El claro descenso de las tasas de suicidio en la OCDE –casi un tercio en los últimos treinta años– no se puede atribuir a un cambio de proporciones similares de las condiciones sociales. Más bien es un éxito de la prevención. Se han multiplicado las redes de apoyo a las personas en riesgo de suicidarse y, en especial, se combate más eficazmente la depresión con los modernos medicamentos descubiertos en los años 80.
El Ministerio de Sanidad francés publicó el 5 de febrero un informe del Observatorio Nacional del Suicidio, con motivo del día nacional de la prevención de ese tipo de muerte. Las cifras siguen siendo elevadas (8.885 en 2014, casi el triple de las causadas por accidentes de tráfico: 3.384), pero con tendencia a la baja desde 1985. Ante las comparaciones internacionales, el Ministerio matiza que Francia controla con bastante precisión el número de suicidios, lo que no sucede en otros países. Pero lo cierto es que esa tendencia se generaliza en los Estados de la OCDE, incluidos también Japón y Corea desde fecha más reciente.
Las tasas de suicidio han disminuido en un 30% en los países de la OCDE, e incluso se han reducido a la mitad en países como Hungría y Finlandia
Se trata de un fenómeno complejo, y no es fácil dilucidar las causas, aspecto importante para la sanidad pública y las tareas de prevención. Según resume Le Monde, aunque el número de suicidios disminuye, se mantiene el perfil de los que se dan muerte. En su mayoría son hombres: 23,1 por cada 100.000, frente a 6,7 por 100.000 mujeres. La tasa de suicidios “aumenta bruscamente con la edad”. Y se registran tasas más altas en la mitad norte del país.
Además de los fallecidos, 78.128 personas (47.981 mujeres y 30.147 hombres) fueron hospitalizadas en 2015 por intento de suicidio. La cifra apenas varía desde 2013, lejos de un pico de 91.203 en 2010. A juicio de los investigadores, esas cifras pueden ser inferiores a la realidad, porque no incluyen a personas atendidas en servicios de urgencias tras un intento de suicidio pero no hospitalizadas luego, o a los internados en psiquiatría sin haber acudido previamente a un servicio médico primario.
Tendencia descendente
El mismo día Le Monde publica una selección de textos de un libro recién aparecido, Suicide. L’envers de notre monde. Los sociólogos Chistian Baudelot y Roger Establet analizan la caída del índice de suicidios en Francia y en el mundo. Desde 1990, las tasas han disminuido en un 30% en los países de la OCDE, e incluso se han reducido a la mitad en países como Hungría y Finlandia. En Estonia, tras un aumento inicial a principios del decenio de 1990, las tasas cayeron bruscamente. La tendencia comienza a observarse desde 2010 también en Japón y Corea, que no participaron de la baja general en las décadas anteriores.
La disminución aparece en todas las categorías de ciudadanos: hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, agricultores, empleados, trabajadores y directivos. El mayor descenso se observa en los grupos de edad con más riesgo –a partir de 55 años–: como son casi la mitad, contribuyen a la disminución del conjunto. En Francia bajó un 26% de 2000 a 2012: 23% para los varones y 32% para las mujeres. Un retroceso semejante aparece en todas las regiones del mundo, excepto los países africanos pobres y entre los varones de países menos adelantados del Mediterráneo oriental.
Según una encuesta internacional en 29 países europeos, el suicidio disminuye a medida que aumenta el uso de antidepresivos
El suicidio aumentó a partir de 1973, tras la crisis del petróleo y la consiguiente evolución económica, que llevó a niveles de paro masivos, sostenidos y elevados, consecuencia también del cierre de empresas y deslocalizaciones, así como de la supresión de medidas laborales proteccionistas clásicas. Creció en la sociedad la incertidumbre y la inseguridad. Lo sorprendente es comprobar el descenso de los suicidios a partir de 1985, sin un retroceso paralelo y comparable del paro y de la precariedad laboral durante todo el periodo. En ninguno de los países de la OCDE y del antiguo bloque soviético, esta inversión de las tendencias suicidas en los años ochenta y noventa corresponde a una mejora de las condiciones económicas.
Trastornos psíquicos
La tendencia global se refleja también en el panorama sobre la sanidad publicado en 2015 por la OCDE, que estima en más de 150.000 el número de suicidios en 2013. Destaca que una alta proporción corresponde a enfermos con trastornos psiquiátricos como depresión grave, bipolaridad o esquizofrenia. Influye también el ambiente social en el que vive cada uno, así como el abuso de alcohol y estupefacientes. Otros factores son los bajos ingresos, el desempleo y la soledad.
Aunque las comparaciones no son completamente fiables, por la diversidad en los criterios de notificación de fallecimientos, Turquía, Grecia, México, Italia e Israel tuvieron la tasa más baja en 2013, con 7 muertes o menos por cada 100.000 habitantes. No mucho más, España y Reino Unido. En cambio, Corea llega a una tasa de casi 30 muertes, seguida de Japón, Hungría y Eslovenia con casi 20 muertes por cada 100.000 habitantes.
La medicina está ganando la batalla contra la depresión
Baudelot y Establet buscan las causas del declive en los progresos alcanzados en la medicina, especialmente en la lucha contra la depresión. A mediados de los años ochenta, se extiende el uso de medicamentos antidepresivos, prescritos por médicos generalistas y no solo por psiquiatras, aunque varía de unos países a otros. Ese consumo de antidepresivos ha aumentado significativamente en la mayoría de los países de la OCDE desde mediados del decenio de 1980 y, especialmente, desde el año 2000. Según una encuesta internacional publicada en junio de 2013, que estudia 29 países europeos durante un período prolongado, el suicidio disminuye a medida que aumenta el uso de antidepresivos, en todos los países menos Portugal.
El mayor descenso se observa en el grupo de edad con más riesgo, los mayores de 55 años, que son casi la mitad de los casos
En definitiva, el uso de antidepresivos parece haber reducido el nivel de suicidio significativamente, pero sin alterar cualitativamente los factores sociales que pueden favorecerlo. Paralelamente a la atención médica, se ha desarrollado en la mayoría de los países desarrollados una red de asociaciones dirigidas a la prevención del suicidio.
Puede haber contribuido también un cambio de percepción cultural de enfermedades como la depresión y las dolencias psicológicas, no asociadas ya a la locura… Como señalan los autores, “en la conversación corriente y en todos los ámbitos sociales, el término deprimido ha adquirido carta de ciudadanía. Es un mal extendido y se conocen sus riesgos, pero se habla sin vergüenza y se puede salir si se aborda a tiempo, y a veces con mejor forma que antes”.