El consumo de cine y series de televisión empezó a renovarse hace unos años con el cambio tecnológico: las pantallas se diversificaron y con ellas los tiempos y lugares de visionado. Con la llegada de la televisión a Internet y el surgimiento de plataformas digitales el contenido se multiplicó. Y luego, el desembarco de Netflix en muchos países, ha disparado el consumo de series y el público se ha acostumbrado a pagar por el contenido digital.
Las facilidades de pago por visionado legal on line, junto con la persecución de los delitos cibernéticos, han provocado un cambio de hábitos de consumo que era más que deseable: el retroceso de la piratería, que en 2016 cayó por primera vez en España, un 4%, según la Coalición de Creadores. Cada vez resulta más difícil encontrar páginas de visionado on demand o descarga ilegal y en todo caso, no merece la pena perder tiempo cuando, con apenas 10 euros al mes, puedes suscribirte a plataformas en streaming de mayor calidad con posibilidad de descarga temporal y algoritmos que facilitan una oferta de servicios personalizada.
“Las empresas audiovisuales están produciendo más programas de los que los espectadores tienen tiempo de ver~Los canales digitales se están transformando en plataformas, las plataformas en grandes marcas que crean contenidos, y esos contenidos atraen a los suscriptores
~En siete años, la cantidad de programas y series estrenados en Estados Unidos se ha más que duplicado
Esto ha perjudicado a los canales de televisión. La audiencia está cada vez más fragmentada y la tarta del tiempo de consumo hay que repartirla ahora con las plataformas digitales –Netflix, HBO, Amazon Prime Video, Filmin, etc.–.
El menú de canales de televisión ya no es suficiente: el espectador prefiere elegir qué ver, cuándo verlo y dónde, y en qué dosis. Según un estudio de FX Networks, una división de 21st Century Fox Inc., 117 de los 487 shows lanzados el año pasado en EE.UU. son servicios de streaming. En siete años, la cantidad de programas y series estrenados en Estados Unidos se ha más que duplicado. Y en España, el último panel de hogar de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), asegura que cuatro de cada diez españoles ven contenidos audiovisuales online al menos una vez a la semana.
Netflix, la gallina de los huevos de oro
Netflix triplicó su beneficio el año pasado hasta 456 millones. En el cuarto trimestre obtuvo un beneficio neto de 185,5 millones de dólares, un 178% más que un año antes, con una cifra de negocio de 3.286 millones de dólares, un 32% más. Ya ha expresado su intención de invertir entre 7.500 y 8.000 millones de dólares en contenidos durante 2018.
Según datos del último trimestre de 2017, la compañía alcanzó los 117,58 millones de usuarios en todo el mundo, y más de la mitad están ya fuera de EE. UU. De ellos, 110,64 millones son suscriptores, lo que supone un incremento de 6,62 millones con respecto a los tres meses anteriores. El consumo de horas de visionado on line aumentó una media del 9% interanual.
El contenido original es el rey
Las inversiones en series originales como Stranger Things o películas como Bright han contribuido a incrementar los suscriptores de Netflix a un ritmo vertiginoso. Con tan buenos datos, y habiendo sumado el segmento internacional a las ganancias de todo el año, Netflix se ha planteado incorporar este año más de 30 series originales de diversos países como Francia, Polonia, India o Corea. Es lo que sucedió en España con Las chicas del cable.
Producir series propias ha permitido a Netflix librarse de la dependencia de los acuerdos con distribuidores y además le ha servido para dotar a su marca de más presencia y personalidad.
La idea original del contenido propio de alta calidad no fue de Netflix, sino de HBO, pero el canal empleó el modelo de distribución tradicional: cable o TV con episodios semanales. El éxito de Netflix fue desarrollar la idea según las nuevas normas del streaming y con las nuevas tendencias de consumo. Tras ella, han ido llegando las demás plataformas.
En resumen, los canales digitales se están transformando en plataformas, las plataformas en grandes marcas que crean contenidos, y esos contenidos atraen a los suscriptores y genera rentabilidad sostenida. El contenido, pues, es el rey.
