Después de varias entregas con historias más o menos sencillas pero grandes villanos (Pagan Min y Vaas fueron excepcionales), Ubisoft ha decidido primar la verdadera aleatoriedad del mundo abierto. Esta vez los villanos no importan tanto como lo que pasa en él.
Nos vamos al 10.000 a.C. y somos Takkar, un superviviente de la tribu wenja que debe reunir a los que están desperdigados por Oros, lugar ficticio. Para lograrlo es esencial que interactúe con otros hombres que le enseñarán tácticas de caza, supervivencia y dominio de los animales. No hay más historia porque, como decimos, prima sobrevivir en Oros, que no es nada fácil: casi todo lo que se mueve tiene como fin acabar con nosotros, sea hombre o bestia.
Far Cry Primal logra que nos sintamos verdaderos cazadores gracias a un comportamiento muy realista de la fauna y del fuego: los animales reaccionan a nuestras acciones, hay muchos eventos aleatorios y las llamas pueden servirnos de aliadas para cercar enemigos, o ser enemigas y cortarnos el paso y quemarnos. Es fácil pasar de depredador a presa.
Sin embargo, dada la falta de historia y personajes interesantes, este Far Cry es el más arriesgado y el que puede cansar más rápidamente. Sí, hay interés por mejorar al personaje y adquirir más experiencia, pero si queremos que nos enganche la empatía con el protagonista o sus amigos, puede que no encontremos lo que buscamos.
A nivel técnico hay que aplaudir los esfuerzos de Ubisoft Montreal: los parajes, los ciclos de día/noche, el idioma inventado (los subtítulos, eso sí, están en perfecto castellano) y la música nos meten de lleno en el Mesolítico.
En general, es un juego para amantes de los mundos abiertos, que tengan con paciencia y busquen algo distinto a los demás títulos del género. Hay que hacer notar que el juego incluye varios contenidos sexuales (algunos demasiado explícitos), aunque PEGI misteriosamente no hace mención de ellos al explicar por qué lo califica para mayores de 18 años.