Esta poderosa película, ganadora del Oso de Oro en Berlín, vuelve a poner de manifiesto la pujanza del cine chino y especialmente del que hacen los miembros de la llamada Sexta Generación. La tercera película dirigida por Diao en 11 años cuenta una historia muy interesante y la cuenta muy bien.
Arranca la película con las trazas de una novela negra canónica para adoptar muy rápidamente un estilo personal que mezcla elementos de la excelente Crónica de un asesino en serie, del coreano Bong Joon-ho (ganadora en 2003 de la Concha de Plata al mejor director), y de la reciente Un toque de violencia, del chino Jia Zhang Ke, que ganó el premio al mejor guion en Cannes. Jia Zhang Ke y Yinan Diao se llevan un año de diferencia y proceden de regiones limítrofes; ambos estudiaron en la Escuela de Cine de Pekín y forman parte de la Sexta Generación, que tomó el relevo a la Quinta, liderada por Zhang Yimou y Cheng Kaige.
Un trabajador de una mina de carbón es asesinado y su cuerpo mutilado aparece a cientos de kilómetros. La investigación sigue la pista de varios sospechosos, pero en el intento de apresarlos mueren dos agentes y otro, herido, Zhang Zili, es obligado a retirarse del caso y lo asignan como guardia de seguridad en una fábrica. Cinco años después vuelven a sucederse los asesinatos, y Zhang Zili se percata de que todas las víctimas están relacionadas de un modo u otro con una misteriosa mujer.
Black Coal quiere y logra ser muchas cosas a la vez: un fresco social muy expresivo de la China contemporánea, una historia de personajes asediados por la banalidad y la inercia vital en una sociedad atrapada entre un comunismo deshumanizador y un capitalismo con su peor cara, que se va extendiendo usando la corrupción de un régimen fosilizado.
La fotografía nocturna, las panorámicas que muestran nuevas ciudades plantadas en el campo como setas, las inteligentes localizaciones, la solvencia con que el director afronta situaciones que podrían prestarse al manierismo, son notables.
No se quedan atrás en méritos los actores, que transmiten una autenticidad que estremece sin grandilocuencia teatrera. En ese sentido, las secuencias de la tintorería son admirables, tanto como las intervenciones de la policía, que no se pueden rodar mejor.
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