, por qué tendría que desencadenarse en el caso australiano la homofobia o haber suicidios de homosexuales, habida cuenta, además, de que algunos sondeos muestran una mayoría favorable a la legalización –que los laboristas se han ocupado de cultivar cuidadosamente con su apelación al “matrimonio igualitario” antes que al “matrimonio entre personas del mismo sexo”, según explica Margaret Somerville en MercatorNet–.
Pura especulación
Lo de los suicidios no pasa de ser pura especulación. Según The Conversation, que echa mano de estadísticas irlandesas para demostrarlo, entre 2014 y 2015 –en plena polémica sobre el “matrimonio gay”– el índice de suicidios continuó el descenso que venía dándose desde 2012.
En apoyo de la tesis del líder laborista se cita un estudio conjunto de las universidades de Queensland y Victoria, a partir de un sondeo realizado a 1.657 LGTB irlandeses. Ese trabajo sostienen que los mensajes de la campaña del No causaron ansiedad, angustia, irritación y otros impactos psicológicos negativos en el colectivo. Aunque el estudio no lo dice, cabe suponer que también los partidarios del Noexperimentaron algún tipo de estrés emocional por los mensajes, contrarios a su sensibilidad, de la campaña del Sí. Por otro lado, el aviso venía de fuentes no imparciales:el estudio fue promovido por Grainne Healy, codirector de la campaña irlandesa por el Sí, y Parents and Friends of Lesbians and Gays Australia, organización que se opone firmemente a la consulta.
Para el primer ministro Malcolm Turnbull, partidario del “matrimonio” gay, el referéndum es únicamente el cumplimiento de una promesa electoral
Argumentos emotivos
La negativa a que la cuestión pase por las urnas se apoya también en alegatos emotivos. La diputada laborista Penny Wong, homosexual, ha explicado que ella no se opone al plebiscito porque dude del “buen juicio” del pueblo australiano. “Me opongo –explica– porque no quiero que mi relación y mi familia estén sujetas al examen, a la censura o a la condena por parte de otros”.
Esta forma de argumentar es cuestionada por la corresponsal del Guardian en Melbourne, Gay Alcorn. Según la periodista –favorable ella misma a las uniones legales LGTB–, “estamos en una era en que los debates, especialmente aquellos sobre temas sociales acerca de la identidad, colapsan antes de comenzar, a causa del insulto y la descalificación del ‘otro’ como fanático, misógino, racista u homófobo”.
“Las personas –añade– pueden ser todas esas cosas, pero otras pueden tener reservas sobre el matrimonio homosexual, o no han pensado mucho en ello, o se abstienen de hacer lo que puede parecer una pregunta estúpida. Y no deberían sentirse tan nerviosas de hacerlo por miedo a ser tratadas de fanáticas. Es posible que la única manera de que los partidarios del matrimonio homosexual pierdan el plebiscito sea que ataquen a los que tienen objeciones”.
Además, el argumento de Wong, como el de Shorten, resulta paradójico. Si no se debe preguntar a los electores qué opinan del matrimonio homosexual, tampoco al Parlamento, elegido por aquellos. Si “mi relación y mi familia” no puede ser sometida a examen público, entonces es un asunto privado sobre el que no se debe legislar. En realidad, el referéndum no es sobre las actitudes personales de nadie, sino sobre la ley del matrimonio, que concierne a todos.