Maduro se queda en el poder “por las malas”

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Elecciones Venezuela
Nicolás Maduro el 29 de julio de 2024, tras declararse vencedor en las elecciones de la víspera (foto: Prensa Miraflores/DPA vía Europa Press )

El Consejo Nacional Electoral (CNE), controlado por el gobierno, declaró a Nicolás Maduro como ganador con un 51,2% de los votos frente al 44,2% de Edmundo González Urrutia, datos que María Corina Machado y otros líderes opositores consideran improbables y manipulados.

Durante la campaña presidencial venezolana, Nicolás Maduro llegó a afirmar que se quedaría en el poder “por las buenas o por las malas”. El autócrata venezolano ha cumplido su palabra. Y lo ha hecho a través de la segunda opción. En una jornada electoral histórica, los venezolanos acudieron masivamente a votar. Lo hicieron recuperando la esperanza en el voto. Una esperanza que se había perdido en el 2018 cuando el liderazgo opositor instó a sus seguidores a no acudir a las urnas para no avalar “el fraude de Maduro”, que en esa elección se enfrentaba a Henri Falcón. Hace seis años el chavismo ganó de manera aplastante. Sin embargo, en aquella ocasión, hablar de un fraude era difícil porque la abstención había sido la estrategia como medida de presión para que Maduro y sus acólitos perdieran el poder producto de su ilegitimidad. La decisión no tuvo consistencia en el tiempo y Maduro cumplió el mandato de seis años.

Para esta elección de 2024 el escenario era distinto e inédito. ¿Por qué? Porque era la primera vez que se daban unas elecciones donde toda la oposición estaba convocando a los venezolanos a votar y, al mismo tiempo, la diferencia entre el chavismo y la alternativa democrática era muy evidente en contra de Maduro. Todas las encuestadoras serias de Venezuela le daban una ventaja de entre 25 y 30 puntos a Edmundo González Urrutia, algunas pocas le daban 40. Por tanto, se apostó a una victoria por knock out, es decir, donde la diferencia de votos fuera de tal magnitud que el árbitro parcializado y brazo electoral de Maduro no tuviera oportunidad de cometer ninguna tropelía. Para eso, Machado y la plataforma unitaria insistieron en la importancia de los testigos de mesa y en la vigilancia en el conteo de los votos dentro de los centros electorales una vez cerraran los comicios.

¿Qué pasó entonces? Machado afirma que cuentan con un 40% de las actas de votación transmitidas por el CNE y que finalmente le conceden la victoria a González Urrutia: “Todas las que transmitieron las tenemos. Y toda esta información coincide en que Edmundo obtuvo el 70% de los votos de esta elección. Y Maduro el 30% de los votos. Es la elección presidencial con la mayor diferencia de la historia”. Las actas son documentos oficiales que registran los resultados de cada mesa de votación; por ejemplo, los números de votantes registrados y votantes efectivos, el conteo de votos válidos, nulos, y en blanco, la distribución de votos por candidatos y las incidencias y observaciones. Estas actas son cruciales para garantizar la transparencia y veracidad del proceso electoral, permitiendo verificar y auditar los resultados anunciados.

Oposición Venezuela
Inauguración de la campaña electoral de la oposición venezolana, con los carteles de la líder, María Corina Machado, y el candidato a la presidencia, Edmundo González (foto: Giongi63/Shutterstock)

Lo que puede venir

Una pregunta que queda en el aire es la siguiente, ¿realmente lo ocurrido el domingo 28 de julio en Venezuela es una victoria para Nicolás Maduro? El chavismo ha logrado imponerse en un evento electoral fraudulento; sin embargo, eso, de suyo, no le garantiza la gobernabilidad, no le asegura una plena cohesión a lo interno y mucho menos la normalidad en la vida cotidiana de los ciudadanos. La respuesta a dicha interrogante la tiene, en gran medida, y a partir de este momento, María Corina Machado, Edmundo González Urrutia y las fuerzas opositoras. Desde su liderazgo, resultará fundamental definir una estrategia que les permita “poner en jaque” al gobierno venezolano. Dicha acción debe ser acompañada, lógicamente, por los venezolanos en las calles y, en segundo lugar, por la comunidad internacional.