Todos quieren parte del pastel
Con Netflix a la cabeza de la producción de series, Hollywood y Silicon Valley pugnan por el control del entretenimiento. No hay multinacional que no intente hacerse con su parte del pastel creando contenido propio. Incluso webs, redes sociales o servicios de distribución como Amazon, con Prime Video. O YouTube, que ficha a los creadores que suben contenidos a su red. Apple también se ha lanzado, aplicando su estrategia musical. Son series centradas en su propio universo, como Carpool Karaoke o Planet of the Apps.
Lo más sorprendente es que interesa incluso a redes como Facebook, que ha seguido un modelo parecido al de YouTube, o LinkedIn, comprada en 2016 por Microsoft, de la que se rumorea que podría interesarse en la producción de series en torno al mundo laboral y de negocios.
Internet y series es un binomio que todos ansían. También los cineastas, que están dando el salto a la ficción seriada, cosa que da peso a los proyectos y atrae más suscriptores. Apple, por ejemplo, acaba de fichar a Damien Chazelle, director de Whiplash y La La Land, para desarrollar una serie que se une a otras como la nueva adaptación del clásico Amazing Stories, dirigida por Steven Spielberg, un drama en el espacio exterior que prepara Ron Moore, o una comedia encabezada por Kristen Wiig. Previamente, Chazelle había acordado con Netflix dirigir una serie musical, The Eddy, ambientada en un bar de jazz de París. Junto a él, otros directores de cine como Paolo Sorrentino, Alberto Rodríguez o incluso Michael Haneke, que prepara un drama distópico seriado.
Consumidores compulsivos
El modelo de distribución de Netflix, con la entrega de temporadas completas, seguido por otras plataformas y servicios, está provocando otro cambio añadido, el de la “voracidad” de consumición: hemos pasado del contenido a la carta al binge-watching o atracón de series.
La BBC anunció recientemente que las nuevas temporadas de sus series también estarán disponibles a través de streaming, lo que puede animar a HBO a seguir sus pisadas. Ahora la competencia es por tiempo de visionado, hasta llegar al “atracón”.
La pregunta es, ¿cuánto dará de sí el tiempo del espectador, limitado a 24 horas diarias?
John Landgraf, director ejecutivo de FX Networks, piensa que “las empresas audiovisuales están produciendo más programas de los que los espectadores tienen tiempo de ver”, y eso, en su opinión, “perjudica la rentabilidad”.
Como poco, con estos volúmenes de producción, de 100 a 200 canales y plataformas, algunos con 10.000 películas y series, resulta complicado saber qué ver. Expertos, como el equipo de ingenieros de Telefónica I+D en el Parque Tecnológico de Walqa, están diseñando un sistema basado en algoritmos de recomendación e Inteligencia Artificial y Big Data que ayuda a moverse en este proceloso mundo. En concreto, un servicio que adapta los contenidos a los gustos y preferencias de los usuarios, quienes reciben recomendaciones personalizadas sobre películas, series u otros programas de la televisión. Algo parecido ofrece Netflix.
En todo caso, esto no ha hecho más que empezar. El tiempo dirá si el cambio de modelo es sostenible para el espectador y si será rentable económicamente a largo plazo.
Ver series para desconectarSegún un estudio de la Universidad de Texas, el binge-watching, y la modificación de los hábitos del consumo, están correlacionados con un aumento de la depresión, la soledad y la obesidad. Aunque hay estudios para todo. Según otra reciente encuesta de Netflix, que analiza el comportamiento de 255 mujeres y 345 hombres, el 63% consideran que ver series les ayuda a desconectar del día a día; un 57%, a sentirse menos estresados, un 39% a estar más conectados con los que sucede en el mundo y un 33% a establecer conversaciones con amigos y compañeros de trabajo. Por dispositivos, la televisión (76%) y el smartphone (44%) son los más usados. En cuanto a los lugares, un 58% de los encuestados ve la televisión tumbado en la cama; un 34% lo hace mientras limpia la casa o hace ejercicio; un 33% mientras cocina; y un 24% cuando trabaja desde casa. |