Aunque la última palabra es de los venezolanos, es necesaria la presión internacional para que cambie el panorama político del país

Adicionalmente, si lo ocurrido no se revierte de algún modo y Maduro logra reacomodarse y asegurar su estancia en el Palacio de Miraflores, la ola migratoria se intensificará. Hoy son 7,7 millones de venezolanos que no viven en su país. Eso representa más de un cuarto de la población (26%). En una migración de características sociodemográficas muy variadas, el país que más se verá afectado será Colombia, al igual que los otros del área andina. Así mismo, la selva del Darién, ubicada en Panamá, verá incrementada su tránsito para aquellos que aspirarán a llegar a los Estados Unidos. En otras palabras, la victoria de Maduro también representa un problema doméstico para los países vecinos.

El fenómeno migratorio y sus consecuencias podrían ser un aliciente para que gobiernos como el colombiano, que es de izquierdas, y el resto de los países andinos, ejerzan presión para que las actas y los votos sean contados y se compruebe que el resultado concuerda con la realidad, algo que a todas luces parece imposible. Aunque la última palabra y el protagonismo del cambio corresponde a los venezolanos, los demócratas de la región deben construir las capacidades para que la presión internacional tenga una verdadera influencia y que el panorama político venezolano asuma una tonalidad distinta.

¿Dictadura sale con voto?

Esa pregunta ha perseguido a la oposición venezolana desde hace años. Su respuesta es difícil de encontrar, porque hoy las autocracias se han acomodado a los sistemas de gobierno liberales, representativos; y han conseguido burlar, dentro de una pseudoinstitucionalidad, a las leyes más fundamentales.

Valdría la pena entender qué es el chavismo para intentar acercarnos a la respuesta de la pregunta inicial. Maduro y sus apandillados lideran una cleptocracia; esto es, un gobierno donde la corrupción representa su principal amalgama. Ellos han logrado consolidar –el modelo lo comenzó a construir Hugo Chávez– un aparato de corrupción vinculado al narcotráfico, la minería ilegal, la venta de armas en el mercado negro, el lavado de dinero, entre otros. En dicho sistema tienen una participación importante, no solo la dirigencia política sino también la cúpula militar; es decir, los principales cabecillas de las Fuerzas Armadas. En esa lógica, Maduro permanece en el poder sostenido por las bayonetas y el negocio mal habido.

Adicionalmente, la cleptocracia considera la participación directa e indirecta de aliados internacionales, más específicamente de gobiernos antidemocráticos que rechazan los valores elementales de la democracia representativa como lo son Rusia, China, Irán, entre otros.

En todo este contexto, siempre deberá valorarse el peso que tiene el voto de los venezolanos con respecto al peso de las armas y los negocios de todo el ecosistema cleptocrático. Afirmar que Maduro nunca saldrá por votos resulta arriesgado. Pero hablar de elecciones como la única y gran panacea para curar a Venezuela de la cleptocracia roja resulta insuficiente. Sin negociación no habrá cambio. El liderazgo opositor debe ser terco, en compañía de países democráticos, en presionar y provocar un proceso de entendimiento para la salida definitiva de Maduro del poder. El 28 de julio, el costo de salida para el chavismo siguió siendo mayor que el costo que le supone a partir de ahora quedarse atornillado en el Palacio de Miraflores. Esa balanza debe reequilibrarse de alguna manera; de lo contrario, en Venezuela se seguirá hablando de chavismo como los cubanos siguen hablando de revolución cubana.

Veremos si Maduro se queda seis años más o en el corto plazo se logra que pierda el piso político producto de la movilización y la presión.

Alejandro G. Motta Nicolicchia
@mottafocus

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